“La experiencia de Jesús revela que Dios es solidario siempre con el hombre, pero especialmente con el hombre en dificultad. Le abre horizontes nuevos y le revela el valor de compartir y de la empatía. (...) La misión que hemos recibido de Cristo en el momento presente impone la exigencia radical de plasmar cada día estos valores en la realidad candente del mundo y del pueblo de Haití que tanto sufre”.

En el marco de este contexto de misión evangélica, los jesuitas de Haití se han pronunciado ante la actual crisis haitiana. La vitalidad de la Compañía de Jesús en el país queda patente en un amplio documento de cinco páginas, distribuido a los medios de comunicación a principios de enero.

El texto se esfuerza, en primer lugar, por describir las distintas dimensiones de la crisis actual. Haití padece una crisis social, global y profunda, no cíclica, que afecta a todos los niveles y esferas sociales. Esta crisis está socavando los cimientos de la sociedad, ya que las instituciones públicas se van derrumbando. Proporciona amplio espacio a la inseguridad, dada la impunidad de que gozan las bandas armadas. Es una crisis política con la clase política totalmente desacreditada. No parece que los líderes ofrezcan valor alguno: indolentes, faltos de creatividad, sin capacidad de planificación. Así, el Estado está perdiendo gradualmente el control de los resortes de cualquier sociedad organizada. Esto, a su vez, abre la puerta a la posibilidad de un retorno a la dictadura - como aquella de la época de François Duvalier - porque el gobierno lo hace por decreto, a menudo desafiando a la Constitución. En este contexto los jesuitas creen entrever también una crisis constitucional. Todo conduce a una crisis: la caída de la producción, la caída del PIB, la imposibilidad de acceder a la educación y a los servicios sociales de toda sociedad moderna. Y su consecuencia inexorable: el éxodo del campo y el empeoramiento de la pobreza en las ciudades.

 

Las causas de esta situación son numerosas y los jesuitas describen las principales: evidentes desigualdades sociales, ausencia de una política pública de integración de la ciudadanía, falta de empatía y de conciencia ciudadanas, acumulación de injusticias sociales y desprecio de valores fundamentales como la solidaridad, el respeto a la vida y al medio ambiente, la promoción del bien común y la superación de uno mismo.

Por otra parte, según la apreciación de la Compañía en Haití, esta situación de desamparo corre el riesgo de mantener ocultas muchas riquezas que sin duda podrían contribuir a la superación de la crisis y a relanzar el país. Haití posee un inmenso potencial natural y cultural: un rico subsuelo, 1.700 km de costa, numerosos sitios históricos y naturales, una diáspora de más de 2.000.000 de personas dotadas de recursos. Al mismo tiempo se ha iniciado un movimiento ciudadano que, con todas sus limitaciones, mantiene viva la esperanza de la construcción de la democracia y el estado de derecho.

En conclusión, la Compañía invita a todas las fuerzas religiosas a unirse en el camino del renacimiento de Haití, superando - en la esfera social y por el bien de la nación - las divisiones entre católicos, protestantes y vudúes. Exhorta a los agentes nacionales e internacionales, a las fuerzas vivas del país, a los activistas sociales y políticos, a la diáspora haitiana y al “valiente pueblo de Haití” a unirse para salvar el país.

Lea el manifiesto de la Compañía haciendo clic aquí.

Oficina de Prensa Curia General

Fuente: https://www.jesuits.global