En este texto el autor, Darío Mollá, reflexiona sobre la realidad de los jesuitas, de la espiritualidad ignaciana, de la concepción que las personas tienen de la orden y, también, lo que realmente significa el "Más" ignaciano.
Afirma que, en los Ejercicios Espirituales, el "más" y el "todo", se repiten con bastante frecuencia y el énfasis que dichos términos tienen en la espiritualidad ignaciana.
Finaliza sus reflexiones sobre el «más» ignaciano presentando un ejemplo concreto de lectura actualizada de ese «más». Es un documento oficial de la Compañía, por tanto un texto de autoridad, dirigido a un ámbito concreto, importante y universal que es el de la educación, y que puede resultar de interés para muchos de los lectores. Como el documento al que pertenece no es de fácil acceso, copiaré con amplitud sus aportaciones. Los párrafos que transcribo corresponden a los números 107 a 111 del citado documento. La traducción primera que hace del «más» es el de la «excelencia» en la acción formativa. En la educación de la Compañía, el criterio de excelencia se aplica a todas las tareas de la vida de la escuela: la intención es el desarrollo más completo de todas las dimensiones de la persona, unido al desarrollo de un sentido de los valores y de un compromiso al servicio de los demás, que otorga prioridad a las necesidades de los pobres y está dispuesto a sacrificar el propio interés por la promoción de la justicia (107).
La excelencia, del mismo modo que los demás criterios ignacianos, es determinada por ‘las circunstancias de lugares y personas’ […] Buscar el magis es, por consiguiente, proporcionar el tipo y nivel de educación… que mejor responde a las necesidades de la región en que la escuela está localizada (108).
‘Más’ no implica una comparación con otros ni una medida de progreso en relación con un nivel absoluto. Más bien es el desarrollo más completo posible de las capacidades individuales de cada persona en cada etapa de su vida… y la motivación para emplear al servicio de los demás las cualidades desarrolladas (109).
Una intención tradicional de la educación de la Compañía ha sido formar ‘líderes’: hombres y mujeres, que asumen posiciones responsables en la sociedad, por medio de las cuales ejercen un influjo positivo en otros. Este objetivo ha conducido, a veces, a excesos que deben ser corregidos. Cualquiera que pueda haber sido el significado de esta idea en el pasado, la meta de la educación de la Compañía en la comprensión actual de la visión ignaciana del mundo, no consiste en preparar una élite socioeconómica sino, más bien, en educar líderes en el servicio […] (110).
[…] La decisión de seguir a Cristo, tomada por amor, conduce a un deseo de hacer cada vez ‘más’, capacitándonos para convertirnos en agentes multiplicadores […] (111).
Sin duda, quien haya leído hasta aquí, encontrará el eco de muchas de las afirmaciones y reflexiones hechas sobre el más ignaciano. Igualmente, son un ejemplo concreto de cómo se puede aplicar y vivir el «más» en las tareas cotidianas. El amor a Cristo como fuente y alimentación, el discernimiento como criterio de aplicación, y el servicio como horizonte son los que dan, entonces y hoy, el marco adecuado para la comprensión verdadera del «magis» ignaciano.