Los Informes Ethos no pretenden agotar un tema como tampoco pronunciar una palabra conclusiva. Su propósito es poner de relieve la dimensión ética en la discusión sobre temas que inciden en la vida ciudadana.  Por ello, no se pretende pensar éticamente por otros sino estimular a otros para pensar éticamente. Los Informes son elaborados por Tony Mifsud s.j., apoyado por el equipo del Centro de Ética y Reflexión Social, Fernando Vives s.j. (Juan Ignacio Latorre, Director; Verónica Anguita; Nicolás Rojas Pedemonte; y Manuel Caire).

 

1.- El Hecho

1.- No es usual que un libro sobre economía llegue a ser un verdadero éxito de venta, menos aun cuando consta de casi setecientas páginas.  Aún más, el economista francés Thomas Piketty lo ha logrado en poco tiempo.  Además, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía (2008), sostiene que el libro El capital en el siglo XXI (2013) de Thomas Piketty cambiará tanto la forma en que pensamos sobre la sociedad como la forma de hacer economía.

2.- Thomas Piketty (Clichy, 7 de mayo de 1971) es un economista francés especialista en desigualdad económica y distribución de la renta.  Con una claridad pedagógica, que hace comprensible la materia a un no especialista, Piketty reconoce la pertenencia de la economía a las ciencias sociales y su responsabilidad de contribuir, desde la honradez intelectual, a enriquecer el debate democrático para encontrar aquellas políticas económicas más coherentes con los objetivos éticos y sociales de una comunidad.  El libro no tiene un talante profético, sino dialogante en búsqueda de soluciones concretas al problema de la desigualdad social.

 

2.- Comprensión del hecho

3.- La investigación de Thomas Piketty abarca los últimos tres siglos e incluye a más de veinte países.  En el fondo, el autor se hace la pregunta: “¿Acaso las fuerzas equilibradoras del crecimiento, la competencia y el progreso técnico conducen espontáneamente a una reducción y a una armoniosa estabilización de las desigualdades en las fases avanzadas del desarrollo?”.  O, por lo contrario: “¿Acaso la dinámica de la acumulación del capital privado conduce inevitablemente a una concentración cada vez mayor de la riqueza y del poder en unas cuantas manos?”(15)[1].

La propuesta de Piketty

4.- Ya desde el comienzo del libro, Piketty expone su tesis, que posteriormente fundamenta con abundantes datos estadísticos: “Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso… el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas” (15).

5.- Antes de proseguir, conviene dejar en claro algunos términos económicos que el mismo autor define.  El capital hace referencia al conjunto de los activos no humanos que pueden ser poseídos e intercambiados en un mercado; incluye sobre todo el conjunto del capital inmobiliario (inmuebles, casas) utilizado como vivienda, y el capital financiero y profesional (edificios, equipos, máquinas, patentes, etc.) utilizado por las empresas y las agencias gubernamentales (60).

6.- A su vez, el ingreso incluye dos componentes: por una parte, los ingresos por el trabajo (sueldos, salarios, primas, bonos, ingresos por trabajo no asalariado, etc., y otros ingresos que remuneran el trabajo, sin importar su forma jurídica precisa), y por otra, los ingresos del capital (rentas, dividendos, intereses, beneficios, plusvalías, regalías, etc., y otros ingresos obtenidos por el simple hecho de contar con un capital, ya sea en tierras, inmobiliario, financiero, industrial, etc., de nuevo sin importar su forma legal) (32-33).

7.- El ingreso nacional mide el conjunto de ingresos de los que disponen los residentes de un país a lo largo de un año, sin importar la forma jurídica de dichos ingresos (57).  El capital nacional, o patrimonio nacional, es la suma de los capitales público (la diferencia entre los activos y los pasivos del gobierno y de las diferentes organizaciones gubernamentales) y privado (la diferencia entre los activos y los pasivos de los individuos privados).  Tanto para el sector público como para el privado, siempre se define el capital como un patrimonio neto, es decir, la diferencia entre el valor de mercado de lo que se posee (los activos) y de lo que se debe (los pasivos, o sea las deudas) (139).

8.- Por último, los ingresos del trabajo incluyen principalmente los sueldos y los salarios; mientras los ingresos del capital toman varias formas (el conjunto de los ingresos recibidos a título de la propiedad del capital, independientemente de cualquier trabajo y cualquiera que sea su título jurídico formal, como son rentas, dividendos, intereses, regalías, beneficios, plusvalías, etcétera) (266).  Así, la desigualdad en los ingresos resulta de la suma de dos componentes: por una parte, la desigualdad en los ingresos del trabajo y, por otra, la desigualdad en los ingresos del capital.  Es decir, cuanto más desigualmente están distribuidos estos componentes, mayor es la desigualdad total.  El tercer factor determinante es el vínculo entre esas dos dimensiones: ¿en qué medida las personas que disponen de un elevado ingreso del trabajo también son las que tienen un elevado ingreso del capital?  Cuanto más grande es el vínculo (técnicamente, la correlación estadística), más grande es la desigualdad total, manteniendo todo lo demás constante (266).

9.- Ahora bien, el tema de fondo del libro es la distribución de la riqueza.  ¿Cómo se distribuye la riqueza producida entre los ciudadanos?  El economista francés discrepa de la tesis predominante de Simón Kuznets[2], quien estableció un vínculo directo y automático entre el desarrollo económico y la distribución de la riqueza.  En otras palabras, en la medida que crece la economía de un país, un mayor porcentaje de ciudadanos se beneficiarán de la riqueza producida.  Una expresión anglosajona resume fielmente la filosofía del momento: El crecimiento es una marea ascendente que levanta todos los barcos (Growth is a rising tide that lifts all boats).

10.- Esta teoría del “goteo” implica, en palabras de Piketty, “que la desigualdad aumenta durante las primeras fases de la industrialización (solo una minoría está en condiciones de sacar provecho de las nuevas riquezas producidas por la industrialización), antes de empezar a disminuir espontáneamente durante las fases avanzadas del desarrollo (cuando una fracción cada vez más importante de la población participa en los sectores más prometedores; de ahí una reducción espontánea de la desigualdad)” (28).

11.- Sin embargo, este planteamiento tiene un fundamento empírico muy frágil y, además, no toma en cuenta que la fuerte reducción de desigualdades en los ingresos que se generó en casi todos los países ricos entre 1914 y 1945 fue básicamente el resultado de las guerras mundiales y de los violentos choques económicos y políticos que éstas provocaron (sobre todo para los poseedores de fortunas importantes).

12.- Los choques de la primera parte del siglo veinte (1914 - 1945) - la primera Guerra Mundial, la Revolución bolchevique de 1917, la crisis de 1929, la segunda Guerra Mundial, y las nuevas políticas de regulación, tributación y control público del capital resultantes de esos trastornos - llevaron a los capitales privados a niveles históricamente bajos en la década de 1950 - 1960.  Entre los años 1945 y 1975 se combinó el crecimiento económico y la equidad social mediante las políticas redistributivas del Estado de Bienestar.

13.- Sin embargo, y de manera acelerada, se inició un movimiento de reconstitución de los capitales, luego se aceleró con la revolución conservadora anglosajona de 1979 - 1980, el desplome del bloque soviético en 1989 - 1990, la globalización financiera y la desregulación de la década de 1990 - 2000, permitiendo a los capitales privados recuperar a principios de los años de 2010 una prosperidad no vista desde 1913.

14.- Por consiguiente, no fue el crecimiento económico que permitió una menor desigualdad en la primera parte del siglo XX, sino unas circunstancias bien concretas que implicaron la intervención del Estado.  Ahora, a comienzos del siglo XXI, se han recapitalizados las riquezas privadas y, de nuevo, va creciendo la desigualdad entre los ingresos de la ciudadanía.

15.- Esta desigualdad fundamental se expresa en la fórmula r > g, que resume la lógica de conjunto del libro (cf. 42).  La r se refiere a la tasa de rendimiento del capital (es decir, lo que en promedio produce el capital a lo largo de un año en forma de beneficios, dividendos, intereses, rentas y demás ingresos del capital, como porcentaje de su valor); la g indica la tasa de crecimiento (es decir, el incremento anual del ingreso y de la producción).

16.- El proceso de acumulación y de distribución de la riqueza contiene en sí mismo poderosas fuerzas que empujan hacia un nivel de desigualdad sumamente elevado.  Por lo tanto, Piketty subraya que “es importante recalcar que la desigualdad fundamental r > g… nada tiene que ver con una imperfección del mercado; muy por el contrario: mientras más ‘perfecto’ sea el mercado del capital, en el sentido de los economistas, más posibilidades tiene de cumplirse la desigualdad” (43).

17.- El rendimiento del capital (r) ha sido sorprendentemente estable históricamente, en torno al 5.0 %, mientras que la tasa de crecimiento (g) ha oscilado entre el 1.0% y el 1.5 %.  En estas condiciones, donde r > g (donde el ingreso del capital es mayor que el crecimiento de la economía), los patrimonios tienden a acumularse a un ritmo mayor del efecto redistributivo del crecimiento por el aumento de la producción y los salarios, generándose desigualdades crecientes.[3]

18.- En resumen, Thomas Piketty sostiene que la evolución dinámica de una economía de mercado y de propiedad privada tiene la ventaja de fomentar la difusión del conocimiento y de calificaciones, pero también la potencial amenaza para nuestras sociedades democráticas y para los valores de justicia social en que están basadas: el proceso de acumulación y de concentración de la riqueza en un mundo caracterizado por un bajo crecimiento y un elevado rendimiento del capital constituye la principal amenaza para la dinámica de la distribución de la riqueza a muy largo plazo.  En otras palabras, “el capital se reproduce solo, más rápidamente de lo que crece la producción” (643).

19.- En una conferencia que dictó en el mes de enero (2015) en la sede de la Universidad Diego Portales (Santiago, Chile), Piketty se preguntó si en el caso de los países de América Latina la desigualdad social se debe más a la desigualdad en los ingresos que en el patrimonio del capital.  Por ahora, faltan datos sobre el pago de rentas para poder confirmar o desechar la hipótesis.

20.- La superación de esta situación de desigualdad sostenida en el tiempo implica la necesidad de tomar control sobre un capitalismo patrimonial mediante un mecanismo renovado de impuestos y gastos que constituye el eje de un Estado social moderno.[4]  En otras palabras, “la redistribución moderna no consiste en transferir las riquezas de los ricos a los pobres, o por lo menos no de manera tan explícita; reside en financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, sobre todo en el ámbito de la educación, la salud y las jubilaciones…  La redistribución moderna se edifica en torno a una lógica de derechos y a un principio de igualdad de acceso a cierto número de bienes considerados fundamentales” (529).

21.- Por consiguiente, Thomas Piketty propone: “Un impuesto mundial y progresivo sobre el capital, aunado a una enorme transparencia financiera internacional.  Una institución de esa naturaleza permitiría evitar una interminable espiral de la desigualdad y regular eficazmente la inquietante dinámica de la concentración mundial de la riqueza” (574).[5]  La función principal de este impuesto sobre el capital no es financiar al Estado social, sino regular el capitalismo, evitando una espiral de desigualdad derivada de la riqueza y permitiendo una regulación eficaz de las crisis financieras y bancarias.

22.- A título de ejemplo, se puede pensar un impuesto sobre la fortuna que se cobraría a una tasa de 0% sobre los patrimonios de menos de un millón de euros, de 1% sobre la fracción de aquellos comprendidos entre uno y cinco millones de euros y de 2% sobre la fracción de patrimonios superiores a cinco millones de euros.  En el conjunto de los países de la Unión Europea, tal impuesto se aplicaría más o menos a 2.5% de la población y reportaría cada año el equivalente a 2% del PIB europeo (cf. 590).

Un nuevo contexto

23.- La literatura económica, desde hace mucho tiempo, ha tratado de definir las leyes por las cuales se define la evolución y, por tanto, el futuro del capitalismo.  David Ricardo (1772 - 1823) propuso que el exceso de capital desencadenaría el estancamiento económico y la desigualdad en favor de los terratenientes.  Por otro lado, Karl Marx (1818 - 1883) predijo que el capitalismo produciría la miseria definitiva de los trabajadores.  Pero John Maynard Keynes (1883 - 1946), el gran reformador del capitalismo social, demostró que Ricardo, Marx e incluso Adam Smith (1723 - 1790) tuvieron un exceso de optimismo con las fuerzas del mercado.  La estabilización de las economías después de la gran recesión del 1929, y el posterior crecimiento desde la segunda guerra mundial, llevó - con una injerencia de los Estados - a una de las etapas de mayor crecimiento y reducción de la pobreza que la humanidad haya experimentado en toda su historia.

24.- Con el progreso vino el influjo conservador de Milton Friedman (1912 - 2006) criticando la intervención del Estado como muchas veces polémica e ineficiente.  Los ciclos económicos ya no eran un problema, sino una decisión óptima de las familias y las empresas.  La clave en todo este proceso estaba en los mercados financieros que funcionarían como aseguradores contra la incertidumbre, permitiendo el crecimiento económico.  La tendencia conservadora en política tuvo sus máximos representantes en Ronald Reagan en los Estados Unidos (presidente entre 1981 - 1989) y Margaret Thatcher en Inglaterra (primera ministra entre 1979 - 1990), y en el Tercer Mundo, específicamente en Chile, a Augusto Pinochet y los “Chicago boys”.  La privatización de la economía fue un proceso sin límites y en unos pocos años el reinado de Wall Street y las bolsas en los diferentes países fue imparable: los futuros, los forwards, los commodities, los derivados, eran los nuevos conceptos.

25.- La desigualdad era un hecho conocido antes del estudio de Piketty, pero hay un dato adicional.  En el año 2008, el sistema financiero internacional falló estrepitosamente, con miles de personas desempleadas y quienes perdieron sus hogares y ahorros, acrecentando la desigualdad en los países desarrollados.  Esta vez no fueron los países del Tercer Mundo ni los emergentes los que ocasionaron la crisis, como era habitual, sino los países desarrollados, donde se suponía que los mercados financieros eran infalibles.  En este contexto, muy fértil para la crítica al capitalismo, aparece el libro de Piketty, mostrando una verdad dolorosa y difícil de negar, pero cierta: la inequidad, producto de los ingresos laborales, es un hecho no sólo de los países pobres sino también en los países desarrollados.  Empleando herramientas estándar de la economía neo clásica propuesta por Robert Solow (Premio Noble de Economía, 1987), Piketty plantea una nueva predicción, al estilo de Ricardo y Marx: la desigualdad es creciente en el tiempo porque la tasa de crecimiento del capital es mayor a la tasa de crecimiento de la economía.

 


[1] Los números en paréntesis se refieren a la página correspondiente del libro: Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, (Santiago: Fondo de Cultura Económica, 2014).  El libro apareció por primera vez en francés: Le Capital au XXI siècle, (Éditions du Seuil, 2013).

[2] S. Kuznets, “Economic Growth and Income Inequality”, The American Economic Review, Vol. 45, Núm. 1, 1955, pp. 1 - 28.

[3] En lo relativo a la desigualdad en los ingresos del trabajo, los mecanismos operantes incluyen sobre todo la oferta y la demanda de calificaciones, el estado del sistema educativo y las diferentes reglas e instituciones que afectan el funcionamiento del mercado laboral y la formación de los sueldos y los salarios. Con respecto a la desigualdad en los ingresos del capital, los procesos más importantes son los comportamientos del ahorro y la inversión, las reglas de transmisiones y sucesiones, y el funcionamiento de los mercados inmobiliarios y financieros (267).

[4] El autor explica que “el término Estado social me parece más adecuado a la realidad y a la diversidad de las misiones que cumple el gobierno que aquel, más restrictivo, de Estado de bienestar” (página 525, nota 9).

[5] Con respecto a los impuestos, el autor explica que se suele distinguir entre los impuestos al ingreso, los impuestos al capital y los impuestos al consumo.  En el siglo XX surgió una cuarta categoría de gravámenes: las cotizaciones sociales que gravan los ingresos derivados del trabajo y se destinan a la seguridad social (jubilación, seguro de desempleo).  Además, se aclara que un impuesto es proporcional cuando la tasa es la misma para todos; es progresivo cuando la tasa es más elevada para los más ricos.  (cf. 547 - 548)