En estas páginas se presenta a Alfonso Salmerón, el más joven de los diez primeros compañeros. Intelectualmente muy dotado, era una persona sencilla y a la vez problemática bajo varios aspectos. Ignacio decía de él con afecto que era “uno de los dos hipócritas” de la Compañía. El otro era Bobadilla.
Luego de pasar revista a su vida, el autor termina mencionando que: Su audaz libertad y modo de practicar la representación en la obediencia nos enseñan algo importante a superiores y súbditos, no solo de la Compañía sino de la Iglesia y más allá. Pueden ayudar a los que hoy día protestan contra una obediencia vertical y autoritaria o contra una obediencia infantil y servil. Salmerón podría ser el patrono de superiores y súbditos en el arte de mandar y obedecer, conforme a su bella oración:“Nuestro Señor a todos nos de gracia de saber obedecer, y a V.R. de saber mandar y ordenar, para que así todos mejor le sirvamos” (I, 297).