Por: Giovanni Sale - El 24 de febrero de 2022, cuando inició la llamada «operación militar especial» para desmilitarizar y desnazificar Ucrania, Putin esperaba conquistar el país «hermano» en 10 días, atacando incluso la capital, Kiev. Pensaba que los ucranianos acogerían a los soldados rusos, procedentes de las regiones más dispares del imperio, como libertadores. Pronto se demostró que esta predicción era totalmente infundada: los ucranianos opusieron una resistencia heroica a los ejércitos rusos, incluso en las regiones donde los rusoparlantes eran mayoría. Un año después de una guerra en la que se han desplegado más de 400.000 soldados en los dos frentes y que ya ha causado unos 100.000 muertos y heridos en cada bando [1], la situación parece dramáticamente estancada. El frente se ha desplazado a la orilla derecha del río Dniéper, donde probablemente se librará la batalla decisiva. Aquí, los dos ejércitos se atacan a diario, lanzando misiles, drones y todo tipo de artillería para ganar pequeños centros -considerados estratégicos – o avanzar unos kilómetros.

Las dos contraofensivas ucranianas en Járkov y Jersón

A partir del verano boreal de 2022, la situación bélica se inclinó decisivamente a favor de Ucrania, tras dos contraofensivas en torno a Járkov, en el noreste, y Jersón, en el sur, que se llevaron a cabo con un mínimo de derrotas y una clara ventaja en cuanto a la recuperación de territorios que habían sido ocupados por los rusos en el primer ataque. En el plano militar, el ejército y la sociedad ucraniana opusieron una tenaz resistencia al invasor y fueron capaces, en varios momentos del conflicto, de repeler los ataques rusos en gran parte del territorio del país, gracias también a las armas enviadas por Occidente, en particular por Estados Unidos. En marzo, ya estaba claro que Putin había fracasado en su primer objetivo bélico, el de ocupar gran parte del territorio ucraniano y establecer allí un régimen controlado por Moscú.

Ni siquiera el segundo objetivo, que acotaba el frente de guerra a la conquista de todo el Dombás y el sur de Ucrania – es decir, la zona que bordea el mar de Azov y el mar Negro – tuvo los resultados deseados. Por el contrario, desde entonces se ha producido un claro avance del ejército de Kiev y un considerable retroceso del ejército de Moscú. Durante el verano, los ucranianos consiguieron dar un vuelco a la situación sobre el terreno y liberar toda la región de Járkov, mientras que en noviembre, los rusos se vieron obligados a retirarse a la orilla derecha del río Dniéper y abandonar la región de Jersón [2]. Esto, después de que se la hubieran anexionado, junto con otras tres regiones, a la Federación Rusa en un falso referéndum celebrado en septiembre.

A pesar de estos fracasos, Rusia ha logrado un objetivo mínimo [3]: crear un enlace terrestre, el llamado «corredor», entre la parte ocupada de Ucrania y Crimea. Esta zona, con la ciudad mártir de Mariúpol en su centro, es estratégicamente importante para Rusia, tanto por el suministro de agua de la península como porque las ciudades portuarias de esta franja de tierra pueden controlar parte del tráfico marítimo del mar de Azov y amenazar el comercio ucraniano [4]. Los estrategas ucranianos han pronosticado en repetidas ocasiones un ataque militar para «romper» el corredor y tomar la ciudad de Melitópol. Al parecer, la inteligencia estadounidense ha bloqueado tal operación, prefiriendo desplazar la línea del frente a las regiones del Dombás. Además, según algunos analistas, si Moscú no consigue abrirse paso en otros frentes, podría, en las negociaciones, conformarse con controlar esta parte del territorio. Pero el Gobierno de Kiev no está dispuesto a aceptar tal solución.

El 24 de febrero de 2022, cuando inició la llamada «operación militar especial» para desmilitarizar y desnazificar Ucrania, Putin esperaba conquistar el país «hermano» en 10 días, atacando incluso la capital, Kiev. Pensaba que los ucranianos acogerían a los soldados rusos, procedentes de las regiones más dispares del imperio, como libertadores. Pronto se demostró que esta predicción era totalmente infundada: los ucranianos opusieron una resistencia heroica a los ejércitos rusos, incluso en las regiones donde los rusoparlantes eran mayoría. Un año después de una guerra en la que se han desplegado más de 400.000 soldados en los dos frentes y que ya ha causado unos 100.000 muertos y heridos en cada bando [1], la situación parece dramáticamente estancada. El frente se ha desplazado a la orilla derecha del río Dniéper, donde probablemente se librará la batalla decisiva. Aquí, los dos ejércitos se atacan a diario, lanzando misiles, drones y todo tipo de artillería para ganar pequeños centros -considerados estratégicos – o avanzar unos kilómetros.

Lee el artículo completo aquí: https://www.laciviltacattolica.es

  1. Cfr C. Zunino, «Ucraina, centomila tra morti e feriti per parte. Radiografia della guerra più sanguinosa», en la Repubblica, 11 de noviembre de 2022. Se calcula en 18.000 el número de civiles ucranianos muertos en el conflicto. Sin embargo, el balance oficial registrado por una agencia de la ONU habla de unos 7.000 muertos y 11.000 heridos. Cfr A. Nicastro, «Dnipro, madri, figlie, amiche: tutte le vite stroncate dal missile», en Corriere della Sera, 16 de enero de 2023.
  2. Cfr Ph. Ther, «Cosa aspettarsi dal secondo anno di guerra», en Internazionale, 5 de enero de 2023, 25.
  3. Cfr ibid.