Este año se cumplen el 50 años de la muerte del filósofo Jacques Maritain. Uno de los mayores exponentes de la filosofía francesa contemporánea y del neotomismo, su itinerario existencial e intelectual es extremadamente rico en muchos aspectos, como atestiguan su amplia gama de intereses, actividades y cargos en los más diversos frentes (académico, político, eclesiástico) y, sobre todo, su obra ilimitada [1].
Algunas notas biográficas
Jacques Maritain nació en París el 18 de noviembre de 1882, se licenció primero en filosofía y después en ciencias naturales. Durante su etapa universitaria conoció a Raïssa Oumançoff (1883-1960), judía de origen ruso, con la que compartiría su vida. A pesar de su gran amor, sellado por el matrimonio en 1904, persiste en ambos una inquietud que nada parece apaciguar, hasta el punto de albergar la idea del suicidio. En palabras de Raïssa: «Nuestro perfecto entendimiento, nuestra felicidad personal, toda la dulzura del mundo, todo el arte de los hombres no podían hacernos admitir sin razón – en cualquier sentido que se tome esta expresión – la miseria, la infelicidad, la maldad de los hombres. O la justificación del mundo era posible, y no podía hacerse sin un conocimiento verdadero, o la vida no merecía un instante de atención […], la solución habría sido el suicidio; el suicidio antes de que los años hubieran acumulado su polvo, antes de que nuestras jóvenes fuerzas se hubieran consumido» [2].
El ambiente académico de la Sorbona deja a los dos jóvenes estudiantes completamente insatisfechos, debido al materialismo cientificista y a la ausencia de una perspectiva capaz de justificar la esperanza. Esta visión de la vida agrava su profundo y desesperado pesimismo. Algunos encuentros fundamentales, con Charles Péguy, Henri Bergson y, sobre todo, con Léon Bloy, conducen a un giro decisivo, que marca profundamente su trayectoria espiritual, hasta la decisión de convertirse al catolicismo. Raïssa recuerda agradecida ese periodo difícil e intenso en su libro Les grandes amitiés [3].
La lectura de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, junto con las conferencias de Bergson sobre Plotino, mostraron a los Maritain cómo la fe y la razón no constituyen caminos antitéticos en la búsqueda del Absoluto. Por ello, decidieron organizar encuentros para poner en diálogo la filosofía y la teología de Santo Tomás con autores y temas de la cultura contemporánea (los llamados «círculos tomistas»). Durante la Segunda Guerra Mundial, Jacques y Raïssa se ven obligados a emigrar a Estados Unidos; la experiencia del exilio se convierte en motivo de compromiso político. Jacques inicia programas radiofónicos de apoyo a la resistencia y, tras la guerra, acepta el cargo de embajador de la República ante la Santa Sede. Después decidió regresar a Estados Unidos, donde enseñó en las universidades de Princeton y Notre Dame, hasta la muerte de Raïsa, en 1960. Pasó sus últimos años entre los Hermanitos de Jesús.
La filosofía del ser
La conversión religiosa marca profundamente el itinerario intelectual de Maritain. Consciente del impacto devastador que tuvo en él el escepticismo, revaloriza el papel fundamental del concepto en el sentido realista, entendido como acceso a la realidad y, por tanto, como posibilidad de un conocimiento verdadero y riguroso, que no debe considerarse un simple reflejo del propio pensamiento o un modo de «duración» psicológica. El pensamiento es pensamiento del ser, permite un conocimiento objetivo y riguroso. Maritain se protege, así, de las derivas del idealismo, que identifica pensamiento y realidad, y del subjetivismo, que hace imposible justificar el conocimiento.
El análisis del conocimiento y la revaloración de la noción de analogía del ser, capaz de salvaguardar su unidad y su diferencia, permiten, ante todo, sostener la espiritualidad del hombre y la existencia de Dios: «Las operaciones del intelecto humano están en el tiempo y sujetas al tiempo de manera extrínseca […], pero emergen por encima del tiempo, en una duración que es, por así decirlo, una limitación de la eternidad, o una sucesión de fragmentos de eternidad» [4]. En el conocimiento, el intelecto capta por analogía en los seres individuales el Ser permanente, fundamento de la existencia y verdad de las cosas.
En la variedad de saberes de que dispone el hombre, hay uno en particular, la filosofía, que tiene como característica definitoria la sabiduría: al tratar del ser en su totalidad, ayuda a encontrar sentido a la vida humana. Es, en otras palabras, una oferta de salvación.
La ciencia se ocupa de aspectos particulares del ser, se interesa por el cómo, pero no por el porqué de las cosas; la filosofía, en cambio, se pregunta por el origen del ser, por lo que no puede dejar de abordar el problema de Dios, entrando en diálogo con los saberes más excelsos, como la teología y la mística [5]. En su obra más sistemática, Distinguir para unir o los grados del saber (1932), Maritain trata de dar contenido a esta jerarquía de aproximaciones a la realidad: parte del análisis del conocimiento matemático y físico para llegar a la filosofía de Santo Tomás, pasando por el conocimiento teológico y místico.
Frente a la grave crisis de la cultura europea, la filosofía tiene así una tarea indispensable: investigando los mayores problemas del ser, se abre a las disciplinas más excelsas, superando las aporías que han caracterizado a la época moderna desde sus inicios. En la obra Tres reformadores (1925), Maritain identifica en el pensamiento de Lutero, Descartes y Rousseau los dualismos que caracterizan la era moderna (naturaleza-gracia, fe-razón, naturaleza-razón) y que dañan – al tiempo que la proclaman con palabras – la grandeza del hombre, privándolo de la posibilidad de hacer el bien y volviéndolo presa fácil de regímenes absolutistas y totalitarios. En este sentido, Maritain se proclama «antimoderno» (tomando prestado el título de un artículo de 1922), y propone el proyecto alternativo de un humanismo inspirado en el realismo metafísico tomista. En él, la profunda unidad antropológica del cuerpo y del espíritu permite justificar plenamente el compromiso con una sociedad justa, democrática y pluralista, al tiempo que se convierte en el único fundamento verdadero de la dignidad y la singularidad del ser humano, protegiéndolo de las derivas filosóficas y políticas de su tiempo.
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- A partir de 1982 fueron apareciendo los volúmenes que componen sus obras completas: Œuvres complètes de Jacques et Raïssa Maritain, Fribourg, Éditions universitaires, 1982-2007. Se trata de 56 publicaciones, recogidas en 16 volúmenes, que no comprenden el epistolario. Para el repertorio bibliográfico, véase: J.-L. Allard – P. Germain, Répertoire bibliographique sur la vie et l’œuvre de Jacques et Raïssa Maritain, Ottawa, University of Ottawa Press, 1994.
- R. Maritain, I grandi amici, Milán, Vita e Pensiero, 1991, 75 s.
- «Bloy nos parecía lo contrario de otros hombres que ocultan graves deficiencias en las cosas del espíritu y tantos crímenes invisibles bajo el cuidadoso barniz de las virtudes de la sociabilidad. […] Una vez que se atravesaba el umbral de la puerta de su casa, todos los valores se desplazaban, como por un resorte invisible. Se sabía, o se adivinaba, que no hay más que una tristeza, la de no ser santo. Y todo lo demás se volvía crepúsculo» (ibíd., 103).
- J. Maritain, Alla ricerca di Dio, Roma, Paoline, 1968, 73 s. Cfr P. Coda, «Percezione intellettuale dell’essere e percezione confusa di Dio nella metafisica di Jacques Maritain», en Rivista di Filosofia Neo-Scolastica 73 (1981/3) 530-556.
- «La ciencia, en el sentido moderno del término, no es en absoluto una filosofía y, en consecuencia (permítaseme esta barbaridad), exige que su léxico nocional sea completamente desontologizado» (J. Maritain, Quattro saggi sullo spirito umano nella condizione di incarnazione, Brescia, Morcelliana, 1978, 144; cfr Id., Scienza e saggezza, Turín, Borla, 1980, 33).