«La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta» (LS 16) es el primero de los temas transversales que resuenan en la encíclica Laudato si’ del papa Francisco[1]. Él mismo la describe como una «prolongada reflexión, gozosa y dramática a la vez» (LS 246). Un modo de leerla es atravesar las etapas de esta relación íntima y reflexionar sobre su significado profundo, puesto que el documento fue escrito siguiendo un pensamiento que el Papa suele definir como «circular». Pensamiento circular significa que «si bien cada capítulo posee su temática propia y una metodología específica, a su vez retoma desde una nueva óptica cuestiones importantes abordadas en los capítulos anteriores» (LS 16).

Y como esto mismo sucede con algunos elementos que atraviesan a modo de ejes todo el documento, se lo puede leer no solo en un orden progresivo, sino también a partir de puntos específicos que pueden atraer más la atención personal y a partir de los cuales puede establecerse un nexo con todos los demás aspectos. Los pobres y el planeta, unidos por una íntima y común fragilidad: este es el tema que queremos destacar.

La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta

Los pobres dan un rostro determinado a los denominados «problemas ecológicos». Y como Cristo quiso asumir el rostro de los más pobres, la ecología adquiere también un rostro cristológico. A partir de allí se infiere que la opción preferencial por los pobres y el cuidado del planeta no asumen solo un carácter ético-ecológico, sino que se abren también al misterio del Dios creador, de manera tal que la relación con nuestro Padre creador (cfr LS 13; 65; 75; 246) y con nuestra madre tierra (cfr LS 1; 92; 241) pasan a través del prójimo más frágil (cfr LS 78). De este modo, se hacen concretos la mirada, el discernimiento y las acciones que hay que encarar, como afirma el papa Francisco: «No se puede hablar de pobreza sin tener la experiencia con los pobres. […] No se puede hablar de pobreza, de pobreza abstracta, ¡esta no existe! La pobreza es la carne de Jesús pobre, en ese niño que tiene hambre, en quien está enfermo, en esas estructuras sociales que son injustas. Ir, mirar allí la carne de Jesús»[2].

San Francisco de Asís es el inspirador de esta relación. Él es «el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral», de «una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. […] En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior» (LS 10)

Y como el Papa menciona su propia elección, nos ayuda recordar cómo la relata, porque nos permite ver cómo esta encíclica nació junto con su pontificado. Cuando fue elegido, el cardenal Hummes lo abrazó y le dijo: «No te olvides de los pobres». Y afirma Francisco: «esta palabra ha entrado aquí [mientras se señala con el dedo índice la cabeza]: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!»[3].

El sentido de los pobres

La encíclica aplica metodologías específicas para cada uno de los temas que aborda (cfr LS 16), pero tiene como trasfondo constante un ritmo que conduce a la contemplación, al discernimiento y a la propuesta de acciones concretas. Esta metodología espiritual sigue una verdadera lógica del amor y actúa en todos los puntos, pero adquiere una particular claridad y eficacia cuando se trata de los más pobres. A este propósito, el n. 158 nos parece particularmente emblemático: «En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas iniquidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en una llamada a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción es hoy una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común» (LS 158).

Basta mirar la realidad para constatar que es preciso pasar a la «realización efectiva del bien común» a través de una opción preferencial. La lógica del amor es directa: habilita para ver al que está siendo vulnerado y hace pasar a la acción bajo el impulso de la compasión. Pero el llamamiento no proviene solo de la mirada a los bienes comunes y por la iniquidad con que se reparten: el Papa nos hace considerar a las personas, nos hace «contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes», a la luz del evangelio.

Son estas «paradas contemplativas», en las que la mirada atenta del Papa se detiene en los más pobres —con respeto, ternura, compasión y decisiones concretas—, las que queremos poner de relieve como clave de lectura de la encíclica. San Alberto Hurtado, en una carta a un amigo fechada poco antes de morir, decía que estaba escribiendo algo sobre «el sentido del pobre», que para él era la esencia del cristianismo[4]. «El sentido del pobre» es la capacidad de interesarse por el pobre, de descubrir en la fe su verdadera identidad, es decir, que «el pobre es Cristo», y vivir de forma consecuente. Hurtado hablaba de tener una «devoción cariñosa por el pobre», que implica el respeto y el cuidado de su dignidad[5].

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Diego Fares, SJ Miembro del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica.
Doctor en Filosofía y licenciado en Teología.
Fue director de El Hogar de San José, para personas en situación de calle.

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1. Francisco, Encíclica «Laudato si’» sobre el cuidado de la casa común, 24 de mayo de 2015, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html.
2. Francisco, Discurso a los estudiantes de las escuelas de los jesuitas de Italia y Albania, 7 de junio de 2013, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/june/documents/papa-francesco_20130607_scuole-gesuiti.html.
3. Francisco, Discurso en ocasión del encuentro con los representantes de los medios, 16 de marzo de 2013, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/march/documents/papa-francesco_20130316_rappresentanti-media.html.
4. «Espero escribir este verano (¿o comenzar?) algo sobre el sentido del pobre. Yo creo que allí está el núcleo del cristianismo y cada día hay más resistencia e incomprensión a todo lo que dice pobreza. ¿Conoce algo bueno sobre esto?» (A. Hurtado, «Carta al P. Arturo Gaete, Santiago de Chile, enero de 1952», en J. Castellón S.I., Cartas e informes del Padre Alberto Hurtado, S.J., Santiago de Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2003, p. 315).
5. El «respeto sagrado, cariñoso» por la dignidad de todas las criaturas está presente en toda la encíclica (cfr LS 89 y 94. Cfr también 11; 75; 77; 84; 93; 97; 221, y las oraciones finales, LS 246).

 

Imagen e información de laciviltacattolica.es