En la vasta extensión del cosmos, donde colisionan cuestiones de existencia y significado, existe una intersección única de fe y ciencia. Una convergencia encarnada por los astrónomos jesuitas.

En el observatorio del Vaticano, varios jesuitas se adentran a diario en las profundidades del universo. Sus viajes están marcados por su doble identidad de científicos y hombres de fe. Durante siglos, los jesuitas han tenido una presencia importante en el campo de la astronomía.

Varios jesuitas incluso han dado su nombre a cráteres lunares y asteroides en reconocimiento a su contribución.

Pero, ¿qué define el enfoque jesuita de la ciencia? No es una metodología prescrita, sino más bien una disposición interior, una apertura profundamente arraigada a lo trascendente, entretejida en el tejido de la exploración cotidiana. Mediante la fusión de la investigación científica y la espiritualidad ignaciana, para un jesuita “conocer” va más allá de la mera recopilación de hechos.

Se trata de vivir, acompañar y sentir, una experiencia compartida que enriquece la comprensión. Mientras que muchos ven la ciencia más como un obstáculo que como una ayuda para la fe, estos astrónomos jesuitas muestran que la ciencia también puede llevarnos a profundizar en nuestra fe. En el corazón de este enfoque se encuentran los Ejercicios Espirituales transmitidos por San Ignacio de Loyola. A través de los Ejercicios, los jesuitas cultivan una profunda relación con Jesús, que inspira su búsqueda del conocimiento científico. Para los astrónomos jesuitas, ser científico no es sólo una profesión. Es un modo de ser arraigado en el respeto y el amor a Dios, a la humanidad y al mundo natural.

Está en consonancia con la naturaleza encarnada de la espiritualidad jesuita: encontrar a Dios en todas las cosas. Su viaje es un testimonio de la armoniosa convergencia entre fe y ciencia.

 

Con información de jesuits.global