Presentamos un análisis de Jaume Flaquer para el blog Cristianisme i justicia sobre la reciente encíclica del Papa Francisco. Ha seleccionado 20 frases que más destaca de este documento que nos invita a cambiar el corazón desde una fraternidad abierta a todo el mundo.

 

El papa Francisco acaba de aprovechar la fiesta de san Francisco de Asís para publicar una nueva encíclica inspirada en el carisma de la fraternidad universal de este santo que fue capaz de «ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión» en su visita al Sultán Malik-el-Kamil en Egipto, en plena época de las cruzadas. El papa quiso conmemorar los 800 años de aquel encuentro con una visita a Abu Dabi y la firma de un documento con el Gran Imán de Egipto, Ahmad Al-Tayyeb. Ese documento titulado precisamente «Sobre la fraternidad humana» esboza lo que en esta encíclica ahora desarrolla. El papa reconoce también la inspiración de «otros hermanos no católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Ghandi y especialmente, Carlos de Foucauld», quien rogaba a Dios ser «el hermano de todos».

El texto es de fácil lectura, asequible a todo mundo. Su lenguaje sencillo nos introduce a una mística de la comunión universal que huye constantemente de los extremos de las dicotomías planteadas tales como universalismo-localismo, uniformidad-individualismo o igualdad-libertad. Además de partir de una teología de un Padre creador de hermanos, supone una antropología donde el ser humano es ante todo relación: antes de ser individuo, es comunión, es pueblo. Al ser relación, es un ser necesitado y responsable del sufrimiento de los demás. El largo comentario de la parábola del Buen Samaritano es toda una invitación a romper tanto las relaciones como las sociedades cerradas. El papa recuerda que la comunidad mundial navega en la misma barca y que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos y todos. Por ello, lanza duras críticas hacia los nacionalismos excluyentes, hacia el liberalismo individualista, hacia el universalismo uniformizador y hacia los populismos engañosos. El papa denuncia toda legitimidad de las posiciones de extrema derecha religiosa cerradas a la inmigración, proteccionistas en lo económico (frente a los países pobres) y defensoras del armamentismo, la pena de muerte y las guerras.

La encíclica del papa no aporta especiales novedades a otros documentos o declaraciones suyas pero sí que eleva muchos temas dispersos en homilías, mensajes, discursos o audiencias a la máxima categoría magisterial: la encíclica. Cita varias veces incluso el film de Wim Wenders sobre él mismo. Como nota de una eclesiología de comunión que da peso a las iglesias locales, la encíclica hace muy a menudo referencia a textos de Conferencias Episcopales de todos los continentes.

Como todo texto pontificio suele generar debate, ya hay voces, especialmente en el mundo anglosajón, que lamentan el lenguaje no inclusivo del título, donde se utiliza el término «hermanos» (fratelli) para referirse a hombres y mujeres. En la lengua inglesa «brother» es especialmente exclusivo.

En definitiva, el papa nos invita a cambiar el corazón para vivir desde una fraternidad abierta a todo el mundo.

Fratelli tutti en 20 citas

1.- «Fratelli tutti»[1], escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio (…). Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. (1)

2.- Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el «divide y reinarás». (12)

3.- Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. (15)

4.- En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca. (30)

5.- Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno. (39)

6.- Si extendemos la mirada a la totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo del mundo, todos somos o hemos sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del buen samaritano. (69)

7.- En la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos. (75)

8.- Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte. (87)

9.- No puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia, porque es imposible entenderme sin un tejido más amplio de relaciones: no sólo el actual sino también el que me precede y me fue configurando a lo largo de mi vida. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen. (89)

10.- Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí. Por otra parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero existencial, aunque haya nacido en el mismo país. Puede ser un ciudadano con todos los papeles, pero lo hacen sentir como un extranjero en su propia tierra. El racismo es un virus que muta fácilmente y en lugar de desaparecer se disimula, pero está siempre al acecho. (97)

11.- Si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo». Ese falso sueño universalista termina quitando al mundo su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad. Porque «el futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo que cada uno puede aportar. (100)

12.- El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica. (120)

13.- Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. (129)

14.- Hay que mirar lo global, que nos rescata de la mezquindad casera. Cuando la casa ya no es hogar, sino que es encierro, calabozo, lo global nos va rescatando porque es como la causa final que nos atrae hacia la plenitud. Simultáneamente, hay que asumir con cordialidad lo local, porque tiene algo que lo global no posee: ser levadura, enriquecer, poner en marcha mecanismos de subsidiaridad. Por lo tanto, la fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales. Separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina. (142)

15.- No es posible decretar una «reconciliación general», pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido. ¿Quién se puede arrogar el derecho de perdonar en nombre de los demás? (246)

16.- El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas. (155)

17.- Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos. Sin embargo, hoy se pretende reducir las personas a individuos, fácilmente dominables por poderes que miran a intereses espurios. (182)

18.- Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción. Deciden no seguir inoculando en la sociedad la energía de la venganza que tarde o temprano termina recayendo una vez más sobre ellos mismos. Porque la venganza nunca sacia verdaderamente la insatisfacción de las víctimas. (251)

19.- La Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es madre». (269)

20.- Y como María, la Madre de Jesús, «queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad […] para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación». (276)

 

Fuente: Blog.cristianismeijusticia.net