Con la alegría que lo caracteriza, el P. Juan Miguel “Potxi” Zaldua pasó por las oficinas de la CPAL en Lima (Perú) para despedirse de esta familia, antes de partir a Bogotá (Colombia), la ciudad que será su nuevo hogar en los próximos años. 

El pasado mes de julio El P. General, Arturo Sosa S.J. lo nombró nuevo superior en la comunidad del teologado San Francisco Javier de Bogotá, función que asumirá este 27 de septiembre. La Oficina de Comunicación Institucional de la CPAL aprovechó para entrevistarlo:

El P. General, Arturo Sosa SJ, lo ha nombrado a usted como nuevo Rector del Teologado San Francisco Javier de Bogotá. ¿Cómo se prepara para asumir esta nueva función?

Resumiendo, diría que voy al Teologado de Bogotá tranquilo y confiado; lo primero porque no es un lugar desconocido para mí, ya que he compartido de algún modo esa responsabilidad en mis años de delegado de formación de la CPAL; y lo segundo porque la Compañía cuenta con mi disponibilidad y me pide este servicio basada en el parecer de quienes me conocen, incluido el General, y creen que puedo hacerlo.

Para quienes no saben, ¿qué responsabilidades implica ser el Rector de un teologado?

La responsabilidad del Rector de un teologado jesuita, compartida estrechamente con su equipo de formadores (Ministro, Acompañante espiritual y Acompañantes de comunidad), es conducir, animar, orientar y acompañar esta etapa de la formación del jesuita, según los objetivos trazados para cada una de estas dimensiones fundamentales: vida de estudios, vida apostólica, vida comunitaria y vida espiritual.

¿Cuáles son los retos o desafíos que ve en esta nueva función como Rector del teologado?

Dada la diferencia generacional entre formadores y formandos, y la procedencia internacional de los miembros que conformamos la comunidad, uno de los retos importantes es la creación de un espacio/comunidad intercultural, donde la diversidad de valores personales y culturales, expresiones religiosas, costumbres, etc., pueda expresarse sin detrimento de la convivencia fraterna, y nos enriquezcamos todos. De este modo el jesuita crece en el sentido y aprecio de la universalidad de nuestra vocación y misión. Otro reto, de cara a los que van a recibir el sacerdocio, es acompañar la maduración del ‘deseo’ de ser ordenado sacerdote, fundado en una disposición probada de entrega servicial a la comunidad cristiana, y lejos de cualquier aspiración de status social o poder clerical. 

Usted se ha desempeñado como Delegado de Formación de la CPAL y como Instructor de Tercera Probación en Bolivia. ¿Estas experiencias qué le aportan para su nuevo trabajo?

Como delegado de formación de la CPAL, durante cinco años, he conocido y visitado casi todas las casas de formación de América Latina, colaborando en la consolidación de los teologados interprovinciales y en la creación de los filosofados regionales y del noviciado regional de Quito. Si bien las estructuras de formación creadas son importantes, también ha sido muy importante y enriquecedor para mí el conocimiento de los jóvenes jesuitas en formación, procurando siempre reconocer y comprender la novedad que el Señor nos envía a la Compañía en cada nueva vocación que Él suscita. Y menciono de manera particular a los jóvenes que eligen ser jesuita Hermano; no dudo que son una bendición para una Compañía que, sin ellos, no está completa. Finalmente tengo que reconocer que mi trabajo fue posible gracias a la colaboración con los delegados provinciales para la formación, todo un equipo para la “Champions league”… (risas)

Como Instructor de Tercera Probación he tenido la oportunidad de calibrar el resultado de la formación que ofrece la Compañía, dado que el “tercerón” es un jesuita adulto a las puertas de los Últimos Votos e incorporación definitiva. He podido darme cuenta de los aciertos y los déficits, lo cual me va a ayudar en el Teologado, espero. Pero no me pidas que sea más explícito, pues los tercerones pueden sentirse aludidos… (risas).

Si bien usted es español de nacimiento, su corazón es venezolano. ¿Cómo le afecta la situación actual de este país, tomando en cuenta que tiene muchos amigos en Venezuela?

Dentro de unos días cumpliré cincuenta años de haber llegado a Venezuela y, sí, mi corazón es venezolano, como dices. Pero además, por los últimos ocho años que tengo en la CPAL y haber vivido en Brasil, Perú y Bolivia, este corazón también es latinoamericano. La distancia geográfica no me ha desconectado de Venezuela ni de mis compañeros jesuitas ni de mis amigos, exalumnos, etc. En ellos y sus historias de dolor, necesidad, separación familiar, migración forzada, rabia, impotencia… pero también historias de compromiso e iniciativas… se nutre mi oración, mi sensibilidad y mi motivación para aportar lo que está a mi alcance, ya sea comprar arepas en las calles de Cochabamba o Lima, conseguir medicinas, ayudar a encontrar empleo, colocar currículos de venezolanos para conseguir trabajo. La solidaridad tiene mil caras y formas de hacernos corresponsables de la situación y dar un aporte por pequeño que parezca.

Oficina de Comunicación Institucional - CPAL