21 mayo, 2025
Por: Tiffany Trejo
Juan Carlos Zavala Jonguitud, conocido como Toby, es un escolar jesuita mexicano originario de San Luis Potosí. Su vocación jesuita nació, inesperadamente, mientras realizaba una experiencia de voluntariado en el sur de México con comunidades indígenas, lo que despertó en él un profundo deseo de servir en los márgenes de la sociedad. Su interés por las realidades sociales y espirituales de las comunidades más vulnerables lo llevó a unirse a la Compañía de Jesús, y durante su formación, encontró una conexión especial con la espiritualidad indígena. Esta es la cuarta y última entrevista de la serie Jesuitas en Formación viviendo la Misión, en la que hemos explorado cómo estos jóvenes escolares jesuitas vivieron sus apostolados en los territorios prioritarios de la Conferencia. A través de sus testimonios, hemos visto que la vocación no solo se descubre, sino que se vive y se experimenta de manera profunda a través del servicio en las periferias del mundo.
En el corazón de la misión: El encuentro con la Cuba real
En sus primeros años como jesuita, Toby experimentó una profunda conexión con la espiritualidad indígena, en ella descubrió una invitación a vivir en contacto con las realidades sociales y espirituales de las comunidades más necesitadas. Durante su formación teológica en Brasil, surgió la oportunidad de realizar una misión en Cuba. Aunque la Amazonía peruana también le atraía, fue Cuba la que, por su contexto, despertó un profundo interés en él. “Siempre me atrajo la idea de una iglesia humilde, en contacto directo con su pueblo. Cuba representaba eso: una iglesia pequeña, pero profundamente conectada con la vida de las personas. Quería ver si realmente era así”, explica Toby, quien aceptó esta misión, sabiendo que sería un viaje que marcaría tanto su vida como su vocación.
Al llegar a Cuba, Toby se encontró con una realidad muy diferente a la que había experimentado en Brasil o México. Desde el principio, se dio cuenta de la precariedad material que atraviesa la isla, una escasez de recursos que afecta lo más básico, desde los alimentos hasta la movilidad de las personas, limitadas por la falta de vehículos y combustible. Sin embargo, lo que más lo sorprendió no fue solo la pobreza, sino la capacidad de los cubanos para resolver diariamente las necesidades más básicas de la vida, y poder encontrar alegría y esperanza a pesar de la adversidad. “La lógica en Cuba no es la lógica del mundo. Todo está marcado por la escasez, y la gente aprende a encontrar soluciones donde parece no haberlas”, reflexiona Toby. Este descubrimiento le permitió ver cómo, en medio de la carencia material, la vida sigue siendo rica en humanidad, fe y resiliencia.



El primer encuentro de Toby con la comunidad cubana fue con un grupo de jóvenes que participaban en un encuentro de formación. Estos jóvenes, llenos de inquietud y deseo de acercarse a su fe, sorprendieron profundamente a Juan Carlos. Primero, porque no son católicos por tradición sino por convicción, su fe es una decisión consciente y personal. Y esa fé se vive en un contexto muy dificil, en donde el mayor sueño de los jóvenes cubanos es salir de la isla. “Era impactante ver cómo estos jóvenes, en lugar de hablar de viajes o de buscar una vida mejor fuera de Cuba, hablaban con entusiasmo sobre cómo vivir su espiritualidad en medio de la adversidad. Me conmovió profundamente la sinceridad en su deseo de acercarse a Dios”, comparte Toby, quien vio en ellos una fe viva, sincera y dispuesta a resistir las dificultades del día a día.

A lo largo de su misión, Toby también dedicó su tiempo a la visita a los enfermos y ancianos, en particular en Santiago de Cuba. En estas visitas, la situación de las personas se le presentó de forma directa y desgarradora. La falta de alimentos básicos, la escasez de gas y otros recursos esenciales creaban un escenario donde la vida diaria era un desafío constante. “Recuerdo la visita a una señora enferma que, a pesar de su salud deteriorada, me hablaba de sus nietos y sus hijos con tanto amor y esperanza, que sentí que su fe, aunque frágil físicamente, era inquebrantable”, comenta Toby, conmovido por la capacidad de estas personas para encontrar fortaleza en medio de su fragilidad.
Sin embargo, uno de los momentos más significativos y transformadores para él ocurrió cuando ofreció la Eucaristía a una anciana en Santiago de Cuba. La señora, afligida por su estado de salud, rechazó el sacramento. “Me dijo que no podía recibir la comunión porque muchas veces le pedía a Dios que ya no quería vivir, que prefería morir y que eso era pecado. Fue un momento tan intenso que me dejó sin palabras”, recordó Toby con mucha nostalgia en sus ojos. Este encuentro le enseñó una lección profunda sobre la fragilidad humana y la manera en que las personas lidian con el sufrimiento y la muerte. «Le expliqué que la Eucaristía es precisamente para esos momentos de angustia, para encontrar consuelo, pero ella no podía entenderlo. Fue un reto no solo espiritual, sino también emocional, porque no encontraba las palabras para consolarla; finalmente, después de realizar una oración, ella aceptó recibir la eucaristía sabiendo que no es premio para los perfectos, sino alimento para los pecadores.”, comentó.
Este particular encuentro le permitió comprender que el verdadero acompañamiento no siempre se trata de ofrecer respuestas, sino de estar allí, en el silencio, de escuchar y respetar las luchas internas de cada persona. «Aprendí que muchas veces lo único que uno puede ofrecer es su presencia. La verdadera misión es caminar junto a las personas en sus momentos de incertidumbre y dolor», reflexiona Toby, con una mirada profunda que revela la sencillez y la autenticidad con las que vivió su servicio. Para él, la misión no es solo un acto de dar, sino también de recibir: el aprendizaje que se obtiene al compartir el caminar de la vida con los demás.
La experiencia en Cuba también le permitió a Juan Carlos entender que la esperanza, en este contexto tan difícil, no siempre es visible. “La esperanza en Cuba no se ve. No es algo tangible, es una fuerza invisible, pero está allí. La esperanza está en la relación con Dios, en la certeza de que, aunque la vida se desmorona a nuestro alrededor, Dios sigue sosteniéndonos”, reflexiona.
El desafío de vivir en la austeridad
Toby aprendió a valorar lo intangible en la misión, y desde la serenidad que refleja el impacto profundo que esta experiencia dejó en su vida y vocación jesuita, afirma: «La misión no siempre tiene frutos visibles, pero eso no significa que no estemos haciendo el trabajo que Dios nos ha encomendado. A veces, lo único que tenemos para ofrecer es nuestra presencia, y eso ya es suficiente; nosotros, los jesuitas, estamos acostumbrados a pensar que el trabajo que realizamos tiene que dar frutos visibles y medibles. Pero en Cuba, ese no es el caso; vivir aquí me ayudó a relativizar lo que consideramos ‘necesario’. Nos acostumbramos a pensar que el servicio es eficaz solo si se ve el impacto tangible, pero en Cuba todo es diferente. La misión no se mide por el número de personas convertidas o el impacto inmediato que tenga, sino por la fidelidad al servicio y la presencia constante. A veces no sabemos lo que estamos logrando, pero sabemos que nuestra presencia es importante, que estamos allí para acompañar”.
El desafío de vivir en Cuba también radica en la falta de confianza en los extraños. Como extranjero, Toby sentía que muchas relaciones estaban mediadas por la percepción de que él, como jesuita y extranjero, tenía recursos que la comunidad necesitaba. “Muchas veces se acercaban a mí porque pensaban que, como extranjero, podía ofrecer algo material, como dólares o ayuda económica. Es complicado cuando la relación se basa en esa expectativa; es difícil saber si alguien se acerca a ti por lo que representas o por lo que puedes dar”, comenta Toby. Sin embargo, fue también en esos momentos de dificultad cuando aprendió a estar presente con mucha más humildad y sin expectativas, viviendo el servicio como un don.
En sus visitas a los asilos y comunidades, la música se convirtió en un puente que lo unió con los demás. “Me di cuenta de que la música tenía un poder especial. Empecé a cantar con los ancianos, y lo que comenzó como una forma de alegrar el día, se convirtió en un gesto de profunda solidaridad. La música, algo tan simple, creó un espacio de fraternidad y alegría en medio de la dificultad”, comparte Toby, quien nunca imaginó que la música mexicana, algo tan cercano a él, se convertiría en un punto de conexión tan poderoso con la gente de Cuba.

Se podría decir entonces, que la música no solo fue una forma de entretenimiento, sino una herramienta de sanación y unidad. «Cantar juntos, aunque sea en medio de la precariedad, era un acto de esperanza. A través de la música, compartíamos un momento de paz, de alegría, de humanidad», explica. Estos momentos musicales no solo trajeron consuelo a los ancianos, sino que también le mostraron a Toby el verdadero sentido del acompañamiento: estar ahí, compartir lo que uno tiene, aunque no sea material, y ser testigo de la vida de los demás.
En estos pequeños gestos, Toby entendió la misión de una manera más profunda. La misión no se trata de cambiar el entorno o de transformar a las personas según los propios estándares, sino de caminar junto a ellas, de aprender de su resiliencia y de ofrecer lo que se tiene: presencia, escucha, amor. A través de la música, el servicio y el acompañamiento, este escolar jesuita encontró una nueva forma de ver su vocación: un camino de humildad, servicio y solidaridad, donde lo más valioso no es lo que uno da, sino lo que uno es capaz de recibir en el proceso.
El impacto de la misión en su vocación
Lo que más marcó a Toby en Cuba fue el descubrimiento de la fe vivida en condiciones extremas. «La fe de las personas cubanas es algo que me impactó profundamente. No tienen lo que nosotros consideramos ‘básico’, pero tienen una fe sólida y una esperanza que no se mide por lo material», reflexiona. Esta experiencia lo ha transformado y le ha dado una nueva perspectiva sobre lo que significa ser jesuita: “Ser jesuita no es solo estar en el ámbito académico, sino estar en los lugares donde nadie más quiere estar. Es estar allí, en medio de la pobreza, la fragilidad, pero también en la esperanza de un Dios que sostiene todo. Esta misión me reafirmó en el llamado a servir en lugares de frontera, donde la vida se vive de una manera distinta, pero donde la necesidad de Dios es más urgente. Ya sea en Cuba, en las comunidades indígenas de México, o en cualquier otro lugar, sé que mi misión es estar ahí, al servicio de los más necesitados”, dice con convicción.

Una frase que Toby compartió con mucha emoción durante nuestra entrevista, y que resume perfectamente su experiencia en Cuba, es la de Monseñor Óscar Romero, quien antes de ser reconocido como defensor de los pueblos, escribió en su diario espiritual: “Yo soy nada, tú eres todo, y, sin embargo, tu amor quiere que seamos mucha cosa. Con tu todo y con mi nada, haremos ese mucho”. Para Toby, esta cita refleja profundamente su vivencia como jesuita. Consciente de su propia limitación, se siente confirmado en que, con la grandeza de Dios y su pequeña contribución, se puede hacer mucho en este mundo tan complejo. Además, Toby se lleva una lección poderosa sobre la esperanza, citando a San Pablo: “La esperanza que se ve no es esperanza, porque ¿quién espera lo que ya conoce?” Romanos 8:23-25. Para él, Cuba le enseñó que, aunque la esperanza no siempre es visible, siempre está presente en el esfuerzo por construir un mundo más humano.
– Jesuitas en Formación viviendo la Misión –
A lo largo de esta serie de entrevistas, hemos sido testigos de la transformación que experimentaron estos escolares jesuitas al vivir su misión en territorios prioritarios de la Conferencia. Cada uno, desde su propia experiencia, nos ha compartido cómo el servicio se convierte en un camino de aprendizaje constante, un proceso en el que la solidaridad, el acompañamiento y la esperanza se entrelazan para enfrentar las realidades más difíciles.
El acompañamiento ha sido un valor fundamental que ha guiado cada uno de estos testimonios. Aprender a caminar con las comunidades, a compartir sin juzgar, a estar presentes en los momentos de dolor y esperanza, ha sido una constante en sus historias. Todos ellos nos han mostrado que la vocación jesuita no se define solo por el conocimiento, sino por el compromiso activo con los más vulnerables, aquellos que viven en los márgenes de la sociedad.
La vocación no es un camino solitario, sino una respuesta compartida al llamado de Dios. Nos sentimos agradecidos y privilegiados por haber podido escuchar estas historias, y esperamos que sirvan de inspiración para otros jesuitas, animándolos a compartir sus propias experiencias y a continuar en el camino del servicio. La misión sigue viva, y las voces de estos escolares nos recuerdan que, más allá de las dificultades, la misión transforma no solo sus vidas, sino también las de quienes acompañan.
Tiffany Trejo – Oficina de Comunicaciones de la CPAL