El discernimiento es un proceso de gracia. No es una conquista, sino un don libre y gratuito de Dios. No es posible, por tanto, un discernimiento espiritual, a no ser dentro de un clima de fe, esperanza y caridad. Esas virtudes teologales crean el ambiente espiritual necesario. La tradición de la Iglesia ha acentuado continuamente la importancia fundamental de la oración para mantener el clima teologal, el humus nativo del discernimiento. Porque no estamos discerniendo la táctica de una operación puramente sociopolítica. Tratamos de encontrar las mediaciones concretas para realizar el Reino de Dios, que es fruto del don y de la actividad, de la gracia y de la decisión. Y la oración desempeña aquí un papel fundamental.