El autor desarrolla su artículo con una actitud de interpelación en torno a estos aspectos y preguntas: – El interés moderno y postmoderno por la interioridad, ¿no participa de un flujo poderoso que lleva a centrar el yo en sí mismo y que desemboca en un yo con pocos vínculos, por más que los humanismos cristianos siempre nos empeñemos en ligarlo al otro? – ¿El interés por la interioridad y las prácticas asociadas no son una especie de “mentiras románticas”? – ¿Qué decir de los planteamientos que asocian experiencia espiritual a actividad emocional y plantean el trabajo de la interioridad como un tobogán hacia la fe? – ¿Puede la experiencia de Dios ser el resultado de la aplicación de tecnologías del yo (interiorización) o de metodologías? – Si queremos velar por la interioridad, ¿no habría que dejar a un lado tanta lógica de la actividad y la fortaleza y dar paso a una sabiduría de la pasividad y la debilidad?