Discernir es aprender a reconocer por dónde nos quiere llevar Dios para “dejarnos llevar por Él”, para colaborarle, por lo menos, para no estorbarle. Por esto no es algo simple sino un proceso que supone, en primer lugar, que como persona me haya acostumbrado a optar por principio por la vida. Requiere tener el hábito de buscar y elegir lo que nos da vida y lo que da vida a otros; implica que me importen los demás y, sobre todo, los que son mayoría en este mundo. Para que esta opción por la vida sea posible, es necesario haberla descubierto dentro de mí; requiere examen y discernimiento.