De diversas maneras, la Compañía de Jesús está muy comprometida con la educación en Madagascar. A nivel universitario, está en proceso de agrupar varios institutos profesionales, constituyendo la Universidad Magis. Pero, como en muchos otros países, es en los colegios (que incluyen los niveles de primaria y secundaria) donde los jesuitas han consolidado su reputación. Se ha hablado mucho del Colegio Saint Michel de la capital, Antananarivo; pero a 600 km al sur, en Mananjary, el Colegio de la Immaculée Conception (CIC) ofrece a los jóvenes de la región la tradición espiritual y educativa de la Compañía.

La visita del P. General a la Provincia de Madagascar, incluyendo el sur del país, da la oportunidad de conocer un poco esta institución, dirigida por el P. Andry (Herizafiniaina Andrianaivosoa). A continuación la entrevista.

- P. Andry, en primer lugar, ¿algunas notas históricas sobre el CIC?

El colegio fue fundado por un jesuita francés en 1956, luego estuvo brevemente bajo la dirección de una congregación de hermanos docentes, luego de la diócesis, después de cooperantes franceses antes de volver a los jesuitas, primero de Polonia desde 1987. La Provincia de Madagascar ha asumido la plena responsabilidad desde 2004.

- ¿Cómo responde el colegio a las necesidades de los jóvenes de la región?

El objetivo siempre ha sido proporcionar una educación de calidad a los jóvenes de Mananjary. La escuela es accesible para todos. Como todos los demás colegios de la Compañía, el CIC se esfuerza por ofrecer una educación integral. La pobreza y las dificultades, a las que se enfrentan los jóvenes de Mananjary en sus familias y en la sociedad, exigen una educación que haga hincapié en el acompañamiento y la cura personalis, la atención personalizada a cada alumno. La educación jesuita que ofrece el CIC responde a esta exigencia.

- Madagascar lucha por salir de la pobreza y desarrollarse en beneficio de toda su población. ¿Cómo puede cambiar esto la participación de los jesuitas en la educación?

Madagascar es uno de los países más pobres del mundo. Los jesuitas viven con su gente. Estamos convencidos de que la educación sigue siendo una clave importante para el desarrollo del país. Estamos abiertos a cualquier colaboración para llevar a cabo esta doble misión de educación y erradicación de la pobreza.

- En algunos países en desarrollo, los jesuitas han sido criticados por formar una élite, jóvenes que, en cuanto tienen la oportunidad, abandonan el país y aprovechan su formación para labrarse un futuro en el extranjero. ¿Cuál es la situación aquí?

Hay que reconocer que nuestros colegios jesuitas eran conocidos por favorecer el elitismo. Pero la conversión siempre es posible. Poco a poco, nos hemos ido alejando del elitismo. Estamos convencidos de que nuestra misión es formar a jóvenes comprometidos, no promover el elitismo. Estamos encantados de ayudar a nuestros estudiantes con el espíritu del Magis Ignaciano. El documento “Una tradición viva”, que propone las orientaciones de la educación jesuita para hoy, nos muestra el camino de la educación para afrontar los retos de la sociedad del siglo XXI. Con este espíritu, confiamos en que nuestros jóvenes se interesen más por el desarrollo de su propio país.

- ¿Y cómo se vive la dimensión espiritual y religiosa en el CIC? ¿Están los estudiantes abiertos a ella?

Sí, son muy sensibles a eso. El CIC es una escuela católica abierta a todos, independientemente de su afiliación religiosa. La escuela es el lugar por excelencia para vivir el ecumenismo, porque la espiritualidad ignaciana, que nos guía, va más allá de la simple práctica de los ritos. Ofrecemos retiros a nuestros jóvenes; también les ayudamos a hacer el examen de conciencia. Nuestra forma de acompañarles les muestra la riqueza de la espiritualidad ignaciana. Y en general, nuestros jóvenes se benefician de esta espiritualidad.

 

Para dar un rostro concreto a lo que dice, el P. Andry ofreció el testimonio de una antigua alumna, Cynthia Yvette Heliharisoa:

Estudié en el Colegio Immaculée Conception Mananjary. Esta institución me ofreció muchas lecciones para continuar mi vida.

En primer lugar, espiritualmente. La importancia de la oración, de saber hablar con Dios de nuestros éxitos, fracasos, alegrías, penas, ¡de todo! Siempre está a nuestro lado para apoyarnos. En esta escuela, hacemos un retiro que nos permite conectar con Dios y con nosotros mismos. Además, el colegio me enseñó a dar lo mejor de mí misma, a seguir adelante hacia el éxito, “el Magis”. De hecho, promueve esta visión: “formar hombres y mujeres con y para los demás para la gloria de Dios”. Esto me ha empujado a ayudar a los demás en momentos de necesidad, porque no vivo sólo para mí, sino también para los que me rodean. He desarrollado un sentido del altruismo. También hay disciplina. Esta escuela me formó para ser disciplinada y organizada en la vida y hasta ahora ando así: puntualidad, buen comportamiento, respeto a mí misma y a los demás, sentido de la responsabilidad...

En segundo lugar, intelectualmente. El acceso a la biblioteca me ha ayudado mucho a profundizar mis conocimientos. En la misma línea, esta escuela nos enseña a tener perseverancia, rigor intelectual, seriedad en los estudios y luego en todo lo que hacemos.

Añado la lección de la vida, la que combina lo físico y lo mental. Hay espacio tanto para los deportes de equipo, como para los individuales. Allí se aprende la solidaridad, a trabajar en grupo también.

En resumen, este establecimiento me ha formado, a través de la enseñanza y la educación en el sentido más amplio, para ser la mujer que soy hoy.

Cynthia Yvette Heliharisoa

 

Imagen e información de jesuits.global