El P. Melloni, en este ensayo, nos dice que Ignacio se dejó guiar fascinado por Jesús: por su conjunción entre ternura y vigor, por su amor que no excluía a nadie (a imagen del Padre), viviendo la radicalidad ardiente de las Bienaventuranzas. Que fue un mistagogo, Pedagogo del «Misterio» de la Justicia. Presentar así Ignacio de Loyola, como un mistagogo, implica distinguir los dos momentos de todo proceso iniciático: el propio recorrido del mistagogo, su aprendizaje hasta convertirse en maestro, y después, la pedagogía (mistagogía) que ofrece para iniciar a los demás. Sus pasos trazaron un camino y éste es el que se disponea recorrer, después de que ello empezara hace ahora quinientos años.