Artículo de Xavier Jeyaraj SJ, publicado originalmente en Sequela Christi 2020/02, revista vaticana de la Congregationis pro Institutis Vitae Consecratae et Societatibus Vitae Apostolicae (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica)

 

Tras la publicación de Los límites del crecimiento en 1972 y la Cumbre de Río (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo o Cumbre para la Tierra) en 1992, en la que participaron seis jesuitas que trabajaban en el ámbito del medio ambiente, surgió una creciente preocupación de las provincias jesuitas que reconocían la relación entre la promoción de la justicia y los retos de la degradación medioambiental.

El sentimiento general era que la opción por los pobres y la opción por la tierra eran inseparables, ya que la degradación medioambiental afectaba a los más pobres, en mucha mayor medida que a otros.

Evolución de la justicia y la reconciliación con la Creación en la Compañía

Durante la 34ª Congregación General (CG) de la Compañía de Jesús en 1995, se reconocieron oficialmente por primera vez los crecientes problemas ecológicos y medioambientales en el mundo y su impacto en los pobres, en los vulnerables y en la naturaleza. Esta preocupación surgió de los jesuitas que ya veían y experimentaban su impacto en algunos de sus países de misión.

De ahí que la 34ª CG recomendara al Padre General hacer un estudio y orientar a toda la Compañía de Jesús para su futura misión sobre la ecología. El Secretariado de Justicia Social, bajo la dirección de su secretario, Michael Czerny SJ, realizó un estudio y publicó sus resultados en Vivimos en un mundo roto: Reflexiones sobre Ecología en 1999.

Posteriormente, en 2008, durante la 35ª CG reflexionando sobre los retos ecológicos a afrontar, se llamó a cada jesuita a establecer una relación correcta con Dios, con los demás y con la creación. Se invitó a todos a reconciliarse con la creación y a “ir más allá de las dudas y la indiferencia para asumir la responsabilidad de nuestro hogar, la tierra (el subrayado es mío).” Para hacer esto de forma organizada y colaborativa, la CG invitó a los jesuitas a “construir puentes entre ricos y pobres, establecer vínculos de apoyo mutuo…”

Reconociendo la invitación de la CG a reconciliarnos con la creación y establecer redes y vínculos de advocacy, el entonces Secretariado de Justicia Social estableció en 2008 las Redes Globales de Advocacy Ignaciana (GIAN) para la Ecología y otras tres áreas, después de una semana de discernimiento y planificación global.

La GIAN de Ecología se conoce hoy comúnmente como Ecojesuit. Dado que al Secretariado se le confió la responsabilidad adicional de las obras de justicia ecológica para la Compañía de Jesús, el Secretariado fue rebautizado como Secretariado de Justicia Social y Ecología (SJES) en 2010.

Con este mandato del entonces Padre General Adolfo Nicolás, se formó un Grupo de Trabajo para discernir, planificar y preparar conjuntamente un plan de acción para las obras de justicia ecológica a todos los niveles. El resultado fue el documento Sanar un mundo herido en 2011, una especie de precursor jesuita de la Laudato Si’ del Papa Francisco.

Después de haber pasado por un año de discernimiento dentro de la Compañía de Jesús – en comunidades, provincias, conferencias y la Compañía universal – el actual Padre General Arturo Sosa promulgó las cuatro Preferencias Apostólicas Universales (PAU) el 19 de febrero de 2019, tras obtener la confirmación del Papa Francisco.

En su nota, el Papa Francisco afirmó que las preferencias propuestas “están de acuerdo con las prioridades actuales de la Iglesia.” Para la Compañía de Jesús, colaborar en el cuidado de nuestra Casa Común es una de las cuatro PAU para los próximos 10 años.

Las características ignacianas/jesuitas para promover la justicia ecológica

En esta breve reflexión sobre cómo la Compañía de Jesús promueve la misión de justicia y reconciliación con la creación, presento siete características o pasos de discernimiento que los jesuitas están llamados a seguir. Son los siguientes:

1. Establecer una amistad personal con los pobres

Este es un aspecto fundamental. Como escribió San Ignacio a los jesuitas de Padua en 1547: “Nuestro empeño en seguir a un Señor pobre, nos hace naturalmente amigos de los pobres.”

Estos pobres no son una categoría sociológica ni una piadosa generalización intelectual, sino los rostros y nombres de personas y comunidades reales entre las que vivimos y con las que trabajamos.

Por eso, ser solidarios con los que no tienen voz ni poder es una necesidad absoluta. “Habla por los que no pueden hablar, por los derechos de todos los descartados. Habla, juzga con justicia, defiende los derechos de los pobres y necesitados.” (Pro. 31: 8-9)

2. Escuchar el clamor de la tierra y de la creación

No son sólo los pobres y los vulnerables los que no tienen voz ni poder, sino toda la creación.

Como dice San Pablo, toda la “creación gime con dolores de parto.” Por lo tanto, debemos escuchar el gemido de las aguas contaminadas, de la tierra maltratada, de los océanos amenazados, del clima desastroso y extremo, de las plantas y animales que mueren, de los bosques, la vegetación y el suelo degradado, etc.

El profeta Isaías lo articula claramente al decir: “La tierra yace contaminada bajo sus habitantes, porque han transgredido las leyes, violado los estatutos, roto el pacto eterno. Por eso, una maldición devora la tierra, y sus habitantes sufren por su culpa.” (Is. 24:5-6)

3. Investigación y análisis científicos rigurosos

El apostolado intelectual es central en la misión de la Compañía de Jesús y su contribución en todos los campos del conocimiento es bien conocida. El estudio y el análisis científico riguroso son un carisma de la Compañía y una dimensión del modo de proceder de los jesuitas en todo apostolado.

El Padre General Nicolás decía: “No se trata sólo de un conocimiento científico -saber sobre algo- sino de un tipo de conocimiento que lleva al individuo a tener una actitud de búsqueda constante de las grandes cuestiones y, además, que le lleva a la empatía, a ser compasivo con todos los seres humanos, y a ser respetuoso con la naturaleza como un don e, incluso, con el principio ignaciano de buscar y encontrar a Dios en todas las cosas.”

4. Examen desde la perspectiva personal, estructural e intercultural

El examen ignaciano de cinco pasos, a saber: Gratitud, Conciencia, Comprensión, Conversión y Reconciliación es una maravillosa herramienta de oración. Ayuda a reflexionar sobre la relación personal con la creación de Dios, a reconocer y enmendar los propios caminos y a promover la justicia ecológica solidarizándose con los más afectados por el daño ambiental.

Un examen ecológico sincero no es sólo una oración, sino también acción; una que lleva a la conversión y al compromiso de cuidar nuestra casa común, como nos dice el Papa Francisco.

5. Trabajar en colaboración con otros

Los últimos Papas han dicho a los jesuitas que “la Iglesia os necesita.” Siguiendo esta invitación del Papa Benedicto XVI, la CG 35 dio un decreto titulado La colaboración en el corazón de nuestra misión.

Reconocemos que no estamos solos en la misión de justicia y reconciliación en el mundo. Nuestra misión es colaborar con las personas de buena voluntad al servicio de la familia humana y del universo entero. “Nuestra identidad no está sola, sino en compañía: en compañía del Señor, que llama, y en compañía de otros que comparten esta llamada.” (CG35, D2, #3)

El Papa Francisco dijo a los jesuitas durante la CG 36: “Debemos seguir trabajando, a través de los movimientos, académicamente y también políticamente.” Yo añadiría que, si fuera necesario, también a través del litigio.

6. Compartir el amor, la paz, la alegría y la esperanza

En este mundo roto y herido, con el medio ambiente expoliado por la mano del hombre y, en medio de la pandemia que hace estragos, nuestra llamada es a compartir el amor, la alegría, la paz y, sobre todo, la esperanza de Cristo resucitado.

Debemos ser mensajeros de la esperanza y no profetas de la fatalidad. Tenemos mucho que aprender de la naturaleza, de las plantas, los pájaros y los animales, y de toda la creación de Dios, que renueva continuamente la tierra con esperanza. Ellos son nuestra guía y nuestra alegría. La curación sólo es posible con sensibilidad, actitud positiva, compartir y compasión.

7. Discernir juntos y comprometerse a vivir la misión de reconciliación de Dios

Al inicio de su pontificado, el Papa Francisco invitó a los jesuitas a contribuir al liderazgo de la Iglesia a través del discernimiento ignaciano. Los procesos de escucha activa – soltando el control y dejando espacio para el movimiento del Espíritu Santo – y la conversación espiritual de unos con otros es una forma de vivir la misión de justicia y reconciliación de Dios con compromiso.

Como compartió el Padre General Sosa: “el discernimiento implica una manera holística de vivir y nos permite entrar en comunión en el único cuerpo cuya cabeza es Cristo.”

“Para hacer creíble y efectivo nuestro trabajo”

Estas siete características no son en absoluto exhaustivas, son sólo principios orientadores para poner en práctica lo que nos sentimos invitados a hacer, junto con la Iglesia, la humanidad entera y la naturaleza.

Como dijo el Padre General Sosa en su homilía al final de la CG36: “Nuestro discernimiento nos lleva a ver el mundo con los ojos de los pobres y a trabajar con ellos para que crezca la verdadera vida.”

Y al hacerlo se nos invita a “renovar nuestra propia vida para hacer creíble y efectivo nuestro trabajo.” (Arturo Sosa SJ, Superior General, Carta a toda la Compañía sobre las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús 2019-2029, 2019/06, 19 de febrero de 2019)

Xavier Jeyaraj SJ
Secretario del Secretariado de Justicia
Social y Ecología (SJES) de la Compañía de Jesús

 

Información de ecojesuit.com