Hace un siglo, en marzo de 1922, Mahatma Gandhi fue detenido, acusado de subversión por tres artículos publicados en su revista semanal Young India. En el primero escribió: «El Imperio Británico, construido sobre la explotación sistemática de las razas físicamente más débiles de la tierra y sobre el despliegue de la fuerza bruta, no puede durar si hay un Dios justo que gobierna el universo». En el tercer artículo proclamaba abiertamente: «Queremos derrocar al gobierno, para obligarlo a someterse a la voluntad del pueblo»[1].

18 de marzo de 1922: El gran juicio

Gandhi fue juzgado el 18 de marzo. Ante el juez se declaró «campesino y tejedor», culpable de instigar la «no cooperación» con el gobierno británico y de fomentar la desafección, porque «el gobierno de la India británica, basado en la ley, trabaja para lograr la explotación de las masas. […] No tengo ninguna duda de que Inglaterra tendrá que responder, si hay un Dios ahí arriba, por este crimen contra la humanidad. […] Me esfuerzo por mostrar a mis compatriotas que la no cooperación violenta sólo multiplica el mal, y que así como el mal sólo puede ser sostenido por la violencia, la negativa a sostener el mal requiere una completa abstención de la violencia»[2]. Por ello, pidió al juez la pena máxima por el delito, o – si estaba de acuerdo con él – su dimisión del cargo.

No fue difícil para el magistrado demostrar que los sangrientos acontecimientos de los meses anteriores en Chauri Chaura y Bombay permitían sostener la responsabilidad de los acusados. Por ello, le condenó a seis años de prisión. Sin embargo, añadió que consideraba a Gandhi como «un hombre de altos ideales y vida noble, lamentando que un hombre así hiciera lo imposible para que el gobierno lo dejara libre»[3]. Este fue el último juicio de Gandhi. Después de 1922, fue detenido muchas veces más, pero nunca se celebró un juicio. Este fue «el gran juicio»[4].

Desobediencia civil

Gandhi había llevado a cabo su primera campaña por la independencia en noviembre de 1921, que denominó, con un término innovador, la «fuerza de la verdad», satyagraha, sinónimo de «resistencia no violenta». La campaña se basaba en tres reformas sociales: la unidad entre hindúes y musulmanes, la abolición de la casta de los «intocables»[5] y el uso de materias primas locales, con la promoción del khadi, es decir, una amplia invitación a llevar ropa de algodón tejida personalmente a mano por cada individuo, para boicotear la ropa británica[6].

En enero de 1922 escribía: «Espero persuadir a todos de que la desobediencia civil es un derecho inalienable de todo ciudadano. Renunciar a ella es dejar de ser hombres. La desobediencia civil nunca conduce a la anarquía. […] Hay que tomar todas las medidas posibles para evitar cualquier manifestación de violencia»[7]. El 1º de febrero, Gandhi llamó a la desobediencia civil, pero sólo en el distrito de Bardoli, en su provincia. Un resultado exitoso le daría la oportunidad de extenderlo a toda la India.

Se ordenó al virrey que restableciera «las libertades de expresión, asociación y prensa […] y que liberara a los inocentes que habían sido encarcelados»[8], de lo contrario se produciría una desobediencia civil. Aceptar el requerimiento era imposible para el virrey, ya que sería visto como una rendición del gobierno. El rechazo inició las protestas.

Una de ellas fue especialmente dramática, con 22 muertos. El 5 de febrero, en Chauri Chaura, tuvo lugar una manifestación ordenada que pasó por delante de la comisaría. Un grupo de rezagados que se unió a la procesión fue insultado por los policías y se produjo una pelea, hasta el punto de que éstos efectuaron algunos disparos y, tras acabar con las pocas balas, huyeron al cuartel. Enfurecidos, los manifestantes prendieron fuego al cuartel. Los pocos policías que salieron fueron masacrados y empujados hacia el fuego, donde murieron[9]. En cuanto fue informado del incidente, Gandhi convocó al Congreso, es decir, al Partido Nacionalista Indio, y suspendió la desobediencia civil: se impuso un ayuno de cinco días para expiar la violencia de la masacre. Al ser criticado con dureza en toda la India por cancelar la campaña, respondió: «Dios ha hablado claramente a través de Chauri Chaura»[10]. «No podemos entrar en el reino de la libertad con un mero homenaje verbal a la verdad y la no violencia»[11].

¡Una condena saludable!

La condena podría haber marcado el final de la lucha de Gandhi por la liberación de la India. Pero tuvo, en cambio, la consecuencia contraria: reforzó el valor de su persona y su reputación a los ojos de los indios.

Hubo otros resultados. El arresto supuso su reconocimiento por parte del gobierno británico como principal líder del movimiento nacional por la independencia, y el Congreso se convirtió en una organización con amplios límites geográficos y sociales. En concreto, la sorpresa de la detención y la noticia pública de la condena aumentaron la afiliación al partido y los fondos para apoyar la causa. Una señal de crecimiento fue la promoción del khadi a partir de entonces. La sencillez de la vestimenta atestiguaba un claro compromiso con la igualdad social. El propio Gandhi pasaba media hora cada día tejiendo la tela de su vestido. En 1922 ya había adoptado el estilo de vida que le caracterizaría en los años siguientes, hasta su asesinato en 1948.

Veinte años más tarde, Gandhi hacía un balance de este primer intento de lucha nacional que dirigió: «Teníamos innumerables personas dispersas en una zona enorme. Por lo tanto, no era fácil controlarlos y entrenarlos. Sin embargo, es milagroso cómo reaccionaron… No me siento en absoluto decepcionado por los resultados… Imperfecto como soy, empecé con hombres y mujeres imperfectos, y zarpé en un océano desconocido. Aunque el barco no llegó a puerto, demostró, gracias a Dios, ser capaz de resistir válidamente las tormentas»[12].

La primera tormenta

La primera tormenta tuvo lugar en 1893. Mohandas Karamchand Gandhi, de 24 años[13], un joven abogado graduado en Londres, no lograba realizarse en la India. Le llegó de improviso la posibilidad de desempeñar un encargo legal en Pretoria, África, para una empresa musulmana. Durante el viaje en tren, en primera clase, alguien se dio cuenta de que era indio: en Sudáfrica estaba vigente el apartheid. Poco después, un funcionario le ordenó que pasara a tercera clase: «Pero si tengo un billete de primera clase», respondió Gandhi. «Esto no cuenta. […] Debe abandonar su asiento, de lo contrario me veré obligado a llamar a la policía». «Haz lo que quieras – contestó – pero yo no dejo mi puesto por voluntad propia»[14]. Inmediatamente llegó un policía, le agarró por el brazo y le hizo bajar. Gandhi se negó a continuar el viaje en tercera clase, y el tren partió sin él.

La humillación le hizo tomar conciencia del racismo de forma violenta: experimentarlo por sí mismo fue traumático. Gandhi pronto se dio cuenta de que estaba en una encrucijada: reaccionar ante la discriminación o volver a la India. Al decidir luchar contra la injusticia que había sufrido, descubrió una verdad: la dignidad de la persona, y al mismo tiempo la violencia e injusticia que hay que sufrir por defenderla. El mundo está hecho de violencia (en hindú, himsa, que significa «daño hecho a los demás»), la Verdad es lo contrario (ahimsa[15], «no hacer daño a los demás»). «La “no violencia” no es una verdad entre otras, sino la Verdad que, perseguida en su inagotable profundidad, se identifica con Dios»[16]. Gandhi tituló su Autobiografía «La historia de mis experimentos con la verdad»: «Es el más comunicativo de sus escritos y revela de forma franca detalles de su crecimiento, su adolescencia, su matrimonio temprano, su fuerte deseo sexual y el esfuerzo por sublimarlo, y la influencia espiritual que permitió la evolución de su personalidad»[17]. La conclusión es una de las páginas más altas en el camino hacia la Verdad[18]. Para él, la Verdad y la no violencia son «tan antiguas como las montañas»[19].

El autogobierno de la India

El nombre de Gandhi es sinónimo de la independencia de la India y un símbolo de la resistencia no violenta. En Sudáfrica aprendió a lidiar con los problemas políticos de sus compatriotas. Ser perseguido y encarcelado por razones de conciencia enseñó a Gandhi a afrontar su castigo con dignidad, orgullo y tenacidad: el hecho no es una desgracia, porque ir a la cárcel por una injusticia aumenta el prestigio de la causa. Poco a poco, fue ampliando su campo de acción, desafiando los postulados sagrados del hinduismo. A sus ojos, no había diferencia entre un brahmán y los intocables, entre las castas superiores y las inferiores. Identificado con los maltratados y los pobres, se dedicó a su servicio y, a través de ellos, vivió la experiencia espiritual del encuentro con Dios[20]. Y miró con confianza la situación concreta de su propia India.

Uno de los aspectos más llamativos de Gandhi era su lealtad al Imperio Británico. Reconocía los valores básicos de la Constitución británica: justicia, libertad, igualdad. Sin embargo, el gobierno representó en la India «la lucha entre la civilización moderna, que es el reino de Satanás, y la civilización antigua, que es el reino de Dios. Ese es el Dios de la guerra, este es el Dios del amor. Mis compatriotas imputan los males de la civilización moderna al pueblo inglés y, en consecuencia, creen que son los ingleses los que son malos, no la civilización que representan. […] Por eso creen que es su deber adoptar […] la violencia para expulsar a los ingleses»[21].

Este es el punto central de la primera obra maestra de Gandhi, escrita en Sudáfrica en 1909: El autogobierno de la India[22]. La independencia de la nación no debía basarse en los principios de los británicos: la ganancia, la explotación, la riqueza, sino en los valores tradicionales de la India: la fuerza del amor y del espíritu. En resumen, «antes de hacer la India, hay que hacer a los indios»[23]. Se ha escrito que la obra puede compararse con «otras obras como El contrato social de Rousseau y los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola»[24]. Un político inglés, Stafford Cripps, escribió: «No conozco a nadie de ninguna época, y menos en la historia reciente, que haya demostrado con tanta fuerza y convicción el poder del espíritu sobre las cosas materiales»[25].

Gandhi permaneció en Sudáfrica durante 21 años, y su dramática experiencia allí fue una escuela espiritual. Aprendió que la lucha no violenta contra el apartheid era la verdadera política: consiguió el reconocimiento de la igualdad de derechos, la eliminación de las leyes discriminatorias, la validez de los matrimonios religiosos (sólo se reconocían como válidos los cristianos).

Cuando regresó a la India en 1915, encontró un descontento general con el gobierno británico. En 1919, la primera aplicación de la satyagraha fue el punto de inflexión en la vida de Gandhi. La ocasión llegó con la aplicación de la Ley Rowlatt: las normas especiales promulgadas durante la guerra para evitar disturbios se extendieron a la India de la posguerra. «Considero este proyecto de ley como un desafío abierto a nuestro pueblo», escribió Gandhi[26]. Tras el anuncio, organizó una enérgica campaña de desobediencia civil, que incluía cierres de fábricas, cierres de negocios, huelgas, etc. La participación de las masas fue enorme.

En abril, durante las manifestaciones, no faltaron la tensión y la violencia, que culminaron en un trágico enfrentamiento en el Punjab: la masacre de Amritsar. El agente encargado de mantener el orden público abrió fuego contra una manifestación pacífica y desarmada: una concentración a la que asistían unas 20.000 personas. Hubo 400 muertos y miles de heridos[27]. La impresión fue enorme en toda la India. Gandhi interrumpió inmediatamente la campaña, en contra del consejo de la mayoría, reconociendo que había cometido un «error del porte de los Himalaya»[28], ya que creía que el pueblo estaba preparado para la lucha no violenta. La campaña de desobediencia civil, como hemos visto, se lanzó luego en Bardoli, con las consecuencias que tuvo en Chauri Chaura.

El Mahatma

Gandhi es conocido como el Mahatma, el «alma grande», como lo llamó el poeta indio Tagore, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1913. En realidad, su compromiso era predominantemente religioso, de liberación personal, con la convicción de que la liberación tenía un fuerte impacto político. Lo afirma varias veces y lo reitera en su Autobiografía: «Mi devoción por la Verdad me ha llevado al campo de la política»[29].

La «no violencia» que caracteriza su pensamiento debe leerse en esta perspectiva. No es una estrategia política, sino el propósito de la vida, que se hace uno con la Verdad: «La experiencia me ha enseñado que no hay más Dios que la Verdad»[30]. «No me siento digno de ser considerado un profeta: no soy más que un humilde buscador de la Verdad, impaciente por lograr una liberación espiritual de mi existencia actual»[31]. Gandhi no deseaba el poder político para sí y nunca ocupó un cargo oficial en el Congreso, pero actuaba constantemente como árbitro en asuntos de política o crisis del partido.

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Giancarlo Pani, SJ
Fue profesor de Historia del Cristianismo de la Facultad
de Letras y Filosofía de la Universidad de La Sapienza, Roma.
Se especializó en la Hochschule Sankt Georgen di Ffm. Entre 2015
y 2020 fue subdirector de La Civiltà Cattolica. Ahora es escritor emérito.

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[1] Sobre los dos artículos: cfr C. Fusero, Gandhi, Milán, Dall’Oglio, 1968, 401.
[2] Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, Milán, Mondadori, 2011, 261.
[3] J. M. Brown, Gandhi. Prigioniero della speranza, Bologna, il Mulino, 1995, 255.
[4] Cfr el título del volumen que narraba el juicio: K. P. Kesava Menon, The great Trial of Mahatma Gandhi & Mr. Shankarlal Banker, Madras, Ganesan, 1922.
[5] Las castas Indias se habían formado siglos atrás: los brahmanes (sacerdotes), los guerreros, los comerciantes y artesanos, y los siervos. Finalmente están los parias, definidos como «intocables», la casta más baja, apta para los trabajos más humillantes y vergonzosos.
[6] Cfr M. K. Gandhi, Autobiografia, Milán, Treves, 1931, 373-379.
[7] Id., Teoria e pratica della non-violenza, Turín, Einaudi, 1973, 185.
[8] Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, cit., 256.
[9] Cfr ibid, 257.
[10] D. Dalton, Gandhi, il Mahatma. Il potere della nonviolenza, Génova, Ecig, 1998, 75.
[11] Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, cit., 258.
[12] C. Fusero, Gandhi, cit., 400.
[13] Gandhi nace el 2 de octubre de 1869: en India el nacimiento de Gandhi es fiesta nacional.
[14] M. K. Gandhi, Autobiografia, cit., 120 s.
[15] El término corresponde al latín in-nocens: cfr E. Balducci, Gandhi, Florencia, Giunti, 2007, 14.
[16] Ibid.
[17] P. A. Nazareth, La straordinaria leadership di Gandhi, Nürnberg, The Golden Shore, 2014, 24.
[18] Cfr M. K. Gandhi, Autobiografia, cit., 383-385.
[19] Cfr Id., Antiche come le montagne, Milano, Mondadori, 1987.
[20] Cfr J. M. Brown, Gandhi…, cit., 268.
[21] Ibid, 97.
[22] M. K. Gandhi, «Hind Swaraj», en Indian Opinion, 1909-10. Cfr Collected Works of Mahatma Gandhi, vol. 10, New Delhi, The Publications Division Ministry of Information, 1963, 6-68.
[23] E. Balducci, Gandhi, cit., 16. Se trata de una paráfrasis de una famosa máxima de D’Azeglio.
[24] P. A. Nazareth, La straordinaria leadership di Gandhi, cit., 24.
[25] C. Fusero, Gandhi, cit., 5.
[26] J. M. Brown, Gandhi…, cit., 192.
[27] Cfr M. Torri, Storia dell’India, Milano, Mondadori, 2011, 518-522; J. M. Brown, Gandhi…, cit., 196.
[28] J. M. Brown, Gandhi…, cit., 197.
[29] M. K. Gandhi, Autobiografia, cit., 384.
[30] Ibid.
[31] Ibid, 388. Cfr A. Capitini, «La religione di Gandhi», en M. K. Gandhi, In cammino verso Dio, Milán, Mondadori, 2006, xvii.

 

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