«Teología de la prosperidad»: tal es el nombre más conocido y descriptivo de una corriente teológica neopentecostal evangélica. El núcleo de esta «teología» es la convicción de que Dios quiere que sus fieles tengan una vida próspera, es decir, que sean económicamente ricos, físicamente sanos e individualmente felices. Este tipo de cristianismo coloca el bienestar del creyente en el centro de la oración y transforma a su Creador en aquel que hace realidad sus pensamientos y deseos.

El peligro de esta forma de antropocentrismo religioso, que pone en el centro al hombre y su bienestar, es el de transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la Iglesia en un supermercado de la fe, y la religión en un fenómeno utilitarista y eminentemente sensacionalista y pragmático.

Como veremos más adelante, esta imagen de prosperidad y bienestar hace referencia al denominado american dream, al «sueño estadounidense». No se identifica con él, sino con una interpretación reductiva suya. En sí, este «sueño» es la visión de una tierra y de una sociedad entendidas como un lugar de oportunidades abiertas. Históricamente fue la motivación que impulsó durante siglos a muchos emigrantes económicos a dejar su propia tierra y a ir a Estados Unidos a conseguir un lugar en el que su trabajo produjeser resultados inalcanzables en su «viejo mundo».

La «teología de la prosperidad» parte de esta visión, pero la traduce de manera mecánica en términos religiosos, como si la opulencia y el bienestar fuesen el verdadero signo de la predilección divina a «conquistar» mágicamente con la fe. Esta «teología» fue difundida en todo el mundo durante décadas —gracias a gigantescas campañas mediáticas— por movimientos y ministros evangélicos, en especial los neocarismáticos.

El objetivo de nuestra reflexión es ilustrar y valorar este fenómeno, que también quiere ser una tentativa de justificación teológica del neoliberalismo económico. Al final verificaremos cómo el papa Francisco ha intervenido varias veces para indicar los peligros de esta teología que, como se ha dicho, «oscurece el evangelio de Cristo»[1].

La difusión en el mundo

El «evangelio de la prosperidad» (prosperity gospel) ha ido difundiéndose no solo en Estados Unidos, donde nació, sino también en África, en especial en Nigeria, Kenia, Uganda y Sudáfrica. En Kampala hay un gran estadio cubierto, la Miracle Center Cathedral, cuya construcción costó siete millones de dólares. Es la obra del pastor Robert Kayanja, que también desarrolló un vasto movimiento muy presente en los medios de comunicación de masas.

Pero el «evangelio de la prosperidad» ha tenido también un notable impacto en Asia, sobre todo en India y Corea del Sur. En este último país hubo en los años ochenta un fuerte movimiento autóctono, vinculado a esta corriente teológica, promovido por el pastor Paul Yonggi Cho. Este predicó una «teología de la cuarta dimensión», según la cual los creyentes, mediante el desarrollo de visiones y sueños, iban a poder llegar a controlar la realidad y a obtener todo tipo de prosperidad inmanente[2].

Se observa también un arraigo en la República Popular China gracias a las «Iglesias de Wenzhou». Wenzhou es un gran puerto oriental en la provincia de Zhejiang, en cuya zona han ido apareciendo grandes cruces rojas en muchos edificios. Tales cruces suelen indicar la presencia de una «Iglesia de Wenzhou», una comunidad creada por varios empresarios locales y vinculada al movimiento de la «teología de la prosperidad»[3].

En América Latina, la difusión y la propagación de esta teología se dio de manera exponencial desde 1980, aunque también pueden encontrarse raíces de este proceso entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Este fenómeno religioso se traduce desde el punto de vista mediático en el uso de la televisión por parte de figuras muy carismáticas de algunos pastores, que lanzan un mensaje simple y directo montado en torno a un espectáculo de música y de testimonios y a una lectura fundamentalista y pragmática de la Biblia.

Si consideramos América Central, Guatemala y Costa Rica se han convertido probablemente en los dos bastiones principales de esta corriente religiosa. En Guatemala ha sido determinante la presencia del líder carismático Carlos Enrique Luna Arango, llamado «Cash Luna». Costa Rica es la sede del canal evangélico de televisión satelital TBN-Enlace.

En América del Sur, la difusión más significativa se dio en Colombia, Chile y Argentina, pero no cabe duda de que Brasil merece una consideración especial, porque posee una dinámica propia y un movimiento pentecostal autóctono como la «Iglesia Universal del Reino de Dios». Este grupo, denominado también «Pare de sufrir», tiene ramificaciones en toda América Latina, pero ha conservado un idioma intermedio entre el español y el portugués, que determina un tipo de comunicación peculiar y minuciosamente estudiado. Basta analizar el anuncio de la «Iglesia Universal» brasileña para encontrar en ella un fuerte mensaje de prosperidad y bienestar ligado a la visita personal de sus templos con el fin de recibir múltiples beneficios.

Este «evangelio» es objeto de anuncio propagandístico a través de una presencia masiva en los grandes medios de comunicación y está apoyado por su fuerte incidencia en la vida política.

Los orígenes del movimiento y el «sueño estadounidense»

Si buscamos los orígenes de estas corrientes teológicas, las encontramos en Estados Unidos, donde la mayoría de los investigadores de la fenomenología religiosa estadounidense las hacen remontarse al pastor neoyorkino Essek William Kenyon (1867-1948). Kenyon sostenía que a través del poder de la fe pueden modificarse las realidades materiales concretas. Pero la conclusión directa de esta convicción es que la fe puede llevar a la riqueza, a la salud y al bienestar, mientras que la falta de fe lleva a la pobreza, a la enfermedad y a la desdicha.

En realidad, los orígenes de la «teología de la prosperidad» son complejos, pero aquí presentamos las raíces más significativas, remitiendo, para una profundización, a libros y ensayos especializados. Por ejemplo, la teóloga Kate Ward escribió acerca de la influencia de Adam Smith, en especial de su «teoría de los sentimientos morales»[4]. La autora muestra en este sentido cómo para Smith la compasión no tiene que ver con los pobres, sino con la admiración hacia aquellos que han tenido una historia exitosa.

Estas doctrinas se han asociado con el positive thinking, el «pensamiento positivo», y también se han alimentado en una medida importante de él. El positive thinking es expresión del denominado american way of life («modo de vida estadounidense»). En tal sentido, se relacionan con la «posición excepcional» que Alexis de Tocqueville, en su célebre obra La democracia en América (1831), atribuyó a los estadounidenses. Según este autor, en virtud de dicha excepcionalidad «se ha de creer que ningún pueblo democrático llegará a encontrarse nunca en una posición semejante». Tocqueville llega a afirmar que ese modo de vida plasma también la religión de los estadounidenses.

A veces son las mismas autoridades estadounidenses las que certifican esta conexión[5]. En su reciente discurso sobre el estado de la Unión, pronunciado el 30 de enero de 2018, el presidente Donald Trump afirmó, para describir la identidad del país: «Juntos estamos redescubriendo “la manera estadounidense de vivir”», y prosiguió: «En Estados Unidos sabemos que la fe y la familia, no el Gobierno y la burocracia, son el centro de la vida estadounidense. El lema es: “En Dios confiamos” (In God we trust). Y celebramos nuestras convicciones, a nuestra policía, a nuestros militares y veteranos como héroes que merecen nuestro total y constante apoyo». Así pues, en unas pocas frases aparecen Dios, el ejército y el sueño estadounidense[6].

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Antonio Spadaro, SJ
Director de la revista La Civiltà Cattolica
Enseña en la Facultad de Teología y el Centro Interdisciplinario

de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Gregoriana.

Marcelo Figueroa
Biblista, teólogo y pastor de la Iglesia

presbiteriana de San Andrés (Buenos Aires).
Columnista de "L’Osservatore Romano".
Dirige la edición argentina del periódico vaticano.

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[1] Cf. D. W. Jones y R. Woodbridge, Health, Wealth & Happiness: Has the Prosperity Gospel Overshadowed the Gospel of Christ?, Grand Rapids, Kregel, 2010.
[2] Cho fue condenado por apropiación ilícita de alrededor de 15 millones de euros de las cajas de la Iglesia, utilizados para intentar recuperar las pérdidas bursátiles de su familia.
[3] Cf. K. Attanasi y A. Yong, Constructing China’s Jerusalem: Christians, Power, and Place in Contemporary Wenzhou, Stanford, Stanford University Press, 2011. Cf. también T. Meynard y M. Chambon, «Vie per l’aggiornamento della Chiesa cattolica cinese», en La Civiltà Cattolica, 2018, I, pp. 271-280; P. Wu, «Reasons Why Prosperity Theology Floods in China», en http://chinachristiandaily.com/news/category/2016-11-03/reasons-why-prosperity-theology-floods-in-china_3103.
[4] K. Ward, «“Mere Poverty Excites Little Compassion”: Adam Smith, Moral Judgment and the Poor», en The Heythrop Journal, marzo de 2015, accesible en https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/heyj.12260. Cf. íd., «Porters to Heaven Wealth, the Poor, and Moral Agency in Augustine», en Journal of Religious Ethics, abril de 2014, accessible en https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jore.12054. En este último artículo la autora afirma también que las raíces de lo que hoy llamamos «evangelio de la prosperidad» son antiguas y que este ya era conocido en tiempos de Agustín, que se oponía a esa visión.
[5] Cf. Lexington, «Why Evangelicals love Donald Trump. The secret lies in the prosperity Gospel», en The Economist, 18 de mayo de 2017; Delano R. Franklin y Andrew J. Park, «Experts Discuss Role of “Prosperity Gospel” in Trump’s Success», en The Harvard Crimson, 24 de octubre de 2017; P. Feuerherd, «Does the “Prosperity Gospel” Explain Trump?», en Jstor Daily, 1 de mayo de 2017.
[6] En febrero de 2018, en el habitual National Prayer Breakfast, Trump, asociando su país a los sueños estadounidenses de libertad, heroísmo y valentía, definió Estados Unidos como «a light unto all nations» («una luz para todas las naciones»). «Mientras abramos los ojos a la gracia de Dios —y abramos nuestros corazones al amor de Dios—, Estados Unidos será siempre la tierra de los hombres libres, la casa de los valientes y una luz para todas las naciones». Esta cita está tomada de una profecía bíblica sobre el papel restaurador y mesiánico de Israel, el pueblo elegido y la nación grande y próspera que habían soñado los patriarcas: «Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Is 49,6).

 

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