Compartimos un texto del P. Gustavo Calderón, S.J. Superior Provincial de Ecuador, sobre las fases de reactivación que se vive en este país luego de más de 70 días en cuarentena.

Es cuestión de tiempo. Llevamos más de 70 días en cuarentena. Algunos cantones y ciudades han pasado a amarillo, no sin la sorpresa de muchos y preguntándonos si se han analizado los elementos imprescindibles para tomar una decisión de tal envergadura. Pero... que va a llegar... va a llegar el momento de retomar las actividades ordinarias. Lo que quisiéramos saber es si es que se ha producido en los hombres y mujeres de estas tierras la transformación necesaria para emprender un proyecto de humanización que abarque a todos.

Quito tiene saturado su sistema sanitario. Manabí ha tomado decisiones de extender su confinamiento para no entrar a una crisis mayor, imposible de manejar. La Amazonía, que en las primeras semanas tenía muy pocos casos, ahora crece y va tocando a las comunidades de nuestros pueblos originarios, produciendo innumerables contagios y primeras muertes. Para quienes viven en la ciudad y comienzan a respirar por haber pasado los picos más altos, no tienen ojos para mirar y tener el mundo amazónico en su radar, pues lo sienten lejano, petrolero y explotable. Nuestra mayor reserva de biodiversidad ha estado en peligro por la implacable depredación. Ahora son sus pueblos los que lo están.

¿Nos miramos como un solo Ecuador? “O estamos unidos, o no saldremos.” Lo han dicho muchos, pero ¿entendemos lo que esto significa? ¿Comprendemos las exigencias de cambio profundo de nuestros hábitos de vida? ¿Somos conscientes que la solidaridad nos lleva a acercarnos, a involucrarnos en la vida del otro, implicarnos en su padecer? El país tiene una quiebra económica de la que no surgiremos sin el esfuerzo de todos, pero sabiendo también que unos están en mejor situación que otros, y sin el sacrificio mayor de estos, la apuesta por la vida en el Ecuador se diluye.

Basta de ideologizar los pretextos para un compromiso país. Parafraseando a Monseñor Romero, imploramos a los políticos, les exigimos... que tengan la compostura que demanda el momento histórico que vivimos. Los cálculos electorales no pueden ser motivación interna de sus acciones. Entendamos que el Ecuador está gravemente infectado, en sus entrañas, y que las curaciones prescriben un gran pacto nacional de cordura, sanas iniciativas, lucha contra la corrupción, diálogos agudos, y el surgimiento de liderazgos cualificados que miren al bien común, ofreciendo respuestas a quienes están en los márgenes de la sociedad. Hagamos la apuesta de hablar con la verdad. Así dejaremos de satanizar lo público y lo privado, para encontrar la armonía que requerimos en una necesaria equidad de relaciones.

Sin transformación integral de las personas e instituciones no hay futuro. Gran parte de la vivencia de la pandemia, dependerá de cómo tú y yo hemos transitado este doloroso tramo de la historia de nuestro país. Dependerá de cuánto te expusiste para dejarte sensibilizar por lo que realmente pasaba. Dependerá de si has reflexionado seriamente sobre cómo vivías antes, y si es que has permitido que se cuestionen las quiméricas estructuras sobre las que construimos un mundo egoísta y privatizado. Si en este aprendizaje ha ido surgiendo un “nosotros”, un sentido de comunidad y aprecio para entender que habitamos un solo mundo enfermo, que continúa gimiendo de dolor por nuestro accionar, si es así... si valoramos y nos comprometemos por el “nosotros”, entonces la esperanza que nos trae la fiesta de Pentecostés se hará realidad.

Cuando nos acercamos a celebrar el Año Ignaciano por la conversión del Santo, me permito sugerir un texto de su Autobiografía que se refiere a la Ilustración del Cardoner.

“Se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado, se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales como de cosas de la fe y de letras: y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto que tenía antes.”

Que se abran para nosotros los ojos del entendimiento, los ojos del alma. Que nos convirtamos en otros hombres y mujeres capaces de sanar este mundo herido. De hacer posible, lo que pareciera no lo es. Para esto hay que detenerse, “hacerse silencio” (A. Nicolás, S.J.). Sin profundidad espiritual, sin determinación de acciones desde una deliberación encarnada, no habrá cambios. Las nuevas fases no son el reto, lo es la humanización de lo cotidiano. Sabernos, sentirnos, una sola humanidad.

¡Que tengan un bendecido mes!

Gustavo Calderón Schmidt, S.J.
Provincial de Ecuador