Informe del Servicio Jesuita a Migrantes El Alto - Bolivia sobre la situación migratoria de la frontera entre Chile y Bolivia, así como la problemática que surge en el pueblo de Pisiga.
Chile es el país donde desean llegar la mayoría de ciudadanos y ciudadanas venezolanas que salen de su país. Hace menos de 7 días el gobierno de este país decretó el Estado de Excepción en cuatro provincias en los sectores fronterizos: las provincias de Arica, Parinacota, Tamarugal y del Loa, estado que se dio por los hechos de violencia que sucedieron en aquel territorio. Esta acción está generando una nueva crisis migratoria en la frontera entre Bolivia y Chile. Crisis que tiene varios rostros, porque aunque los más vulnerables son los grupos de migrantes, también hay otros actores a quienes afecta esta difícil situación.
De este modo, los pobladores de Pisiga son testigos una vez más de la inmensa cantidad de personas que desean pasar la frontera, sin embargo, por el Estado de Excepción no pueden hacerlo. Esta medida afecta a toda persona que desee ingresar a territorio chileno, y si salen de Chile, se les prohíbe el retorno, por esta razón grupos de personas bolivianas –que viven y trabajan en Chile– también están varados en Pisiga. A este grupo se suman los interminables grupos de personas venezolanas que llegan a esta población, a pesar de que conocen la nueva normativa del Estado chileno.
Por esta situación el equipo del SJM de El Alto viajó a Pisiga el 19 de febrero pasado. Al llegar a aquella población constató que los migrantes venezolanos, haitianos y ciudadanos bolivianos se encuentran en las calles de Pisiga. Este lugar tiene una población pequeña, y uno de los primeros comentarios que se escuchan entre la gente del lugar es que por primera vez, en mucho tiempo, no se realizará el intercambio en la feria quincenal, ya que esta se desarrolla en ambos territorios. El intercambio comercial es muy importante para las poblaciones fronterizas, es por esto que la gente del lugar muestra su disgusto ante la medida y algunos, lamentablemente, señalan a los migrantes venezolanos como “culpables” por lo que está sucediendo.
En el tiempo que el SJM estuvo en Pisiga conversó con diferentes personas, entre ellas trabajadoras de alojamientos, quienes comentaron que la población no tuvo agua aproximadamente durante 5 días. El viernes retornó el agua, pero después de las 5 de la tarde varios de los servicios sanitarios cerraron por falta de este elemento. En la conversación también narraron que la gente trata de pasar al lado chileno en las madrugadas. Para tener un “guía” deben pagar $10 (dólares americanos), o 70 Bs. Esto es evidente ya que, desde que el equipo llegó a Pisiga, se acercaron varios jóvenes proponiendo el paso hasta el otro lado de la frontera. También refirieron que la madrugada del viernes la policía chilena detuvo a varios grupos de personas y a sus “guías”, que ingresaron irregularmente a territorio chileno.
Al respecto los pobladores dijeron que las personas que realizan este tipo de acciones tienen cárcel en Chile, y si los dejan libres, les quitan la posibilidad de entrada a aquel país.
Otro importante contacto que tuvo el SJM fue con algunos grupos de migrantes venezolanos que pernoctan en Pisiga hace varios días, ellos cuentan que los pobladores, especialmente la gente del comercio, no les dan un buen trato y están subiendo los precios de los productos y alimentos. Muchos de estos grupos viajan con niños y adolescentes. Una mujer adulta comentó que es muy triste que por algunos compatriotas, que hacen acciones delictivas, todos se ven afectados negativamente: "Nosotros somos personas de bien, mi esposo trabaja en albañilería, y yo quiero que mi hija siga estudiando, por eso salí de mi país". Una joven que estaba junto a ella dijo: "yo soy licenciada, y aquí estoy durmiendo en esta carpa porque en Venezuela no tengo trabajo, no hay dinero que alcance…"
En el transcurso del día el equipo SJM, entre la 1 y 2 de la tarde, pudo observar a un grupo de unas 50 personas que estaban en territorio chileno, todo el grupo, haciendo una fila caminó, junto al personal chileno, hacia territorio boliviano. La mayoría, sino todos, eran bolivianos. Los llevaron a las instalaciones de la Aduana Boliviana y no se pudo saber las condiciones por las que retornaban al país.
A estas escenas se suma la intensificación del resguardo militar en el lado chileno, especialmente en el camino de trocha, donde las personas bolivianas, venezolanas y haitianas, junto a su equipaje, esperan un milagro para poder pasar. Sin embargo, el panorama muestra que esto es imposible. Esporádicamente, los carabineros chilenos gritan desde su frontera: "no hay paso ni ahora ni en la noche, ¡váyanse!". En el lado boliviano solo se observó a dos militares, uno de ellos explicó que son parte del Comando Estratégico Operacional de lucha contra el contrabando (CEO-LCC), y no intervienen directamente en temas relacionados con migración.
El Estado de Excepción decretado por el gobierno chileno, el contacto en frontera de diversas culturas, la vulnerabilidad de las personas migrantes, el recelo que se genera en la población de acogida, el actual estado de ciudadanos bolivianos (que residen en Chile) que temen perder su trabajo porque no pueden ingresar a territorio chileno, y los más de 300 camiones que son los únicos que, muy lentamente empezaron a ingresan a territorio chileno, pasado el mediodía; son los múltiples rostros que están presentes en la frontera Pisiga (Bolivia) y Colchane (Chile), donde el comercio se vive en paralelo al tráfico de personas y con la misma naturalidad con la que se transporta el contrabando.
Imágenes e información del SJM El Alto - Bolivia