En el encuentro con los jesuitas en sus recientes viajes a Colombia, Myanmar y Bangladés, el papa Francisco se refirió a san Pedro Claver de una manera que inspira una relectura de la vida[1] del santo[2]. La expresión utilizada por el Papa fue «carisma». Pero no se estaba refiriendo al carisma de Claver, sino que presentó como un carisma la misma persona del santo. Claver se hizo «esclavo de los esclavos», convirtiéndose para ellos en un verdadero «paráclito»[3] —consolador, abogado, intercesor—. Así, con su misma vida denunció proféticamente la ceguera social de una época que introdujo la esclavitud de los negros.

Afirmó el Papa: «Hay un carisma base del jesuita colombiano: es una persona y se llama Pedro Claver. Creo que Dios nos ha hablado a través de este hombre. Me impresiona que siendo apenas un muchachito, delgado, un joven jesuita en formación, hablaba con el viejo portero. Y el viejo alimentaba sus aspiraciones. Qué lindo sería que nuestros viejos en la Compañía se pusieran a la vanguardia y los jóvenes fueran los que van detrás de ellos: así se cumplirían las palabras de Joel: “Los viejos soñarán y los jóvenes profetizarán”. Así que es necesario profetizar, pero hablando con los viejos»[4].

En la vida de estos dos santos hay un episodio emblemático. Claver iba a pasear con el hermano Miguel Serra. Alonso, el portero, estaba siempre en su puesto. «Un día [Alonso] vio a estos jóvenes que salían y, una vez más, iluminado, dijo esta frase un poco misteriosa, señalando primero el pecho de Claver: “Aquí, el Padre”, y después, a su compañero: “Aquí, el Hijo”; y después, poniendo las manos entre los dos: “Aquí, el Espíritu Santo”. Apenas había pronunciado la última palabra quedó suspendido en el aire, privado de sus sentidos. Al mostrar el Espíritu Santo pareció que sobre los tres viniera todo el ímpetu de su amor […]. Este episodio tuvo gran repercusión en la vida de Claver. En efecto, el mismo padre lo relató a varios de sus amigos y fue referido en el proceso»[5]. En este relato encontramos el origen de lo que el Papa llama «el carisma Claver»: la acción única y continua del Espíritu que se transmite de una generación a otra.

El puente entre los viejos que sueñan y los jóvenes que profetizan

San Alonso relata en sus escritos que, en un sueño, le fueron «mostrados por su ángel custodio innumerables tronos ocupados por beatos y, en el medio, uno vacío, el más esplendoroso de todos. Tuvo deseos de conocer ese misterio y se le dijo: “Este es el lugar preparado para tu discípulo Pedro Claver en premio por sus muchas virtudes y por las innumerables almas que convertirá en las Indias con sus trabajos y sudores”»[6]. He ahí el sueño del viejo que el joven realiza.

La imagen que el papa Francisco utiliza para esta relación es la de los puentes: «Hoy más que nunca tenemos necesidad, tenemos necesidad de este puente, del dialogo entre los abuelos y los jóvenes»[7]. Cuando era joven provincial de los jesuitas, Bergoglio hablaba a menudo de este puente intergeneracional[8]. Y como cardenal, en la conferencia de Aparecida, afirmó que «nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural» es una de las causas de la «ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico»[9].

Ahora queremos presentar algunas imágenes de la vida de san Pedro Claver que pueden hacer de puente para superar esta ruptura y reforzar nuestra visión de fe en el escenario actual.

«Salir a acoger con alegría»

Si buscamos una imagen que nos ilustre la comunión entre estos dos carismas —el de Alonso Rodríguez y el de Pedro Claver—, tal vez la mejor es la que nos presenta al anciano hermano portero procurando acoger con solicitud a todo huésped que llamara a la puerta de la escuela, diciendo: «Ya voy, Señor». Alonso se había hecho experto en esta tarea de portero: captaba y distinguía las diferentes maneras de tocar la campanilla y, al mismo tiempo, estaba atento a los movimientos de su corazón, para así disponerse en cada situación a acoger con alegría a cada uno como si el que llamaba fuese Cristo mismo[10].

Esta imagen de Alonso, que salía a recibir «con grande regocijo y alegría», se imprimió en el alma de Claver. De ahí nacieron y se alimentaron la diligencia y delicadeza con la que organizaba cada detalle de su plena solicitud para con los esclavos. Pero de ahí nació sobre todo aquella alegría que Claver sentía cuando oía la llegada de una nave: «era tanta su inquietud, que parece que no cabía en sí mismo»[11]. Y estaba tan contento que ofrecía una misa por quien le había anunciado la noticia, y esto hacía que todos en el puerto estuviesen alerta y participaran de su espera. Después salía cargado de canastas en las que llevaba a los esclavos limones, algunas galletas, tabaco, bananas, pan blanco y vino, y les daba la bienvenida.

Claver heredó la «alegría misionera» de Alonso Rodríguez, y este es uno de los frutos del Espíritu que hace de puente entre las generaciones.

El bautismo como puente intergeneracional

Si consideramos solo las virtudes heroicas y los milagros de Claver corremos el peligro de relegarlo a la categoría de los santos admirables, pero no imitables, o imitables solo en parte, y esto representa un problema cuando se trata de escuchar lo que Dios nos dice hoy a nosotros a través de su vida.

Parecería obvio compartir con Claver el compromiso por cuidar de las personas vulnerables y comunicar el evangelio de la misericordia de Dios a las personas a las que se descarta. No obstante, él bautizaba a todos. Y sobre este punto sentimos que nuestra mentalidad es distinta de la suya. Reconocemos que tenemos mucho que aprender de la exquisita caridad de Claver, pero, en cuanto a la teología del bautismo, hoy pensamos que no es necesario bautizar materialmente a todos a fin de que vayan al cielo.

En la época de Claver la convicción de que el bautismo sacramental era condición para entrar en el cielo alimentaba ese fuego que apasionaba y hacía intrépidos a los misioneros. En cuanto cristianos, en una situación social tremenda e injusta, ellos tenían para ofrecer un tesoro real, algo que todo ser humano tiene derecho a recibir porque es el mensaje y la vida de Cristo para cada uno[12].

Lo que encendía la pasión de Pedro Claver no era solo una idea abstracta del bautismo. Él bautizaba con todo su ser: con las manos y con los abrazos, descendiendo a su vez a la bodega de las naves en busca de los enfermos y bebiendo de sus llagas todo su dolor y su indignidad. Bautizaba lavando y ungiendo y cubriendo con su manto a los esclavos, y después siguiéndolos a lo largo de su vida, insertándolos en la Iglesia, haciéndolos participar en las misas, confesiones y procesiones públicas, así como en los banquetes que organizaba para ellos.

Más aún —y en esto reconocemos la esencia del bautismo—, Claver mismo se había sumergido primero en su esclavitud: una esclavitud que él aceptaba en toda circunstancia de la vida en la que pudiese elegir no ser el amo.

Este bautismo existencial, que consiste en sumergirse en toda cultura y en la vida de toda persona y de todo pueblo a partir de situaciones de cruz es todavía hoy esencial para la salvación. Es el «plus» cristiano de un Dios que salva «bautizándose» en nuestra vida para bautizarnos en la suya.

Textos dejados en herencia a la generación futura

Fue significativo el regalo que los jesuitas colombianos hicieron al Papa a través del padre Tulio Aristizábal, de noventa y seis años, estudioso de san Pedro Claver: el libro del proceso de canonización del santo. Contiene la declaración jurada de más de treinta esclavos que dicen quién fue Claver. «A mi manera de ver —dijo el padre Aristizábal—, se trata de la mejor biografía del santo. La pongo en sus manos»[13].

Este gesto trae a la memoria otro semejante que tuvo lugar hace 500 años, en noviembre de 1610. En la vigilia de la partida de Claver, Alonso le entregó el pequeño «Oficio de la Inmaculada» escrito de su puño y letra (Claver lo conservará durante toda la vida y lo recitará tres veces a la semana). Al mismo tiempo, le dio algunos cuadernos de consejos espirituales.

Cuarenta años más tarde, Claver repitió ese gesto, dejando en herencia al noviciado de Tunja el mismo cuaderno que Alonso Rodríguez le había regalado, con sus consejos espirituales. El 28 de octubre de 1651 envió el cuaderno con una carta en la que decía: «deposito un tesoro grande, que recibí del santo hermano Alonso Rodríguez, que es un libro escrito de su mano de él, en el cual dejó estampadas su alma y sus virtudes. Y así lo envío al noviciado para que los santos novicios se aprovechen de él y el padre maestro de ellos, pues yo no supe aprovechar».[14]

Este último gesto de Claver podemos definirlo como «un gesto puente», «un gesto intergeneracional». Es el testimonio de que Claver fue capaz de entender el lenguaje del viejo san Alonso, su maestro espiritual, y de que quiso comunicar a las nuevas generaciones que allí había un lenguaje esencial, digno de ser transmitido de generación en generación, mientras que otras cosas podían pasar bajo silencio.

El cuaderno se perdió con la expulsión de los jesuitas. Se conserva el que fue reconstruido por el hermano Alonso a través de testimonios (el legado no es el escrito, que se puede reconstruir, sino el espíritu).

En esta visión del carisma como el elemento personal que se transmite de una generación a otra nos damos cuenta de algunas cosas que Dios quiere decirnos también a nosotros a través de Claver, que habla «no con la lengua, sino con manos y obras»[15].

«Su asombro es el nuestro»

«Su asombro es el nuestro», dijo Francisco en su primer discurso en Colombia. «Pienso en aquel primer viaje de san Pedro Claver desde Cartagena hasta Bogotá surcando el Magdalena: su asombro es el nuestro. Ayer y hoy, posamos la mirada en las diversas etnias y los habitantes de las zonas más lejanas, los campesinos. La detenemos en los más débiles, en los que son explotados y maltratados, aquellos que no tienen voz porque se les ha privado de ella o no se les ha dado, o no se les reconoce»[16].

Dios nos sorprende siempre, y el asombro de los santos —en este caso, el asombro que nos refiere el Papa de observar, gracias a los ojos de Claver, cómo se hacen visibles los que eran invisibles— es algo personal y comunicable. Mirar con los ojos de otros, mirar con su fe es el modo de recuperar la capacidad de asombro cuando se ha debilitado. Necesitamos esa capacidad para ver a los «invisibles» de nuestro tiempo.

«Después del primer paso siguieron otros, y otros…»

Al despedirse de Colombia, el Papa invitó a los fieles a dejarse contagiar por el dinamismo incansable que impulsaba a Claver a salir de sí para ir al encuentro de los esclavos: «El 8 de septiembre de 1654 moría aquí mismo san Pedro Claver; lo hacía después de cuarenta años de esclavitud voluntaria, de incansable labor en favor de los más pobres. Él no se quedó parado, después del primer paso siguieron otros, y otros, y otros. Su ejemplo nos hace salir de nosotros mismos e ir al encuentro del prójimo»[17].

A lo largo de la vida, también el coraje de seguir caminando es algo personal que puede transmitirse a los otros. El modo de salir y avanzar en la vida y la fuerza para hacerlo son algo que el Espíritu Santo comunica a través de personas concretas.

Los pasos de Claver iban en la dirección de un compromiso cada vez más personal y total con los esclavos. Por un lado, se implicaba en la acción: había en él un fervor «que no podía permanecer indiferente ante el sufrimiento de los más desamparados y ultrajados de su época y que tenía que hacer algo para aliviarlo»[18]. Por otro lado, se implicaba en la pasión. Sabía «escuchar» el lenguaje de la debilidad y de la vulnerabilidad. Cuando fue a visitar a una mujer enferma de una afección que daba repugnancia, dijo: «Aquí hay mucha paciencia y hay mucho sufrimiento por amor de Dios. Yo me encuentro muy necesitado de esas virtudes y vengo a buscarlas en este lugar y a aprenderlas. Enséñame, enséñame —le decía—, porque vengo para aprender de ti»[19]. El grado de implicación es algo que no puede medirse, pero se percibe a partir de los pequeños gestos de dedicación a las personas.

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Diego Fares, SJ
Miembro del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica,
entre 2015 y 2022. El padre Fares falleció el día 19 de julio de 2022,
dejando un valioso legado de escritos sobre diversos temas.

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[1] Cf. Francisco, «La gracia no es una ideología. Un encuentro privado con algunos jesuitas colombianos», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana I (2017) n. 9, pp. 7-14; íd., «“Estar en las encrucijadas de la historia”. Conversaciones con jesuitas de Myanmar y de Bangladés, en ibíd. II (2018) n. 12, pp. 7-20.
[2] Pedro Claver nació en Verdú (España) en 1580. En 1602 entró en la Compañía de Jesús. Culminó de manera brillante sus estudios de lengua y retórica en Gerona, y en noviembre de 1605 fue enviado a Mallorca para estudiar Filosofía. Allí conoció a san Alonso Rodríguez (1532-1617), el santo hermano jesuita, portero del colegio, que habría de ser su director espiritual y que ejercería una influencia decisiva en su vocación misionera y de servicio a los más pobres. En 1610 fue enviado a América a terminar los estudios de Teología. En 1616 fue ordenado sacerdote en Cartagena de Indias. Bajo la guía del padre Alonso de Sandoval (1605-1652) trabajó durante 38 años como «esclavo de los esclavos». Murió en 1654 tras cuatro años de enfermedad.
[3] «El Paráclito es lo que hace» (R. Cantalamessa, Il canto dello Spirito, Milán, Àncora, 1998, p. 77).
[4] Francisco, «La gracia no es una ideología. Un encuentro privado con algunos jesuitas colombianos», op. cit., p. 11.
[5] Cf. Sacra Rituum Congregatione, Beatificationis et canonizationis Ven. Servi Dei Petri Claver, Roma, Typis Rev. Camerae Apost., MDCXCVI, nn. 4 y 8.
[6] A. Valtierra, El santo que libertó una raza, Bogotá, Imprenta nacional, 1954, p. 94s.
[7] Francisco, Discurso en la vigilia de oración como preparación para la Jornada Mundial de la Juventud, 8 de abril de 2017, en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2017/april/documents/papa-francesco_20170408_veglia-preparazione-gmg.html
[8] Puente que el Espíritu tiende en la relación entre ancianos y jóvenes: «Muchas veces, en la Provincia, he hablado de la necesidad de atender a los jóvenes y a los viejos. […] Viejos sabios y jóvenes observantes […]: allí está el futuro de la Provincia» (Papa Francisco [J. M. Bergoglio, SJ], Meditaciones para religiosos, Bilbao, Mensajero, 2014, p. 246).
[9] J. M. Bergoglio, Ponencia en la V Conferencia del CELAM, Aparecida, 15 de mayo de 2007 (en http://www.arzbaires.org.ar/inicio/homilias/homilias2007.html), frases que él mismo retoma como Papa en Evangelii gaudium 70.
[10] Cf. A. Valtierra, El santo que libertó una raza, op. cit., p. 89.
[11] Ibíd., p. 24.
[12] Cf. P. Trigo, Pedro Claver, esclavo de los esclavos, Barcelona, Cristianisme i Justícia, 2013.
[13] Francisco, «La gracia no es una ideología. Un encuentro privado con algunos jesuitas colombianos», op. cit., p. 12.
[14] A. Valtierra, El santo que libertó una raza, op. cit., p. 100. Cf. todo el relato en pp. 98-100.
[15] Francisco, Homilía en la misa celebrada en el área portuaria de Contecar (Cartagena de Indias), 10 de septiembre de 2017, en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2017/documents/papa-francesco_20170910_omelia-viaggioapostolico-colombiacartagena.html 
[16] Íd., Discurso durante el encuentro con las autoridades en Bogotá, 7 de septiembre de 2017, en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2017/september/documents/papa-francesco_20170907_viaggioapostolico-colombia-autorita.html 
[17] Íd., Homilía en la misa celebrada en el área portuaria de Contecar (Cartagena de Indias), op. cit.
[18] Íd., Homilía en Medellín, 9 de septiembre de 2017
[19] P. Trigo, Pedro Claver, esclavo de los esclavos, op. cit., p. 27.

 

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