Compartimos el Boletín Informativo de la Compañía de Jesús en Cuba - Noviembre 2020.
Uno de los textos principales es el artículo escrito por el P. David Pantaleón SJ, Superior de la Compañía de Jesús en Cuba:
Durante este mes de octubre, mes del rosario, hemos ido poco a poco retomando en La Habana las actividades presenciales con la celebración de las eucaristías, reuniones de equipos de trabajo, actividades de mantenimiento, la impresión de la hoja dominical de Vida Cristiana, entre otras cosas. En las comunidades y obras de Cienfuegos, Camagüey y Santiago de Cuba el proceso de apertura ha ido más rápido debido a la evolución más favorable de la pandemia. Se han reactivado los talleres, cursos, encuentros, celebraciones eucarísticas y casas misión con el aumento creciente y organizado de la asistencia. De todos modos, se mantienen los protocolos de prevención con mucha responsabilidad.
Se organizó una vez más el viaje por las diócesis repartiendo las hojas de Vida Cristiana de los domingos que van hasta inicios del próximo año. Ante la dificultad -que permanece- de los viajes interprovinciales regulares, de los medios de transporte público, hemos tenido que hacer ya dos veces este esfuerzo extraordinario para llegar a todas las comunidades del país.
En mi agenda personal, además del retiro de 8 días, en que acompañé a las Siervas de María del domingo 4 al 12, también acompañé a un grupo de 11 religiosas de la CONCUR en La Inmaculada del 22 al 30. Los 4 prenovicios, que están viviendo con nosotros en Villa San José, hicieron sus ejercicios espirituales junto con los teólogos del Seminario Mayor, con el acompañamiento del padre Ramón Rivas, del 18 al 24.
Octubre es el mes del Rosario. Nos ha tocado desgranar misterios de dolor y gloria. De dolor por las situaciones de precariedad que se agravan y desgastan. Dolor por los conflictos violentos de este 10 de octubre que parecen regresarnos a la época de los vergonzosos “actos de repudio”. Dolor por el desempleo que crece ante la quiebra de los pequeños negocios y el cierre del país a los vuelos comerciales durante la pandemia. Dolor ante la incertidumbre del cómo y cuándo de las soluciones propuestas, que no terminan de hacerse realidad. Pero tal vez se asoma la esperanza y los misterios de gloria en aquellos que buscan y reinventan caminos de servicio y comunión en medio del caos cotidiano; gloria en los rostros de hombres y mujeres que no tienen miedo a decir lo que piensan, apostar por el diálogo casi imposible y soñar con algo nuevo; gloria en quien comparte lo que sabe y lo que tiene, velando por los más débiles; gloria en la capacidad de sonreír y apostar por la vida cuando todo parece desmentirla; gloria en los que arriesgan su propia salud cuidando a un enfermo entre precariedades y limitaciones. Y tal vez sean de parto los mismos dolores cuando la fe y el amor están por medio.
A nosotros nos toca no quedarnos fuera de estos misterios pascuales. Nos toca responder al llamado del Papa Francisco, cuando nos dice en su última encíclica: “La Iglesia tiene un papel público que no se agota en sus actividades de asistencia y educación, sino que procura la promoción del hombre y la fraternidad universal. No pretende disputar poderes terrenos, sino ofrecerse como un hogar entre los hogares (esto es la Iglesia), abierto para testimoniar al mundo actual la fe, la esperanza y el amor al Señor y a aquellos que El ama con predilección. Una casa de puertas abiertas. La Iglesia es una casa con las puertas abiertas porque es madre. Y, como María, la Madre de Jesús, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad, para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación” (FT 276).
Por: P. David Pantaleón, Superior de los jesuitas en Cuba
31 de octubre del 2020