El fin del discernimiento es siempre la acción: “recibir o lanzar” en lenguaje ignaciano. Esto es verdad, tanto si esa acción se realiza al interior como al exterior de nosotros mismos. Esto quiere decir que el discernimiento -evidentemente que con ciertos presupuestos - nos debe ayudar en la toma de decisiones, tanto en las decisiones diarias como en las decisiones que afectan el conjunto de nuestra vida y que, por su propia naturaleza, se dan una o pocas veces en nuestra historia personal. El documento trata sobre cómo encarar los diversos tipos de discernimiento, los presupuestos del mismo, su materia o contenido y su desarrollo práctico.