Los jóvenes viven en tres casas del Hogar de Cristo en Quilmes (Argentina), pertenecientes a la Provincia jesuita de Argentina - Uruguay. Veinte jóvenes pudieron participar de la experiencia gracias al Programa Claver de la CPAL.
Por segunda vez en el año hemos podido ofrecer 5 días de Ejercicios Espirituales para otro nuevo grupo de jóvenes que ingresaron al proyecto Hogar de Cristo que llevamos en nuestras dos parroquias de la diócesis de Quilmes (Argentina).
El desafío fundamental para estos jóvenes en recuperación de sustancias adictivas es el de ofrecer lo mejor que recibimos en herencia del liderazgo de san Ignacio, la espiritualidad de los Ejercicios.
Esta tanda ha significado una profundización del método y la práctica del discernimiento para afianzar lo que ya vienen trabajando en el proyecto de acompañamiento del Hogar.
Los cuatro jesuitas de la comunidad “Mártires Riojanos”, y un grupo de colaboradores voluntarios de las dos parroquias, fuimos instrumentando un itinerario de contención y preparación para ofrecer herramientas espirituales, psico-afectivas y de convivencia comunitaria para los jóvenes de situación de calle que piden comenzar la recuperación.
Además del acompañamiento en la vida cotidiana -diversos modos de orar, catequesis básica, examen del día-, comprobamos que los ejercicios en silencio, en un ámbito distinto al de las actividades habituales, no solo es una siembra de esperanza sino también un derecho que podemos ofrecer para la dignificación de los más pobres.
Hemos vivido cinco días intensos, palpando las heridas de vida y vulnerabilidades muy profundas, difíciles de abordar con las habituales herramientas humanas de rehabilitación. El tesoro de los Ejercicios brinda la posibilidad de un encuentro personal con el Señor, que con su gracia repara y transforma desde lo más interior de cada persona.
Dios nos ha confirmado con abundante consolación espiritual; esperamos que los frutos se sigan desarrollando a lo largo de sus vidas, así como también en las nuestras y de los colaboradores del Hogar.
Los frutos más destacados fueron el reconocimiento del pecado con sus consecuencias, la misericordia del Señor -tan incondicional como gratuita-, la sanación comenzada por sus “sí, acepto” a dejarse ayudar y la fortaleza de la gracia -que es la que posibilitará lo extraordinario- en el transcurso de sus proyectos de vida.
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