El director de Fe y Alegría de Perú, Ernesto Cavassa SJ, vincula la llamada a la “conversión institucional" en este Año Ignaciano con los pasos para aprobar el ”Plan Global de Prioridades Federativas 2021-2025” de la Federación Internacional de Fe y Alegría.

 

Las diferentes actividades que se realizarán durante el Año Ignaciano hay que situarlas en el contexto de una invitación, personal, comunitaria e institucional, “a mejorar nuestra agilidad espiritual y apostólica”, según la carta de convocatoria[1].

El lema es significativo: “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”. Alude a la llamada “ilustración del Cardoner”: “Y estando allí sentado, se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento, y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales como como de cosas de la fe y letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas”. Esa experiencia le marcó profundamente, “de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto como de aquella vez sola”[2].

Volver a nuestras raíces, en este Año Ignaciano, nos ayuda a mirar el presente con gratitud la acción de Dios en nuestra historia y el futuro con la esperanza de que, aún en medio de la tormenta, Dios sigue actuando para llevarlo a su plenitud. Esta conmemoración no es una invitación a la nostalgia de los tiempos de la “antigua normalidad” sino un nuevo impulso, de acuerdo a la carta citada, a “dejar actuar a Dios en la transformación de nuestra vida-misión según su voluntad”.

En esta ocasión se me solicita un artículo sobre el lema y la oportunidad de la celebración, desde la educación popular de Fe y Alegría. Es un buen momento para hacerlo, porque deseo vincular esta llamada a la “conversión institucional” con los pasos dados recientemente por la Federación Internacional de Fe y Alegría al aprobar un documento estratégico: el “Plan Global de Prioridades Federativas 2021-2025”[3]. Este texto -y, sobre todo, el proceso que lo inspira- puede leerse precisamente como un modo de participar del proceso de renovación al que se nos invita con ocasión de la efeméride ignaciana.

Me concentraré solo en tres puntos, haciendo en cada uno de ellos una correlación entre algunas características de la espiritualidad ignaciana y el Plan Global recientemente aprobado.

1. “Composición de lugar”

La “composición de lugar” es clave en la experiencia espiritual de Ignacio. Es uno los preámbulos de cada ejercicio, junto con “la historia que tengo de contemplar” (un relato bíblico o alguna de sus narrativas originales, como las banderas o los binarios) y el “demandar lo que quiero” (la gracia particular que se espera conseguir)[4]. Cada ejercicio tiene su composición de lugar en la que se pide al ejercitante que con “la vista imaginativa” se sitúe en la historia a contemplar. Esa historia conduce al ejercitante del relato bíblico a la propia trayectoria, porque será en ese juego dinámico donde habrá que “buscar y hallar la voluntad divina”[5]. Espiritualidad encarnada, situada, que nos remite a contextos en los que habla Dios.

El Año Ignaciano tiene su “composición de lugar”: está marcado por el contexto de pandemia que nos está afectando muy agudamente, en todas las dimensiones de la vida de las personas y de los países; y, como pocas veces en la historia, a nivel global. Es, sin duda, el acontecimiento de mayor impacto desde la segunda guerra mundial.

Muchos motivos justifican vivir este contexto con desaliento y pesadumbre. Las numerosas personas contagiadas, fallecidas o, si bien recuperadas, quedan con secuelas graves que le acompañarán el resto de su vida; el estrés psico-emocional vivido en estos meses, agudizado en las personas más vulnerables; el impacto tan fuerte en la educación de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes que pasarán factura a toda una generación; las tremendas desigualdades sociales ahora evidenciadas en su expresión más aguda; el poco nivel mostrado por la clase política y su incapacidad de escucha, atención y empatía a quienes más sufren con esta enfermedad. Toda esta situación se redimensiona globalmente cuando vemos cómo las empresas farmacéuticas se oponen a liberar las patentes que podrían salvar a miles de personas y, al mismo tiempo, ante la falta de un liderazgo político mundial que sea capaz de contraponer la lógica de la solidaridad a la del mercantilismo y la indiferencia. Hay, pues, razones para la desolación.

Fe y Alegría opta, en cambio, por otra perspectiva: toda esta situación es real, pero se propone vivirla como “reto inspirador”. El contexto de la epidemia, marco de este Plan Global, “desafía transversalmente al conjunto de nuestra acción educativa y de promoción social”. La “normalidad” en la que nos encontrábamos estaba marcada por “problemáticas socio-educativas” previas a la pandemia. Esta las ha evidenciado y agudizado. Y al visibilizarlas es posible formular una agenda que nos lleve a una “nueva normalidad” de mayor justicia y equidad.

Por ello, el contexto de pandemia nos coloca ante estos nuevos retos:

  1. Hacer frente a la profundización de las brechas educativas producto de la exclusión escolar, del debilitamiento y ruptura de los procesos educativos y de la falta de un acceso universal a la conectividad.
  2. Formación de formadores para atender la función pedagógica en esta nueva realidad.
  3. Atender el cuidado de las personas en su dimensión psicológica, emocional y afectiva.
  4. En la contribución en el mantenimiento y la construcción de una convivencia pacífica en riesgo por la agudización de la exclusión y la desigualdad social[6].

En otro apartado, al hablar del segundo eje prioritario, el Plan Global plantea “dinamizar la misión institucional atendiendo al desarrollo de nuevos temas de reflexión y respondiendo a los retos del contexto para la acción misional y, en este periodo particular, responder a la educación en emergencia por la crisis sanitaria Post Covid-19, la ayuda humanitaria, la espiritualidad y el cuidado de la casa común”[7]. Desde una perspectiva espiritual, que es la de la “composición de lugar”, la pandemia no solo no frena sino dinamiza la misión porque el Espíritu sigue actuando en la historia, aún -o quizá, aún más- en momentos tan adversos como el actual.

Fe y Alegría que, por su ubicación social, experimenta cotidianamente el dolor de las personas no se ha dejado abrumar por la pandemia. Conoce el dolor por dentro. Y, por ello, puede transformarlo en desafío y, consecuentemente, en movilizador de esperanza.

2. Las “personas”

La espiritualidad ignaciana tiene como centro la persona. Fruto del humanismo del renacimiento, en medio de un cambio de época, Ignacio y los primeros compañeros centran su propuesta en los procesos personales. Los ejercicios se ofrecen “según la disposición de las personas”[8] que permite que cada una de ellas pueda reconocer “cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mi”[9].

La contemplación de la Encarnación invita al ejercitante a apreciar “cómo las tres personas divinas miraban toda la planicie y redondez de todo el mundo llena de hombres” para luego, en un momento posterior, “ver las personas, las unas y las otras; y primero las de la haz de la tierra, en tanta diversidad…”[10]. Se trata de una contemplación que se fija en las personas, divinas y humanas.

Del mismo modo, el Plan Global tiene en cuenta que su acción se orienta a las personas, y más particularmente a aquellas que se encuentran en “las fronteras de la exclusión”. ¿Cuáles? Aquellas “personas víctimas de violencia, discriminación o nuevas formas exclusión social, así como a la migración”. Se trata de “desarrollar nuevas iniciativas que contribuyan a su inserción social, cultural y laboral”[11].

Es importante destacar la atención a la salvaguarda de la infancia en este Plan; es también una frontera hoy: “Promover la protección de la infancia en todos los espacios de acción institucional a través del conjunto de nuestra acción socioeducativa, y también, específicamente con políticas, protocolos y formación para la prevención y acción contra el maltrato y abusos de menores”[12].

Allí donde haya alguna forma de violencia o discriminación estamos ante una frontera. Se las califica de “nuevas” no porque lo sean (siempre estuvieron allí) sino porque una mayor conciencia de la situación nos habilita para visibilizarlas como tales. Es el caso, por ejemplo, de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que no pueden continuar su proceso educativo, situación que la pandemia ha agudizado. El Plan se propone “desarrollar propuestas que consideren modalidades de educación a distancia y atiendan los desafíos de abandono y deserción educativa”[13].

Al mismo tiempo, el texto habla también de fronteras geográficas. Plantea “estudiar, impulsar y acompañar la creación y fortalecimiento de Fe y Alegría en nuevos países, en África, Asia y otros continentes, enriqueciendo la propuesta socioeducativa de Fe y Alegría de acuerdo a contextos y culturas, priorizando los lugares donde existe mayor necesidad o exclusión”[14].

Allí donde se encuentre Fe y Alegría, el Plan propone “trabajar con, desde y para las comunidades que sufren mayor exclusión”. Se trata de “extender nuestros servicios en las nuevas fronteras de la exclusión que se dan al interior de los países en los que ya estamos presentes, en nuevos países y continentes, especialmente en África y Asia”[15].

He ahí otro desafío para Fe y Alegría. El texto lo indica así: “fortalecer la perspectiva global del Movimiento, generando estructuras y modos de proceder que nos lleven de ser un movimiento eminentemente latinoamericano a uno de alcance y perspectiva global, además de devenir un real actor global en la defensa del derecho a la educación de calidad y la promoción de una ciudadanía global”[16].

La solicitud constante de nuevos países, especialmente de Asia y África, para conocer el Movimiento y vincularse a él está obligando a la Federación a plantear su futuro como red global. Los países que se incorporan al Movimiento vienen con una agenda que responde, como es natural, a sus propias realidades y enriquecen la perspectiva latinoamericana original.

El Plan Global, al referirse al “modo de proceder” del Movimiento, señala que “la progresiva toma de conciencia de la globalidad del movimiento de Fe y Alegría demanda la implementación de estrategias propias para el desarrollo de una perspectiva global que se complemente con la acción local”. Y precisa dos temas claves de la acción global federativa: “el Derecho a una Educación integral, inclusiva y de calidad para todas las personas, y la formación para una ciudadanía global”[17].

El Año Ignaciano puede ser un aliciente adicional a la “conversión institucional” del Movimiento también en este punto: se trata de concretar el “marco de acción global” como el analogado principal desde el que pensamos las prioridades y acciones en cada país. Esta tarea no solo se fundamenta en la dimensión universal de la misión de Ignacio y los primeros compañeros sino también en la propuesta de José María Vélaz quien, desde el inicio, proyectó el Movimiento más allá de América Latina.

Por supuesto, la estrategia global no disminuye la importancia de la acción local. Más bien la complementa, como lo señala el documento. Podemos rastrear en los Ejercicios Espirituales una intuición ignaciana en este sentido. En la contemplación de la Encarnación, Ignacio le pide al ejercitante primero “ver la grande capacidad y redondez del mundo” y “asimismo después, particularmente la casa y aposentos de nuestra Señora”, puntualizando, además: “en la ciudad de Nazaret, en la provincia de Galilea”[18]. La visión de lo global no deja de lado a lo local; ambas perspectivas tienen su lugar y requieren la misma atención. De ese modo, en apenas cinco líneas, Ignacio apunta un rasgo clave de su perspectiva de misión.

No es extraño, por tanto, que Fe y Alegría, fruto de la espiritualidad ignaciana, aborde permanentemente esa tensión dinámica entre lo global y lo local. Esa tensión, bien asumida, es fuente de dinamismo permanente.

En la línea de “mejorar nuestra agilidad espiritual y apostólica”, el Año Ignaciano puede fortalecer el carácter internacional del Movimiento en términos de incidencia, especialmente en organizaciones internacionales o en organismos multilaterales, para bien de la educación integral universal, inclusiva y de calidad en cada país, teniendo particularmente en mente las personas que se encuentran en “las fronteras de la exclusión”.

3. “Modo y orden”

Los primeros números de los Ejercicios Espirituales definen bien el carácter y el estilo de este libro y lo que se pretende en la experiencia espiritual que va a poner en comunicación “inmediate” (es decir, sin intermediaciones) a la criatura con su Criador[19]. Es el objetivo principal. Para llegar a él, Ignacio ofrece una serie de indicaciones (“Anotaciones”) que deben facilitar esa comunicación. El libro de los Ejercicios son un método (meta: más allá; odos: camino), el camino a seguir, el que lleva más allá. Se trata de dar “modo y orden”[20] para que las personas puedan crecer en la experiencia.

Que tenga un carácter metodológico no significa que sea algo frío, sin vida ni pasión. Basta acercarse a las parábolas ignacianas o a la contemplación para alcanzar amor o a los coloquios para percatarse que el método es, en sí mismo, la experiencia. Toda experiencia (como la ilustración del Cardoner, por ejemplo) necesita del lenguaje (la Autobiografía) para comunicarse. Y el lenguaje articulado y sistemático (la metodología) posibilita vivir una y otra vez la experiencia de encuentro entre Dios y la criatura. El método de Ignacio expresa una espiritualidad que tiene como principio la experiencia y como fundamento el crecimiento de las personas.

Algo similar ocurre con Fe y Alegría y su apuesta por la educación popular. Fe y Alegría se define desde sus inicios como un movimiento de “educación popular integral”[21]. Luego se incluyó también la expresión “promoción social”, lo que podría parecer reiterativo porque, hablando con precisión, no puede haber educación popular sin promoción social.

“Educación popular” es la vía, el camino, a través de la cual Fe y Alegría se propone transformar el mundo. Tal fue el sueño de los fundadores. La educación popular integral es uno de “los pilares” de una propuesta transformadora. Sin embargo, este es un concepto en dinamismo permanente. Varios congresos de la Federación se han ocupado de él con el fin de profundizarlo y concretarlo en cada nueva situación.

El Plan Global recientemente aprobado vuelve nuevamente sobre esta idea ratificando la educación popular como uno de los ejes prioritarios: “la educación popular es nuestro camino”. Es la metodología de Fe y Alegría. Lo explica de este modo: “Queremos potenciar la educación popular como nuestra propuesta pedagógica, ética, política y epistemológica que oriente toda acción educativa con una intencionalidad de transformación personal y social. Queremos desarrollar procesos socioeducativos de calidad con, desde y para las comunidades, que incluyan la diversidad y promuevan una ciudadanía comprometida con la justicia”[22].

Educación popular integral es, por tanto, educación transformadora. Se centra en las personas y, teniendo presente el carácter estructural de los desafíos sociales, apunta a transformar el entorno que impide el crecimiento de las personas. Es educación transformadora que tiene como objetivo el bien común y, por ello, tiene una “intencionalidad emancipadora ético-política”[23].

Al mismo tiempo, señala que queda como tarea “mantener la reflexión en torno al concepto y la revisión de las prácticas de la educación popular para adaptarlas a la realidad del siglo XXI y al ámbito de la educación”[24]. Como parte de ese proceso, el próximo XLVIII Congreso de la Federación. a realizarse de modo virtual este año. tiene por tema “Educadores/as de Fe y Alegría en las nuevas fronteras de la educación popular en el siglo XXI”.

En resumen:

El Plan Global, objeto de nuestra atención, se ha propuesto una “prioridad misional: la transformación, personal y social, es nuestro horizonte”[25]. En esa línea llama a “fortalecer la identidad del movimiento contando con la riqueza de la espiritualidad ignaciana y de los diversos carismas y espiritualidades en Fe y Alegría”[26].

El Año Ignaciano se presenta, pues, como una buena oportunidad de “conversión institucional”. Se inicia cuando la Federación acaba de aprobar este documento clave para orientar el mediano plazo planteando al Movimiento nuevos desafíos. Al mismo tiempo, este nuevo hito puede ser leído desde la espiritualidad ignaciana, particularmente la Autobiografía y los Ejercicios, de modo que nos permita volver a la fuente que motiva a Fe y Alegría a una renovación permanente. Buen punto de partida para nuestro Movimiento en este tiempo de conversión.

P. Ernesto Cavassa, SJ
Director Nacional
Fe y Alegría Perú

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[1] A. Sosa, “Año Ignaciano 2021-2022”, carta 2019/2023 a toda la Compañía, 27/09/2019.
[2] A. Sosa, “Año Ignaciano 2021-2022”, carta 2019/2023 a toda la Compañía, 27/09/2019.
[3] El “Plan Global de Prioridades Federativas 2021-2025” puede encontrarse en el siguiente enlace: https://www.feyalegria.org/plan-de-prioridades/ Nos referiremos a él como Plan Global.
[4] Ver, por ejemplo, Ejercicios Espirituales, nn. 47, 55, 65, 91, 103, etc.
[5] Ejercicios Espirituales, n. 1.
[6] Plan Global, p. 13
[7] Plan Global, p. 21
[8] Ejercicios Espirituales, n. 18
[9] Ejercicios Espirituales, n. 234
[10] Ejercicios Espirituales, nn. 101-109
[11] Plan Global, p. 21
[12] Plan Global, p. 16
[13] Plan Global, p. 16
[14] Plan Global, p. 21
[15] Plan Global, p. 16
[16] Plan Global, p. 9
[17] Plan Global p. 26
[18] Ejercicios Espirituales, n. 103
[19] Ejercicios Espirituales, n. 15
[20] Ejercicios Espirituales, n. 2
[21] Ideario Internacional, primer párrafo.
[22] Plan Global, p. 19
[23] Plan Global, p. 28. Esta página y la siguiente desarrollan la “reflexión y actualización de la educación popular en Fe y Alegría” como política federativa.
[24] Plan Global, p. 14
[25] Plan Global, p. 19
[26] Plan Global, p. 16

 

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