Minerva Vitti, investigadora de la Fundación Centro Gumilla de la Compañía de Jesús en Venezuela, nos comparte el testimonio de una indígena uwöttüja.

 

Navegando las aguas de Amelia Conde

Amelia Conde kkajiyanä  iwäju

 

En este viaje Amelia Conde, indígena uwöttüja y coordinadora general de la Organización de Mujeres Indígenas de Autana (OMIDA), reconstruye su historia, la de su familia y la de su pueblo. Sus palabras anuncian la vida en la Amazonía venezolana, también las luchas ante las amenazas que atentan contra su existencia, como un canto de agua que se reactualiza pero no olvida su origen primero.

 

Son poco más de las siete y media de la mañana. Amelia Conde, indígena uwöttüja de 62 años, lleva puestos unos lentes y una camisa rosada, en un rato saldrá a mostrar algunas artesanías de su emprendimiento familiar a un cliente. Esta lideresa comunitaria de sonrisa contenida y palabra pausada lleva días fuera de su territorio originario, ubicado en el estado Amazonas al sureste de Venezuela. “He estado caminando”, comparte tímida un periplo de cientos de kilómetros. Su participación en eventos nacionales como el lanzamiento de la iniciativa Amazonía por la Vida: Protejamos 80% al 2025; y en eventos internacionales, como la V Cumbre Amazónica de los Pueblos Indígenas: Soluciones por una Amazonía Viva, el XI Congreso de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) y las Conversaciones de la Amazonía, realizados en Perú y Colombia, la han mantenido en movimiento. “En estos lugares mi principal labor es visibilizar el trabajo que venimos realizando con las mujeres indígenas a favor de la economía de la vida y la transmisión de los saberes ancestrales”, explica Amelia.  Otro suceso que no ha permitido que esta lideresa permanezca tranquila en su casa ha sido el asesinato de Virgilio Trujillo Arana, guardián territorial uwöttüja, el pasado 30 de junio de 2022. “A partir de su muerte, estamos viviendo una vida de persecución, temiendo que nos asesinen a todos los líderes, en otros casos hay amenazas hacia las familias enteras. No queremos vivir esa vida, queremos estar en nuestro territorio trabajando”, dice la defensora intentando represarse.

Amelia es como la confluencia donde las aguas de distintos afluentes se unen. Juntos forman  un cauce común, profundo, tranquilo, que conduce hacia lo grande. Desde 2007 es la coordinadora general de la Organización de Mujeres Indígenas de Autana (OMIDA), una organización donde ha desarrollado proyectos y articulado espacios de acción relacionados con la igualdad de género intercultural, el estímulo de proyectos socioproductivos liderados por mujeres, así como la protección del bosque amazónico de la minería.

“La mujer indígena es la que lidera la familia, la que administra y está pendiente de cómo está el territorio donde tiene su conuco, si está destruido, si hay que reforestar. Es muy conservadora, administra su conuco y todo lo que hay en el territorio”, explica convencida de lo que aportan las mujeres a sus comunidades.

Tanto ella como sus hijas han dedicado su vida para que las indígenas se superen. En el caso de Amelia, como maestra, líder comunitaria, primera dama de la alcaldía y, en los últimos años, desde la organización local, participando con trabajos específicos. Es allí donde se siente más cómoda, siendo “menos visible”, alimentando corrientes subterráneas que generen verdaderas transformaciones. 

Esta lideresa es originaria del pueblo indígena piaroa, también conocido como uwöttüja (gente con conocimiento) o de’aruwä (dueño de la selva), un pueblo de agricultores cuya población se estima en 19.293 personas (9.810 hombres y 9.483 mujeres). Su territorio en Venezuela ocupa una extensión de alrededor de 30 mil Km², aproximadamente el área de Bélgica, que abarca las cuencas de los ríos Sipapo, Autana, Cuao, Guayapo, Samariapo, Cataniapo, Paria, Parguaza, Suapure, Ventuari y Manapiare; además de los ejes carreteros que conectan Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, con el puerto de Samariapo, al sur, la cuenca media del Cataniapo, al este, y el estado Bolívar, al norte. En Colombia viven entre los ríos Vichada, al norte, y Guaviare, al sur, en la margen occidental del Orinoco, y sus comunidades se encuentran principalmente en los resguardos de Matavenfruta, Atanapiramiri y Cañozama, en el sur del Departamento del Vichada.

Los piaroa forman parte de los 52 pueblos indígenas que representan 2,8% (724.592) de la población venezolana (26.071.352), de ese total 49,5% son mujeres.

Una gota que forma un río: los congresos piaroa - Aje juoa'a daipu

Si a Amelia se le pregunta cuándo se convirtió en lideresa indígena señala su labor como maestra en la comunidad, pero destaca especialmente el año 2006,  cuando entró como colaboradora en la Organización Regional de Pueblos Indígenas de Amazonas (ORPIA). En diciembre de ese mismo año, estaba creando OMIDA. No obstante, su participación en el movimiento indígena se remonta a los años ochenta cuando se realizó el Primer Congreso Piaroa en Caño Grulla, ubicado en el Orinoco Medio, del 7 al 13 de octubre de 1984.

Para aquel momento, en que el pueblo uwöttüja experimentaba importantes cambios socioculturales referidos a su participación en nuevos procesos educativos, económicos y políticos, y a una redefinición de la ocupación de su territorio ancestral y tradicional; surgió el conflicto de tierras entre la comunidad piaroa “Ojuo Aje” conocida como “Valle Guanay”, ubicada en el Alto Guaviarito, municipio Manapiare, y el terrateniente Hermann Zingg Reverón; con graves denuncias vinculadas a la pretensión de despojar a los piaroas de sus tierras y a numerosos abusos, atropellos y maltratos por parte de organismos del Estado parcializados con el ocupante no indígena[1].

En 1983, el llamado Caso Guanay comenzó a agravarse y en abril de 1984, estalló el conflicto definitivamente, agudizándose la situación que vivía el pueblo uwöttüja y dando un impulso definitivo a la realización del Primer Congreso Piaroa[2]. “Allí comienza la vida palpable de los pueblos indígenas, a partir de los problemas con Hermann Zingg, allí despierta el pueblo indígena a proyectarse al mundo de los criollos, del gobierno. Antes éramos invisibles, pues. Entonces, más que todo, los líderes de ese tiempo empiezan a denunciar, a protestar, a hablar sobre atropellos que hubo con el pueblo uwöttüja en ese momento. A partir de eso se lanza un congreso para dar información y buscar soluciones de cómo vamos a enfrentar de allí en adelante hasta hoy”, recuerda Amelia quien para ese entonces era solo una estudiante que estaba ayudando en la organización del congreso.

En este espacio se decidió crear el Consejo de los Sectores Uwöttüja (CONSEU) como organización para fortalecer la identidad cultural y presentar sus principales demandas frente al estado. La organización estaba conformada por representantes sectoriales, presidente y vicepresidente y se creó un grupo de autoridades tradicionales (consejo de ancianos) que tendrían la última palabra en las decisiones colectivas. El acta de aquel primer congreso de 1984 fue contundente: “Las plantas del conuco estaban naciendo, la yuca estaba retoñando, los uwöttüja empezábamos a organizarnos (…) Así llegó el gran día (…) En Caño Grulla estábamos felices, llegaron los parientes del Parguaza, los de Manapiare, los del Ventuari, los del Sipapo, los del Cataniapo, y los del Orinoco. Cuando vimos habían 79 comunidades; más de 300 delegados”[3].

La experiencia de lucha en el Caso Guanay impulsó la unidad en torno a la defensa del territorio de origen, y permitió al pueblo uwöttüja dar pasos importantes hacia la revalorización de su identidad colectiva, étnica y cultural[4]. Además, dejó el terreno abonado para seguir encontrándose como pueblo indígena en dos congresos más: el Segundo Congreso Piaroa, realizado en Marieta, en 1985, con algunas dificultades logísticas por falta de apoyo del Ejecutivo regional, que las comunidades uwöttüja lograron sortear con varias noches de caza y pesca para garantizar la comida a los delegados[5]; y el Tercer Congreso Piaroa, realizado en la comunidad de Tierra Blanca, sector Parguaza, estado Bolívar, en 2007.

Fue en este tercer congreso donde Amelia Conde y Claudia Álvarez, para ese entonces integrante de la junta directiva de OMIDA, tuvieron una participación más activa promoviendo la incorporación de una línea de trabajo sobre los derechos de las mujeres en la agenda de discusión: “Allí si trabajé porque ya opinaba de parte de las mujeres. Era una asamblea grande de todos los municipios y a última hora nos eligieron, estábamos riéndonos porque un señor nos decía ‘si hablan las van a comprometer’, entonces hablamos y me tocó ser a mí una de las coordinadoras del Consejo de los Sectores Uwöttüja. Pero al final nadie asumió como debería ser. Nos reunimos los primeros días pero luego no trabajamos más, quedó en papeles”, explica Amelia por qué no se logró el reimpulso de CONSEU como organización por sectores.

La defensora también recuerda que en aquel tiempo se vivieron otros acontecimientos que amenazaban las tierras ancestrales y los lugares sagrados del pueblo piaroa, como el cerro Autana, los cementerios, la laguna Paraka´huacho. Los problemas estaban relacionados con un sin número de expediciones turísticas y científicas realizadas sin consulta ni consentimiento de las comunidades indígenas y en violación de sus espacios ancestrales. Estas expediciones habían fomentado la profanación de tumbas, lugares sagrados y causaban diferentes molestias en la vida de las comunidades, situación por la cual varios líderes del pueblo uwöttüja habían formulado denuncias en diferentes instituciones públicas y privadas en Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, y en Caracas, especialmente en la Fiscalía General de la República[6].

Después de los congresos piaroa de 1984 y 1985, comenzaron a realizarse asambleas sectoriales. En la Asamblea de Mavaco de Autana celebrada en 1986, se decidió crear una organización con el objetivo de defender el territorio y la identidad cultural del pueblo uwöttüja de los cuatro ríos (Sipapo, Cuao, Autana y Guayapo); y en 1998, en otra Asamblea en la comunidad de Pendare, se aprobó ponerle el nombre de Organización Indígena Piaroa Uhuottoja del Sipapo (OIPUS). Desde sus comienzos la organización adoptó como mecanismo de toma de decisiones las asambleas de comunidades y la consulta al consejo de ancianos.

Posteriormente, el 12 de septiembre de 1993 se crea la Organización Regional de Pueblos Indígenas de Amazonas (ORPIA), cuyo objetivo es ser una organización regional multiétnica, pluricultural y con objetivos interculturales, para promover y defender los derechos de los pueblos indígenas frente a las acciones y omisiones del Estado[7].

La lideresa indígena estuvo en los inicios de estas organizaciones, acompañando el proceso junto al que para entonces era su esposo y uno de los fundadores de ORPIA. En su río aún resuenan como piedras las palabras del sabio uwöttüja Santamaría Sánchez: “La madre tierra es dadora de Vida, no la veamos como recurso de explotación sino como una posibilidad para la Vida (…) Los uwöttüja no tenemos una ley escrita, pero en nuestro corazón sabemos que el origen está vinculado con la tierra. Todo fue creado por Mereyä Anämäi (…)  creó nuestro territorio Tëarime Siricoy Rejë el cual es un espacio (tierra y firmamento) para la Vida (…) Para defender el territorio es necesaria la unidad del pueblo uwöttüja y la comunión de las nuevas generaciones con los ancianos que tienen el conocimiento ancestral”.

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Minerva Vitti Rodríguez
Fundación Centro Gumilla (Venezuela)

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[1] Carlos Morales, María Teresa Quispe (Editores): Teärime Siri’koi Aęrįme Suititi. El territorio uwöttüja. Asociación Wataniba. Organización OIPUS: Caracas, Venezuela 2014.
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Luis Bello: La Creación de ORPIA: Una Respuesta de los Pueblos Indígenas de Amazonas a los Desafíos del Momento Histórico [en línea] https://watanibasocioambiental.org/la-creacion-de-ORPIA-una-respuesta-de-los-pueblos-indigenas-de-amazonas-a-los-desafios-del-momento-historico/ Grupo de Trabajo Socio Ambiental Wataniba. Edición del 12.9.2020.

 

Artículo de la Red de Solidaridad y Apostolado Indígena - RSAI