Ante la pandemia, la urgencia por vacunar a la población mundial se convierte en una oportunidad de dominio político y económico. Rusia avanza con la Sputnik V, muestra de su capacidad científica y tecnológica. China activa la inmunización con un despliegue diplomático ante los países que no acceden a las vacunas de los laboratorios occidentales. Ambos países buscan reforzar su prestigio e influencia; ante el Covid-19 se despliega una carrera por una vacunación rápida y eficaz.

Los principales institutos científicos del planeta luchan en una competencia feroz para frenar la pandemia. Luego de las primeras vacunas aprobadas en occidente -Pfizer/BioTech, Moderna y Oxford/AstraZeneca-, la competencia pasó a nuevos niveles: administración de estos productos biológicos, distribución y producción. La salud de la población es el gran objetivo sabiendo que quiénes se vacunen primero podrán recomponer sus economías, recuperar trabajos y volver a la ansiada “normalidad” más rápidamente.

Los países ricos comenzaron a monopolizar las dosis, compraron más vacunas de las que necesitan, suficientes para vacunar a su población hasta casi tres veces lo necesario. Así comenzó este 2021 con países acaparando (Europa y América del Norte), mientras la mayoría del planeta sigue a la espera. La desigualdad nuevamente ante nuestra vista.

A nivel global se había hecho el acuerdo llamado COVAX para asegurar una distribución y acceso equitativo mundial a las vacunas –excluidos de los acuerdos de distribución los Estados occidentales y las farmacéuticas estadounidenses y europeas-. El resultado ha sido la inclinación de los países emergentes por las vacunas de Rusia y China, y al hacerlo abren puertas para incrementar su presencia en sus territorios. Las vacunas producirán la reconfiguración del orden mundial y reforzarán el poder y el prestigio científico mundial de estos países. Ganarán poder en grandes mercados emergentes como África, Sudeste Asiático, Medio Oriente y América Latina, regiones donde vive más de la mitad de la población mundial.

Para Rusia se trata de una cuestión de prestigio y no de lucro. Distribuyó insumos necesarios contra la pandemia por ejemplo a Italia, donde se leía el slogan “De Rusia con amor”. Su desarrollo farmacológico se ofrece como ejemplo de su superioridad tecnológica y científica que se desprende de la superioridad de un modelo de gobierno.

Rusia se muestra al mundo como capaz de desarrollar las más altas tecnologías y situarse en la cima de la élite científica mundial y a su vez demuestra que no depende de los laboratorios occidentales internacionales.

A comienzo de la pandemia también observamos a China distribuir mascarillas, equipamientos médicos y respiradores a países europeos como Italia, Grecia o Serbia. Todo lo contrario de Estados Unidos, el presidente chino Xi Jinping afirmó que cualquier vacuna producida por China se convertiría en un “bien público global”; mientras los demás países y laboratorios desean hacer grandes negocios, Pekín ofrece el acceso a su vacuna a un precio justo y razonable, aunque aún está en ensayos de tercera fase. Los países que acogen las pruebas realizan acuerdos con China para comprar dosis (ejemplos en América Latina son Perú, Chile, Argentina, Brasil). A la vez ha ofrecido 1.000 millones de dólares en préstamos a América Latina y el Caribe para el acceso a las vacunas. Consideramos que China pacientemente espera el momento de obtener beneficios de energía (como litio, hidrocarburos, energía solar y eólica) e infraestructura que le posibiliten mejores sistemas de exportación. Como país pragmático no tiene problema alguno de negociar con todo tipo de sistema político.

En fin, unos ven las buenas intenciones de Pekín hacia la comunidad internacional, otros un encubrimiento de su proyecto de dominio global.

Todo dependerá de los efectos de las vacunas rusas y chinas y de su eficacia. La ventaja frente a las otras vacunas surge de una elaboración más tradicional que no requiere tan bajas temperaturas para su traslado y almacenamiento. La contraparte que se prepara para una pugna es India, a través del Instituto Serum, mayor productor de vacunas del planeta, que produce millones de dosis de AstraZeneca/Oxford.

Más allá de estos análisis, la conclusión final es que sean vacunas rusas, chinas, indias, alemanas, estadounidenses o inglesas, todas son bienvenidas para poner fin a la pandemia.

 

Con imágenes e información de blog.cristianismeijusticia.net

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