Queridas amigas y amigos,

En este ocho de marzo enviamos un saludo agradecido a todas las mujeres que comparten la misión de la Compañía de Jesús en nuestras redes y presencias en América Latina y el Caribe.

Hace unos días, el papa Francisco, dirigiéndose al equipo de la revista Done, Chiesa, Mundi, advertía que su experiencia le había enseñado que las mujeres sienten lo que piensan y hacen lo que piensan y sienten: “lo vemos en el Vaticano; allí donde ponemos una mujer, las cosas cambian”. También es esa nuestra experiencia en las iniciativas vinculadas a la Compañía de Jesús. Por eso, en este 8 de marzo lo primero que queremos manifestar es un profundo agradecimiento por tanto bien recibido a través de todas las mujeres con las que colaboramos.

Discernimos algunas luces y todavía muchas sombras en el camino de la igualdad entre los seres humanos. Frente a siglos de obligado silencio y de invisibilización, el protagonismo social de las mujeres es hoy -como lo fué Jesús en su tiempo- signo de contradicción: esperanza para muchas personas, desconcierto, y hasta inseguridad y temor para otras muchas. No se cuestiona hoy la igualdad fundamental de todos los seres humanos, aunque nos faltan políticas y sobre todo estratégicas eficaces para hacerla operativa. La trata de personas, especialmente de niñas y de adolescentes; los abusos de todo tipo, en la familia y las instituciones; la explotación laboral y la invisibilización de sus capacidades y contribuciones; la marginalización y el empobrecimiento que revictimiza a las mujeres pobres, indígenas y afroamericanas; el crecimiento de los feminicidios en toda América Latina nos hablan de un camino aún muy largo por recorrer. El desafío de la radical fraternidad de los seres humanos convoca lo mejor de nuestras redes, de nuestras presencias y de nuestras personas en un compromiso que cuenta con la gracia del Dios con entrañas maternales que la Palabra nos revela.

Hay también un desafío cultural que tiene que ver con los lenguajes (nuestras maneras de comunicarnos) y con los comportamientos, con la atribución de roles, con la remuneración económica, con la participación en instancias de decisión, etc.; en suma: con el llamado “techo de cristal” donde las mujeres, en medio de una normativa legal aparentemente igualitaria, acaban experimentando brechas inmensas de inequidad injusta. Se trata de prácticas normalizadas, no siempre evidentes para la sensibilidad de los hombres, que tenemos que aprender a combatir y desterrar. La reflexión sobre y la construcción de nuevas masculinidades (nuevas maneras de Ser varón) se impone entre todos nosotros y nosotras.

En este día 8 de marzo, la ONU nos invita a mirar las brechas y dificultades existentes, pero también a reconocer y aprovechar las oportunidades que la tecnología trae consigo en la búsqueda de la dignidad de todas las personas, de todas las mujeres y, especialmente, de las adolescentes y las niñas. La labor educativa que realizamos en todos nuestros apostolados tiene también ese desafío: tender puentes y no brechas, abrir oportunidades y no reproducir abusos y amenazas.

Agradecido por lo vivido junto a todas ustedes durante estos años, en mi nombre y en el de todo el equipo CPAL. ¡Gracias!

 

Roberto Jaramillo SJ
Presidente de la CPAL