Hermanos jesuitas: un camino diferente, una misma misión

Cuando mucha gente piensa en los jesuitas, suele imaginarse a hombres con casullas o alzacuellos, predicando homilías, celebrando misas y desempeñando otras funciones sacerdotales. Lo que tal vez no les venga a la mente es el otro camino dentro de la vocación jesuita: los Hermanos jesuitas. Se trata de hombres que han elegido un camino que no implica la ordenación, pero que tiene todo que ver con la pasión, la fe y el servicio con el deseo de transformar el mundo. Mientras que los sacerdotes jesuitas son generalmente bien conocidos, los Hermanos jesuitas son los héroes a menudo olvidados, que también han dado forma a las misiones jesuitas en muchos lugares, gracias a su resistencia y a su coraje.

Los Hermanos jesuitas, como cualquier otro jesuita, hacen votos de pobreza, castidad y obediencia en la Compañía de Jesús, pero su formación no conduce al sacerdocio ministerial. Sin embargo, esta distinción no hace que su trabajo sea menos significativo. La 34ª Congregación General (el máximo órgano de decisión de la Compañía de Jesús) lo explica claramente: “todos los miembros de la Compañía, en situaciones sociales y culturales diversas, hemos sido agraciados con la misma llamada a seguir a Jesús pobre y humilde; hemos escuchado la misma invitación a servirle en su Iglesia; y hemos sido igualmente enviados a la misma misión” (CG 34, d.7, n.4).

De los casi 14.000 jesuitas que hay en el mundo, 10.159 son sacerdotes y 768 son Hermanos (a 1 de enero de 2024). El resto son novicios y escolares. Una combinación de factores es responsable de este número comparativamente más bajo de Hermanos – una comprensión inadecuada de la vocación del Hermano jesuita, razones históricas y contextuales, y una comprensión ligeramente distorsionada de la vocación jesuita que está predominantemente eclipsada por el ministerio sacerdotal, entre otros.

En un paso significativo para profundizar y promover más vocaciones de Hermano en la Compañía, el Padre General Arturo Sosa, el 31 de octubre de 2024, ha establecido una Comisión Internacional sobre el Hermano Jesuita (CIJB). La CIJB se basa en el trabajo de la Asamblea Internacional de Hermanos Jesuitas (AIJB) que reunió, en Roma en julio de 2022, a 40 Hermanos de diversos orígenes para una semana de reflexión y oración.

La recién creada Comisión se centrará en tres áreas fundamentales: la identidad y la misión del Hermano jesuita para formular mejor cómo los Hermanos encarnan el carisma y la vida-misión de la Compañía en el mundo de hoy, la promoción de la vocación del Hermano jesuita en diversos contextos culturales y de una manera que sea comprensible y atractiva para los jóvenes, y proponer directrices para la formación de los Hermanos jesuitas, teniendo en cuenta sus dones y capacidades, garantizando al mismo tiempo la plena transmisión del carisma por el que se incorporan al único cuerpo universal de la Compañía de Jesús.

Aunque la misión de los Hermanos jesuitas no les exija celebrar misas o escuchar confesiones, su forma innovadora de compartir la misión jesuita les lleva a estar presentes en diversos entornos, dando testimonio de Dios y llevando el carisma ignaciano a las aulas, los laboratorios de ciencias, los talleres o los centros comunitarios. Los Hermanos son científicos, artistas, activistas, administradores y artesanos. Viven, de una manera especial, la llamada de San Ignacio a “encontrar a Dios en todas las cosas”, mientras trabajan de maneras poco convencionales, pero significativas, para construir el Reino de Dios. Con su base espiritual, son un puente entre lo secular y lo sagrado, mostrando al mundo que no es necesario ordenarse sacerdote para tener un impacto en la sociedad impulsado por la fe.

Quizá uno de los ejemplos más inspiradores de hermanos jesuitas sea san Alonso Rodríguez, un jesuita del siglo XVI cuya santidad brilló incluso en su trabajo más humilde: fue portero durante 45 años en el colegio de los jesuitas de Mallorca, España. Alonso encontró un profundo ministerio en acoger a los huéspedes con respeto, amabilidad y sabiduría espiritual. El propio Alonso no era ajeno al sufrimiento. Antes de entrar en la Compañía de Jesús, había estado casado y tenía tres hijos, pero su mujer y todos sus hijos murieron. Aunque inconsolable por la muerte de su familia, Dios llevó a Alonso a una relación íntima consigo mismo y le enseñó a transformar esa experiencia para irradiar una profunda paz y humildad hacia todos los que cruzaban las puertas del colegio. Haciendo lo ordinario, Alonso invitaba a todos a lo extraordinario, tocando vidas con su presencia y atención. Para este humilde santo, la santidad estaba en los detalles, no en un gran título o cargo. Todo lo que necesitaba era una puerta y una sonrisa, y abría las puertas de los corazones de muchos.

En un mundo que celebra los títulos y el estatus, los Hermanos jesuitas destacan por recordarnos la belleza de la sencillez. Su vocación demuestra que un trabajo significativo, inspirado por la pasión, un profundo amor a Dios y un compromiso de servicio puede crear un cambio duradero. Los Hermanos revelan que la fe es algo más que palabras: es un estilo de vida que puede vivirse dando claro testimonio de la profundidad de la consagración mediante la dedicación gozosa y amorosa de uno mismo a Nuestro Señor. Los Hermanos jesuitas son parte integrante del latido del corazón de la Compañía de Jesús – firme, intenso y constante –, recordándonos que más allá de las funciones sacerdotales, todo el mundo está invitado a responder a la llamada de Dios.

Con información de Jesuitas Global

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