El cristianismo comenzó como una comunidad de discípulos y al institucionalizarse se produjo la sacerdotalización y sacralización de sus dirigentes, y, posteriormente, la clericalización de la Iglesia, dividida en jerarquía y laicado. El Concilio Vaticano ii, reunido hace 50 años, replanteó el modelo eclesiológico y abrió la puerta a una nueva manera de entender y de ejercer la ministerialidad eclesial, delineando nuevos caminos que constituyen desafíos a la teología latinoamericana y a las prácticas eclesiales