Mínimos para entender la importancia de la comunicación dentro del rol social de nuestra Iglesia.

 

Aforismo es una frase o sentencia breve que se propone como regla en alguna ciencia o arte; para los cubanos este concepto nos remite a la obra más sorprendente de ese gran filósofo católico que es José de la Luz y Caballero. Este artículo intenta, de alguna forma, invitarnos a pensarnos a los comunicadores católicos en cómo ampliar nuestros horizontes evangelizadores[1] en el mundo digital. Casi que parafraseando al querido obispo camagüeyano, monseñor Adolfo, diría que la Iglesia cubana tiene, desde la irrupción del internet en nuestra realidad, más espacios para comunicar que nunca, pero ¿estamos asumiendo ese boom de plataformas comunicativas católicas con la seriedad deseada para posicionarnos como un referente comunicativo nacional?

Quizás hoy contemos con una sorprendente cantidad de comunicadores profesionales y actores religiosos (líderes de opinión) en redes sociales; el tema es cómo lograr convertir a estos influencers católicos en impulsores de una cultura digital, con profundas raíces samaritanas, avocadas en la construcción de una sociedad civil donde prime la amistad social. Jóvenes que vayan más lejos del simple me gusta o lograr un titular. No se trata de competir con el poder de impacto social sobre todo en el mundo de la cultura, que en la década del 90 del siglo XX y hasta principios del siglo XXI alcanzaron las revistas católicas, las cuales eran referente para conocer la realidad social y espiritual cubana. Hoy estamos en otro momento histórico y se hace necesario reinventarnos para seguir conversando desde nuestros medios con la sociedad, se van dando pasos, pero se debe y puede hacer más para recuperar algunos espacios perdidos. Entre las propuestas a valorar destaca generar una red de comunicadores católicos interconectados que vaya más lejos del círculo eclesial, pues en los últimos tiempos son varios los jóvenes de la Iglesia graduados de la universidad que trabajan en medios nacionales de comunicación.

Las redes sociales son tecnologías de la comunicación, una especie de plaza o una forma de organización de la vida social y humana. Una amiga comunicadora de la diócesis de Holguín ha realizado un estudio sobre la cantidad de grupos en facebook que se adscriben a una representatividad institucional de la Iglesia cubana; y, según ella, son más de 100 entre organizaciones, comunidades parroquiales o grupos pastorales fuera de la comunidad. Este estudio solo recoge los que ella pudo encontrar en una sola red social y sabemos que, por citar un ejemplo, el medio de comunicación católico Vida Cristiana tiene también: telegram, whatsapp, googlegroup (lista de correos). Cada día parece surgir un nuevo grupo de perfil católico en estas redes y el nivel de los contenidos compartidos va de lo mejor, hasta, prefiero dejarlo en tres puntos suspensivos.

Lo político entendido como la búsqueda del bien suele estar presente en varios de estos espacios de inspiración católica que han ido emergiendo en las redes sociales. El desafío político de la evangelización digital, que se intenta inducir desde estas nuevas plataformas comunicativas católicas cubanas, debería enfocarse en la promoción de una espiritualidad que sirva, en palabras de Jon Sobrino, a la “honradez con la realidad”[2].

Es decir, una fe que se atreva a desbrozar las complejidades de la sociedad civil en la Isla, con sus aciertos y contradicciones, sus justicias e injusticias.  No con el objetivo de imponer nuestra verdad católica a todos los cubanos, ni de subir a un post conceptos acabados sobre democracia, libertad, justicia, etc... sino con la humildad de dejarnos interpelar por las historias de esperanza de nuestras obras, las voces de los oprimidos, los pobres que hacen largas colas para conseguir la medicina y sus miedos. Nuestra propuesta mediática debe intentar deconstruir los fantasmas del no puedo hacer nada porque solo comunico en este pequeño espacio que puede ser un boletín diocesano, sin ningún recurso, los cristianos sabemos de la fuerza de lo pequeño, Marcos (4:30-32).

El siervo de Dios P. Félix Varela expresó: “hay solo una desgracia y es separase de Dios, por lo cual son felices todos los justos y desgraciados los perversos. La libertad sin virtud, es el mayor castigo de la soberbia que pronto se arrepiente y se avergüenza de sus errores”[3]. En las redes sociales existe una libertad comunicativa grande, cualquier persona puede subir el contenido que le parezca sin estar sujeto a medidas tangibles de censuras. Hoy en día pudiéramos hablar del pecado digital y es aquel donde somos partícipes de alguna forma de participación en internet que daña la dignidad del prójimo, pues detrás de cada perfil –institucional o personal– hay también una responsabilidad humana.

Para conquistar público en las redes sociales, los medios de comunicación (partimos de su diversidad) hacen todo lo que está en sus manos; en ocasiones se ha visto el surgimiento de noticias falsas con la única premisa de acaparar likes o la necro-comunicación, que es aquella de publicar lo más sucio de las personas y las instituciones para venderlo como noticia. La comunicación católica debe renunciar a las técnicas oscuras de minería de seguidores en redes, poner en boga de uno de nuestros medios una fake news es como aprender la técnica para activar una bomba para matar, en resumen, es un pecado ganar seguidores de esa forma. Los comunicadores cristianos deben saber que es preferible ser un medio de comunicación o un perfil personal en redes sociales con pocos seguidores, si la alternativa para ser “mediáticos”, “seguidos”, “retwiteados” es disparar directo a la dignidad de algún otro ser humano con titulares que puedan herir su dignidad.

La primera publicación católica que vio la luz fue la revista La Verdad Católica publicada en la década del cincuenta del siglo XIX. Desde esa fecha a la actualidad podemos decir que tenemos un gran caudal de conocimiento acumulado como patrimonio comunicativo de nuestra Iglesia. La comunicación católica desborda el ámbito puramente religioso y se hace carne en el pueblo que agradece poder tener la opinión de la Iglesia en diversas temáticas vinculadas a nuestra sociedad. Monseñor Juan de Dios, obispo de la diócesis de Pinar del Río, en una entrevista concedida para el Suplemento en Detalles de la Red Católica Juvenil Cubana afirmó: “las instituciones eclesiales parecen estar ahogándose en medio de la pandemia provocada por la COVID -19 y la profunda crisis económica que vive nuestra nación.”[4]

No es para nadie un secreto que nuestra Iglesia atraviesa junto con el pueblo cubano una de las peores crisis multidimensionales de los últimos años, quizás por eso se haga más tangible apostar por la necesidad de comunicar y revelarles a las personas historias esperanzadoras que le ayuden a salir a la gente del marasmo cotidiano donde andan sumergidos. Los aforismos muchas veces tratan de definir lo indefinible por lo que no creo que existan recetas únicas para mejorar la pastoral de la comunicación en nuestra Iglesia, más bien es necesario ver cada propuesta novedosa como un mapa donde cada día podemos ir agregando nuevas rutas.

Los proyectos comunicativos católicos debemos enfocarlos en promover la trasformación de nuestra realidad al estilo de Jesús, buscando construir un ambiente más humano y emancipador; la vocación comunicativa de un cristiano debe estar profundamente ligada al pueblo, no se puede narrar lo que no se vive, las personas más que discursos necesitan testimonios, la materia prima de la que debemos alimentar nuestras publicaciones es la realidad, sobre todo esa que está comprometida con los descartados por cualquier motivo, y los pobres.

 Dios es comunicación, pues sabemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se comunican mutuamente, los cristianos hemos nacido a través de la comunicación del evangelio. De ahí que me parece pertinente reconocer que, a pesar del camino andado en cuanto a la pastoral de comunicación, aún nos falta mucho camino por andar. Hay diócesis en las que solo existe de nombre la pastoral de la comunicación[5], se hace urgente poder contar con una oficina de comunicación dentro de la Conferencia Episcopal Cubana y realizar una estrategia mínima que rescate proyectos como Nosotros Hoy que han sufrido los embates del tiempo. El comunicador no puede ser solo la persona que llamamos a última hora para que haga la foto, el video y escriba la noticia, debe ser tenido en cuenta como parte de los equipos multidisciplinarios que arman el proceso.

 Por muy loco que parezca en estos momentos de crisis abogar por el cuidado y la reinvención de nuestros medios tradicionales de comunicación, es mejor cuidarlos ahora cuando aún existen, antes de que, como ya viene pasando, comiencen a desaparecer. Es urgente buscar formas de reconocimiento y estimulación para los comunicadores católicos que muchas veces trabajan sin fines de semana para dar visibilidad a procesos eclesiales y emplean su economía para sostener el internet, que les ayuda a posicionar los contenidos evangelizadores en las redes. Estas acciones, al verse como entusiasmo juvenil, en ocasiones no reciben ni unas gracias por parte de sus beneficiarios.

En Cuba, desde que se iniciaron las medidas producto a la COVID 19, hace más de un año, hemos aprendido a vivir en la incertidumbre, con pocos horizontes de prosperidad, sin Google Maps ni GPS, mordidos por la escasez y el miedo a alzar la voz. El confinamiento nos ha convertido en modernos náufragos de una Isla rendidos en un discurso peligroso que grita: “nada tiene solución”, hippies de una cultura de sobrevivencia. Andamos como zombis, caníbales buscando comida a todas horas, un caramelo puede ser un lujo en MLC, la migración es la moda de la juventud. Ahora, en estos tiempos de angustia y encierro, nuestra Iglesia es, por vocación, uno de los actores importantes para el pueblo con la claridad para acompañarlo dentro del laberinto social donde nos encontramos; el tejido social de nuestra patria necesita verse iluminado por los aforismos desde la mística de los ojos abiertos[6] de la comunicación católica en Cuba.

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[1] Para aclarar esta frase entiendo que no hay evangelización sin los esfuerzos por transformar el mundo, la acción de evangelizar no encuentra su sentido y su finalidad en la sola aceptación y transmisión de su contenido conceptual, ella implica necesariamente la transformación de la persona y la sociedad. 
[2]No 88 – 89, revistaCaminos del Centro Martín Luther King. Texto de Nicolás Panoto. Fe, Política y Democracia en tiempos de Pos Verdad; página 48 y 49 
[3]Boletín Convivencia en formato Digital a través de lista de correros, el mismo fe enviado del sábado 23 de abril de 2019, el texto referenciado tiene como autor a Yoandy Izquiero y puede ser consultado en www. conovivencia.org 
[4]La entrevista completa puede ser consultada en el grupo de telegram de la Red Católica Juvenil Cubana o en la página de YouTube de la propia plataforma comunicativa. 
[5]La idea propuesta busca alfabetizar a las personas con responsabilidades en las diócesis sobre la forma en que funcionan los medios en el 2021. Hoy la alfabetización va más allá que leer y escribir, en un mundo donde las personas pasan entre 25 000 y 40 000 horas frente a las nuevas tecnologías es cada vez más importante entender la gramática de los medios y las redes sociales.
[6]La mística de los ojos abiertos no es solo mirar tú al pobre, al descartado por pensar diferente a la masa, sino dejarte mirar por él también y saber que desde ahí también Dios actúa, transforma, cambia los corazones. Por eso hay que salir a su encuentro.

 

Por Julio Pernús