Los integrantes de la Red de Oficinas Provinciales de Comunicación de América Latina y El Caribe (RED OPC ALC) han abierto su espacio de reflexión mensual: "Comunicar para alcanzar el amor" a otros participantes que durante este tiempo reflexionarán entorno al fútbol, en el marco de la celebración de la Copa América.
América del Sur se vive uno de los acontecimientos más importantes del fútbol. Es por esto, que queremos compartir un texto que reflexiona sobre espiritualidad y fútbol, escrito por un estudiante jesuita uruguayo de filosofía: Juan Luis Panizza SJ.

 

La Copa América nos afecta a todos. No hace falta ser recontra futbolero. El clima de campeonato de fútbol agita al país y lo hace vibrar. Lo que se vive en estos días es distinto. Y este distinto puede llegar a ayudarnos en nuestro seguimiento de Cristo, porque es un clima en el que podemos llegar a construir una mayor fraternidad. En distintos niveles, de lo que nos resulta más cercano a lo más lejano.

Con los más cercanos

Mientras estaba sentado escribiendo esto una amiga me dijo “¡Ah! ¡Es la Copa América! Ahora entiendo por qué nos juntamos el sábado…”. Porque es así: nos juntamos a ver los partidos. Crecemos aún más en amistad con los de siempre, y nos sirve de excusa para reencontrarnos con los que no vemos desde hace tiempo. Porque sentimos que es más gustoso vivirlo juntos que por nuestra cuenta.

Con los compatriotas

Si la selección llega a ganar, salimos a festejar todos. En la calle nos encontramos todos. No son tantas las ocasiones en las que el espacio público se vuelva un auténtico espacio de encuentro y de celebración del todo el espectro social. La Copa América nos puede regalar algunos momentos así.

En la celebración pasamos de la indiferencia (o a veces incluso de la agresividad) al reconocimiento agradecido frente a mi compatriota. Ahora compartimos el mismo motivo de alegría que queremos celebrar juntos. En otros momentos nos cruzábamos en la calle sin percatarnos de la existencia del otro, a veces considerándolo solamente un obstáculo para esquivar, o una molestia que no me permite ir más rápido a aquel lugar al que estoy llegando tarde. En el festejo lo puedo mirar a los ojos con una sonrisa, alegrarme con su compañía.

Compartimos algo que nos une. Y que además es motivo para festejar. En tiempos de polarización y fragmentación social, en que se hace tan necesario que construyamos juntos una cultura de paz y de justicia en nuestros respectivos países, partir de esta vivencia resulta fundamental.

Con el otro distinto

En la Copa América el otro es mi rival. Es de otro país, de otra cultura, y hace falta ganarle a este otro distinto para seguir adelante en el torneo. Todo parece encaminarse hacia un rechazo al otro distinto, a constituirlo como mi enemigo, porque es él o yo.

Pero puede no ser así. Podemos llegar a reconocer todo lo bueno que es el que viste una camiseta distinta. Se puede apreciar el talento que despliega el otro despliega en la cancha y considerarlo no como un ataque que me amenaza, sino como un aporte que me enriquece. El fenómeno de la migración y los contactos que esta genera sacuden a nuestros países. Ver los partidos de la Copa América nos puede ayudar a valorar todo lo que el otro tiene para ofrecer, que no me quita sino que me da para que juntos construyamos algo mejor.

La Copa América puede ser un tiempo propicio para seguir creciendo en nuestro seguimiento del Cristo, viviendo más como hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

Por: Juan Luis Panizza SJ.