Compartimos la intervención del P. Juan Bytton, uno de los jesuitas latinoamericanos que se encuentra participando como auditor en la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.

 

 

Querido Santo Padre, queridos hermanos y hermanas en la fe.

Vengo del Perú donde acompaño a jóvenes en edad universitaria. El primer día, el Santo Padre nos invitó a “hablar con valentía y parresia”. Hablaré del numeral 142 del Instrumentum laboris, donde se señala: “la Iglesia se construye con los jóvenes”. Y lo hago siguiendo los tres pasos del discernimiento.

  1. Reconocer.

Hoy, la Iglesia y los jóvenes tienen un punto de encuentro: la fragilidad. Constatamos en diversas partes del mundo el fracaso de propuestas pastorales que terminan alejando a muchos jóvenes. Sin embargo, sabemos que el problema no es el mensaje, sino el mensajero. Tengamos la valentía de decir: “Iglesia y joven busquemos juntos lo que Dios quiere que hagamos”. Ya no es “yo y tú” ahora es “nosotros”: caminemos juntos, sin miedo y desconfianzas para que la primera palabra que salga de nuestro interior sea: perdón. Las crisis nos llevan a la verdad, y la verdad a la libertad (Cf. Juan 8,32). Empezamos a conocer a Dios desde el perdón.

 

  1. Interpretar.

Encontramos en el Nuevo Testamento el adjetivo griego ἀσθένεια - “asténeia” que significa frágil, débil. Lo dice el Señor: “El Espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mc 14,37). Y San Pablo nos muestra cómo hacer de la fragilidad una profunda experiencia de conversión. A los romanos les dice: “No critiquen al débil en la fe, al contrario, acójanlo” (Rom 14,1). Una Iglesia en salida es una iglesia capaz de reconocerse frágil y, al salir, se encuentra con aquellos jóvenes que en algún momento se alejaron de ella. Hoy, ese camino está lleno de crucificados y marginados. Hoy, vuelve a ser imperativo poner a los pobres en el corazón de la Iglesia y de la juventud. Cuando nos ponemos al servicio de los últimos, la confianza se recupera y la fe renace.

 

  1. Elegir.

Solo se elige lo que se conoce. Creer en Jesús es seguirlo y darlo a conocer, haciéndose sus amigos. No se trata de buscar “equilibrios” entre doctrina y vida; entre tradición y creatividad, eso sería algo artificial. Se trata de volver a la radicalidad del evangelio que es la radicalidad del amor y de la libertad empática. Dios no nos hace perfectos, sino libres para amar. Hagamos agradable y bello el encuentro, la formación, la liturgia, la vida sacramental, el compromiso con los últimos. Hagamos bella a la Iglesia con el esplendor del evangelio y la apasionante amistad con Jesús.

Por ello, finalizo haciendo una humilde propuesta: Una reforma pastoral integral e inclusiva que parta de la amistad con Jesús para conocer al Dios de Jesús. Una reforma radical de los esquemas de catequesis infantil y juvenil desde las Conferencias, Dicasterios y experiencias ganadas (CELAM, etc) guiados por una fe vivencial y esperanzadora; una fe encarnada y “encarnante”. Niños formados en el amor serán jóvenes profetas capaces de erradicar la corrupción, el hambre, la trata, los daños ambientales, todo lo que deshumaniza. La actitud de conversión no pone en riesgo la doctrina, al contrario, la alimenta, la vuelve más cercana y comprensible, pues las preguntas y las dudas también son Palabra de Dios (Cf. Mt 25,37; Mc 8, 29; Lc 1,34; Jn 6,68).

Empecé diciendo que la fragilidad es hoy el espacio de encuentro entre Iglesia y Juventud. También lo es sin duda la capacidad de soñar y renovarse. La Iglesia es joven, porque Dios es siempre joven. Si por ahora, las fórmulas ya no dicen mucho, que sean nuestras vidas testimonios de la presencia renovadora de Dios. Él sueña con esta iglesia sinodal en salidaabierta al Espíritu de la hora presente y fiel a la historia. Una Iglesia Madre, Maestra…  y sobre todo Amiga.  ¡Muchas gracias!