31 julio, 2025
Editorial del informativo InfoCPAL – Edición #4, correspondiente al mes de julio
Una espiritualidad comprometida
Este 31 de julio de 2025, al celebrar la fiesta de San Ignacio de Loyola, sintámonos llamados a desinstalarnos para vivir su legado con la mística de los ojos abiertos.
Una mística que se encarna en la realidad cultural, social y eclesial; que se involucra en los cambios políticos y económicos de nuestros tiempos; que nos moviliza a trabajar por ambientes sanos y seguros, y a luchar juntos por construir la paz y promover la Esperanza.
La espiritualidad ignaciana nos impulsa a una percepción profunda, a usar todo nuestro ser para identificar, oír, discernir y responder a los impulsos del corazón; a dar nombre a las llamas que se encienden en la búsqueda del bien mayor, sin perder de vista que nuestro mayor bien es Jesucristo.
Somos invitados a proponer y vivir encuentros profundos con el Hijo de Dios encarnado, para discernir nuestro rol en la Iglesia y en la sociedad de hoy. Nos encarnamos en cada contexto, allí donde estamos, y, en medio de esta realidad, tenemos una vocación de ser señal de esperanza y promotores de paz. Podamos hacer nuestras las palabras del Papa León XIV: “Para que esta paz se difunda, emplearé todos mis esfuerzos.”
Nuestra espiritualidad nos pone siempre en actitud de acogida y compasión por los más necesitados. Cada persona que se acerque a nosotros y a nuestras obras debe encontrar un espacio privilegiado de silencio, reflexión y oración, donde pueda descubrir su vocación, y sentirse motivado a realizar sus elecciones para vivir plenamente su ser persona humana, hijo de Dios.
La Espiritualidad ignaciana no nos encierra o deja paralizados en el intimismo; más bien, nos lleva hacia adentro, al encuentro con las mociones y deseos más profundos para lanzarnos al encuentro del otro, a ensuciarnos las manos e implicarnos con los demás seres humanos, así como con el cuidado del Planeta, que clama por nuestra colaboración y fraternidad; él espera que nos sintamos parte suya y que le permitamos ser parte de nosotros.
No nos olvidemos que San Ignacio nos invita a vaciarnos, a despojarnos de nosotros mismos, de nuestros apegos, para vestir la armadura de la indiferencia, que es libertad, dejando que algo nuevo nazca en nosotros, como él lo hizo en Monserrat ante nuestra Señora y, así, liberados de nuestros egoísmos, velar en silencio y hacernos uno en el seguimiento de Jesús, nuestro Señor.
Hemos recibido un gran tesoro de San Ignacio, en el cual toda persona puede sentirse incluida, llamada a cultivar la virtud de la vigilancia, con atención continua, buscando y hallando a Dios en todas las cosas: un Dios que nos habita y habita su Creación.
Estamos llamados a leer y releer su Presencia en cada acontecimiento, y a dejar que nos transforme. Hacer del discernimiento espiritual personal y comunitario una actitud de vida nos mantiene con la «luz del semáforo en estado amarillo», atentos para a avanzar con humildad, acogida y respeto, para que cada persona se sienta vista, valorada y acompañada. Y a poner luz roja a la situación de injusticia y de muerte.
Recordemos las palabras de Teilhard de Chardin: “Yo me adhiero a la potencia creadora de Dios; coincido con ella; me convierto no solo en instrumento, sino en su prolongación viviente.” Dios en nosotros y con nosotros nos permite hacer el bien y ser prolongación de sus acciones en el mundo.
Que en este año jubilar la fiesta de Ignacio nos impulse a fortalecer nuestro servicio de calidad y en comunidad, animado e impulsando las Redes y encontrando a Dios todas las personas para que, amándolas y sirviéndolas, podamos avanzar con Jesucristo, inspirados por el soplo de su Espíritu, como peregrinos de la esperanza, hacia el Reino soñado por el Padre Dios.
Editorial InfoCPAL