En un artículo anterior recordamos el fracaso estrepitoso de Iñigo de Loyola en la batalla de Pamplona, hace 500 años. Recordamos al caballero malherido siendo llevado a su casa donde, a punto de morir, se recuperó milagrosamente.

 

SANANDO LA HERIDA DEL COVID

Memoria glosada de los 500 años de la herida y conversión

de Ignacio de Loyola (II)

 
NETFLIX EN LOYOLA

Ya en casa comenzando el tiempo de su convalecencia Iñigo pidió le trajeran novelas de aventuras de caballería, que le gustaban mucho. Pero su cuñada que era una mujer piadosa dijo no tener más lectura que una vida de Cristo y vidas de santos para ofrecerle. Sin mucho interés y sin mejores opciones Iñigo comenzó a pasar el tiempo con esas aburridas lecturas. Algún comentarista más agudo sugiere que la cuñada, conociendo las andanzas y picardías de Iñigo, le entregó esos libros con la secreta esperanza de que su lectura le hiciera cambiar sus modos. 

Muchos de nosotros pasamos varios días de encierro durante esta pandemia. Los que llegaron a contagiarse con síntomas leves tuvieron que aislarse en casa, y los que se agravaron tuvieron que aislarse en hospitales (si encontraron lugar). Y como Iñigo tuvimos que buscar maneras de pasar nuestro tiempo en el encierro y la convalecencia. Puede ser que como él buscáramos los mismos entretenimientos que ya teníamos antes en el caudal impresionante de películas, series, videos, páginas, llamadas, mensajes, encuentros grupales, que inundó nuestra vida y vino para quedarse como un nuevo contexto vital. 

Puede ser también que entre tantas opciones hayamos descubierto novedades y hayamos abierto ventanas para asomarnos y compartir nuevos mensajes y contenidos que alimentan el espíritu. Dentro del torrente de mensajes que habita internet también hay como una corriente de agua fresca de variadas ofertas y espacios virtuales para ver, leer, oír, meditar, formarse, rezar personalmente y con otros, celebrar, y hasta hacer retiros con acompañamiento virtual. Diversas posibilidades y ocasiones para descubrir nuevos horizontes y ayudar a otros a aprender nuevas maneras de vivir. 

LA DAMA DE LOS SUEÑOS

Y así se entretenía Iñigo mientras sanaba. A veces viajaba largas horas en sus fantasías al encuentro de una alta dama de la nobleza, pensando cómo le declararía su amor, qué haría para conquistarla y seducirla. Las pretensiones que tenía con la dama de sus sueños eran propias de un amor imposible, pero él estaba como embelesado con su conquista. Y cuando se cansaba de sus fantasías, pasaba a leer la vida de los santos y allí se hacía otras fantasías, no menos ambiciosas: ¿Que sería si yo hiciera lo que hizo San Francisco, o lo que hizo Santo Domingo? Y se desafiaba a sí mismo: ¡San Francisco lo hizo, yo lo tengo que hacer; Santo Domingo lo hizo, yo lo tengo que hacer! Y así su ambición desmedida pasaba de las conquistas amorosas a las conquistas espirituales. 

Aunque vimos a los que salieron vivos de los hospitales con su cartelito “Yo vencí al Covid”, eso no quería decir que salían enteros de esa batalla. Muchos quedaron maltrechos, física, emocional y económicamente. Para algunos los grandes e inesperados golpes se convirtieron en ocasiones de iniciar una nueva etapa, para otros fueron un paréntesis para volver a lo mismo de antes, en el mejor de los casos con nuevas actitudes y aprendizajes. Para muchos lo cierto es que, después del Covid, los proyectos y sueños de antes, o se volvieron fantasías imposibles o quedaron postergados. 

Para atravesar la pandemia sin morir en el intento también nosotros buscamos inspiración en personas que fueron capaces de superar las dificultades, gente que tuvo la capacidad de reponerse ante la adversidad. Nos sirvieron mucho los modelos de resiliencia ante los fracasos de la vida. Iñigo tenía esos modelos en los caballeros y cortesanos de su época, pero a falta de ellos encontró esa inspiración en los santos como personas que vivieron su fe de manera heroica y comprometida, con proyectos renovadores y audaces que renovaron la Iglesia de tu tiempo. Esto entusiasmó su corazón que, aunque estaba herido, no dejaba de ambicionar y soñar grandes cosas para el futuro. 

ZAPPING MÍSTICO

Mientras en su lecho iba y venía imaginariamente de sus horas de fantasías con la dama de sus sueños al desafío de imitar a los santos que surgía de sus lecturas, un buen día notó que sus pensamientos de conquistas amorosas le dejaban cansado, vacío y seco; mientras que sus propósitos de imitar a los santos le dejaban con mucha paz y con una alegría interna que le duraba mucho más. Este descubrimiento sacudió todos sus cimientos. Empezó a relacionar los pensamientos y fantasías propias de su vida pasada con tentaciones del mal espíritu y los deseos de imitar a los santos con inspiraciones del Espíritu de Dios. Cuenta Iñigo que una noche que estaba rezando, una prolongada visión de Nuestra Señora con su Niño, le cambió por completo la mirada y borró las fantasías mundanas que tenía. Se sintió confirmado con esta visión y comenzó a pensar más seriamente en cambiar la vida que había llevado hasta ese momento y en lanzarse decididamente a la nueva vida que se le estaba ofreciendo. 

El confinamiento ha sido un buen contexto para darnos cuenta de las cosas que realmente necesitamos y de las que podemos prescindir, ha sido un test para probar nuestra capacidad de vivir con poco o con menos de lo que estábamos acostumbrados para divertirnos y gozar de la vida. Para muchos esto ha sido causa de frustración, para otros ha sido una ocasión benéfica de cambio de hábitos y de nuevos aprendizajes. 

Al mismo tiempo la presión del encierro y el estrés ha despertado la necesidad del cuidado de nuestro mundo interior y de la salud mental. Ha sido un tema promover los espacios de cuidado e higiene mental, de terapias, oración y relajación, descanso y reflexión en soledad o en la naturaleza. Lejos de los jolgorios multitudinarios imposibles y de las actividades de sensaciones extremas nos ha visitado la búsqueda y el deseo de serenidad, de una plenitud interior más honda y permanente. 

NUEVAS BATALLAS

Poco a poco Iñigo fue consolidando en su interior lo que sería su nuevo estilo de vida. Sentía mucho entusiasmo en seguir el camino de Jesús como lo habían hecho los santos. Y esto pasó a ser su centro de interés, dejando atrás sus proyectos de conquistas anteriores. Mientras seguía su lenta convalecencia fue creciendo en el hábito de la oración, de la lectura espiritual y de tomar notas de sus reflexiones. Cuando pudo tenerse en pie y comenzó a andar por la casa, comenzó a hablar de temas espirituales con la gente de casa, lo que llamó poderosamente la atención de sus parientes que se preguntaban qué bicho le habría picado. Su hermano mayor se lo tomó a la tremenda y le encaró enérgicamente, diciéndole que no vaya a decepcionar las esperanzas que tenían de su futuro, que no fuera a hacer un disparate ahora. Iñigo por su parte se escabulló de él sin contarle sus verdaderos propósitos. 

La pandemia ha sido ocasión de experimentar nuevos modos de relacionarnos y nuevos modos de consumir. Un momento para redescubrir las pequeñas alegrías de la vida cotidiana, de las tareas de la casa, de compartir con la familia de manera más intensa, dando más tiempo al diálogo. Nos dimos cuenta de que no necesitamos tantas cosas para pasar bien con las personas que amamos. 

Pero la presión del consumismo y del ímpetu de volver a la normalidad de la agitación no da tregua. Como si no fuera posible vivir de otra manera de la que estábamos acostumbrados hasta ahora.  

UN NUEVO ESTILO DE VIDA

Una vez que su pierna estuvo sana, Iñigo salió de su casa montado en su mula, como quien sale de una prisión dorada hacia una vida nueva más sencilla. Fue directo al Santuario de Montserrat a rezar y a confesar todos los pecados de su vida pasada. Allí completó el cambio que se propuso al quitarse sus finas ropas de caballero, dárselas a un mendigo y vestirse él con una pobre ropa de peregrino. Así concretó el cambio más importante y radical de su vida, dejó definitivamente su pasado de caballero cortesano para empezar el camino del peregrino.  Ya no iba montado y con sirvientes, como antes por el camino principal de los caballeros, ahora iba solo y a pie, por senderos vecinales para no ser reconocido. Una sola cosa le orienta: Llegar a Jerusalén a seguir los mismos pasos de Jesús, del que quiere ser discípulo para toda su vida. Y por el nuevo camino que transita Iñigo va sintiendo de diversas maneras a un Dios que le va enseñando y guiando, como un maestro de escuela guía a un niño.  

Existe hoy un empalme significativo entre la pandemia y otra gran amenaza que se cierne como una nube sobre toda la humanidad: el cambio climático que empieza a hacer notar sus efectos de diversas maneras, anunciando un futuro inquietante. Los años de la década que vivimos serán decisivos para tomar medidas que posibiliten mantener la temperatura del planeta en un nivel habitable. 

Muchas personas han dicho que esta pandemia ha sido apenas un aperitivo para lo que puede sobrevenir a la humanidad si seguimos en el mismo ritmo de consumo desmedido y de explotación irracional de los recursos naturales. Advierten sobre la necesidad imperiosa de cambiar nuestros estilos de producción, alimentación, transporte; convirtiéndonos hacía modelos sostenibles y amigables con el medio ambiente, si no queremos llegar a límites intolerables para la vida en el planeta. Pero muchos se resisten a entender esta situación y actúan como si la pandemia fuera solo un paréntesis breve, cómo una incómoda alarma nocturna que nos despierta y que solo queremos apagar para seguir durmiendo. 

Para Iñigo de Loyola la herida en batalla fue una ocasión de dejar su estilo de vida de caballero cortesano y abrazar apasionadamente la sencillez del peregrino en el seguimiento de Jesús. Ojalá en esta conmemoración de este hecho histórico nosotros podamos entender la magnitud del desafío global que enfrentamos y podamos tener la gracia de transitar hacia una profunda conversión ecológica personal y comunitaria. Ojalá podamos tener la apertura de corazón para aprender, como niños y por respeto al futuro de los niños, nuevas formas de vida más simples y sostenibles.

 

Alberto Luna, SJ
Centro Interprovincial de Formación
San Pedro Fabro Casa San Miguel en Chile

 

 

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