La misión te transforma

Jesuitas en Formación viviendo la Misión. Para un jesuita en formación, la misión no es solo un destino, sino un camino de encuentro y transformación. En noviembre de 2024, cuatro escolares del Centro Interprovincial de Formación en Belo Horizonte llevaron a cabo experiencias apostólicas en dos territorios prioritarios de la Conferencia: Cuba y la Amazonía. En entrevista, nos compartieron sus vivencias, y en los próximos días iremos descubriendo sus testimonios.

Entrevista con Avelino Junior Barrios Maciel, S.J.

Una experiencia en la Amazonía peruana

Sumergirse en la Amazonía más que un viaje geográfico, es una experiencia que toca el alma y transforma la mirada sobre la misión. Junior, un jesuita paraguayo en formación, nos compartió su vivencia en este territorio, donde descubrió una fe encarnada en el día a día de la comunidad. Para él, este tiempo en la selva ha sido una confirmación de su vocación y un llamado a salir de la comodidad de la vida de ciudad para encontrarse con una realidad desafiante, pero llena de esperanza.

Desde el inicio, Junior vivió un aprendizaje profundo, nos contó cómo la inmersión en la comunidad le permitió no solo conocer su cultura, sino también vivir la teología de una manera tangible. «Aquí la teología deja de ser solo teoría y se convierte en vida, en diálogo con las personas y sus experiencias concretas», nos explicó. Esta vivencia le ayudó a aterrizar sus estudios, dándole un sentido más profundo a su formación.

Huellas y momentos de gratitud para recordar

Junior nos compartió que, más que una persona en particular, fue la comunidad del río Chiriaco la que dejó una huella profunda en él. En este lugar, donde la celebración de la misa no es frecuente, los laicos han asumido un rol fundamental en la vida pastoral. Entre ellos, Gladys, una mujer de unos 65 años, le impresionó por su compromiso inquebrantable. «Desde que llegamos, nos acompañó a todos los lugares, sin importar las dificultades del camino», recordó. Ya fuera en largas travesías en motocarro, chalupa o en la parte trasera de una camioneta, Gladys estaba siempre presente, asumiendo la misión con un espíritu misionero admirable. Para Junior, esta entrega es un testimonio vivo de cómo la comunidad no solo recibe a los misioneros, sino que también se siente parte activa de la misión.

Otro encuentro que lo marcó fue con Rubén, un profesor de la etnia Awajún, quien no solo los guio en el territorio, sino que también sirvió de traductor en los encuentros con la comunidad. «Me dio mucha paz escucharlo, porque sentía que no solo traducía nuestras palabras, sino que transmitía nuestra intención con una gran fidelidad», mencionó. Esta experiencia le hizo ver la importancia de la inculturación en la misión; nos relató cómo en el río Cenepa conoció a una hermana española de más de 80 años, cuya entrega a la comunidad amazónica le conmovió profundamente, «ver su vida de servicio en medio de la selva fue un testimonio impresionante». Estos encuentros le hicieron valorar aún más la vocación y la fortaleza de quienes dedican su vida a servir en territorios de difícil acceso.

Uno de los momentos más difíciles de su experiencia fue descubrir cómo, en algunas comunidades, la Biblia es utilizada para infundir miedo en lugar de esperanza. Nos contó que, como jesuita en formación, siempre ha visto el Evangelio como un mensaje de liberación, de amor y de sanación. Sin embargo, en varias comunidades visitadas, encontró que ciertos grupos religiosos interpretaban pasajes como el Apocalipsis de manera literal y fuera de contexto, generando temor en las personas.

Esta realidad le impactó profundamente, pues percibió el sufrimiento de quienes ya enfrentan duras condiciones de vida debido a la pobreza, la contaminación y el abandono. «Es doloroso ver cómo la palabra de Dios, que debería ser fuente de consuelo, se usa para atemorizar a la gente», reflexionó. Para él, esta experiencia fue una invitación a reafirmar la misión de llevar un mensaje de esperanza y recordar que la fe debe ser un camino de encuentro con el amor de Dios, no de angustia.

Una teología con los pies en la tierra

Junior reconoce que el impacto de su presencia en la comunidad fue como una pequeña semilla en un río inmenso, confiando en que, en algún momento, dará fruto. Hubo comunidades donde el compartir fue profundo y enriquecedor, dejándole una gran satisfacción. Sin embargo, en otros lugares, las conversaciones lo desafiaron con preguntas complejas, cuestiones que nunca antes se había planteado y que no se estudian en los libros de teología.

El regreso a la vida cotidiana trae consigo el reto de continuar la formación sin perder de vista la realidad vivida. Ahora, Junior comprende mejor la importancia de una teología cercana a la gente, construida en conversación con las comunidades y no solo desde los libros. «No estudiamos solo para nosotros mismos», reflexionó, «sino para poner este conocimiento al servicio de la misión». Esta convicción lo acompaña ahora con más fuerza, impulsándolo a mantener viva la experiencia y a integrarla en su camino apostólico.

Los paisajes de la Amazonía también dejaron una huella imborrable en él, nos habló con emoción de los amaneceres y atardeceres, de la inmensidad de la selva y del río como un espacio de encuentro con Dios. «Los viajes por el río se convirtieron en momentos de oración y reflexión», nos dijo. «Es imposible estar aquí y no sentirse interpelado por la creación».

La misión compartida y el desafío del futuro

Uno de los aprendizajes más significativos para Junior fue el papel central que los laicos tienen en la vida de la comunidad. En la parroquia donde estuvo, los laicos asumen la misión con un compromiso admirable. «No es solo el trabajo del párroco o de los religiosos», nos explicó, «es una labor conjunta, donde cada uno se siente parte activa». Esta experiencia le mostró con claridad el modelo de sinodalidad que la Iglesia busca hoy: caminar juntos, discernir juntos y construir juntos.

Sin embargo, la misión en estos territorios también tiene desafíos importantes. Cuando le preguntamos sobre el futuro, Junior fue claro: el discernimiento es clave. «Cada provincia tiene sus propias necesidades y la Compañía nos invita a estar disponibles, pero también debemos preguntarnos dónde somos más necesarios», reflexionó. La llamada no es solo a estar en la Amazonía, sino a encontrar «nuestra propia Amazonía» allí donde se nos envíe.

Otro reto importante es la sostenibilidad de la misión. La disminución de vocaciones y la gran cantidad de frentes apostólicos hacen que la presencia en estos territorios dependa del compromiso de quienes están dispuestos a servir. «Mientras haya jesuitas dispuestos a dar su vida en estos espacios, la misión continuará», afirmó. Pero también destacó la importancia de seguir promoviendo vocaciones y sensibilizando sobre la realidad de estos pueblos para que no queden en el olvido.

Para Junior, fue una confirmación de su vocación jesuita. Sentía que todo lo vivido ahí era precisamente para lo que se estaba preparando, dándole sentido a su formación. Estas experiencias en territorio prioritario, le mostraron con claridad la misión de la Compañía de Jesús: el servicio de la fe y la promoción de la justicia. En la Amazonía, esta labor no es solo religiosa, sino que también enfrenta problemáticas complejas como la contaminación, la explotación de recursos, la minería ilegal y el VIH, lo que hace que la parroquia sea más que un espacio de oración, convirtiéndose en un centro de acompañamiento y lucha por la dignidad de las personas.

Además, vivir esta realidad le permitió salir de la comodidad que implica la vida de estudiante y entregarse de lleno a la misión. Fue un desafío que lo llevó a reafirmar su llamado, entendiendo que la vocación jesuita es un compromiso total con los más vulnerables. En medio de la crudeza de la realidad, también encontró signos de esperanza, lo que hizo de esta experiencia algo profundamente transformador.

Una voz desde la selva

Si Junior pudiera transmitir un mensaje en nombre de las comunidades con las que compartió, sería su profundo deseo de preservar su cultura e identidad. «Ellos valoran sus costumbres, su lengua, sus rituales y no quieren ser vistos como algo exótico o ajeno», nos contó. «Piden ser reconocidos y recordarnos que la vida en un país no se limita a sus capitales, sino que también existe en estos territorios muchas veces olvidados».

Antes de terminar, le preguntamos qué les diría a quienes están por vivir una experiencia similar, su respuesta fue clara y sincera: «Vayan con el corazón abierto. Es una gracia ser enviado a estos lugares y recibir los múltiples regalos que ofrecen. Es una oportunidad para aprender, para crecer y, sobre todo, para reenamorarse de la vocación».

Su testimonio nos deja una certeza: la misión en la Amazonía no solo transforma a quienes la reciben, sino también a quienes la viven.

Disponible en portugués e inglés

Por: Tiffany Trejo

Oficina de Comunicación de la CPAL

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