La Primera Semana de los Ejercicios ha debido aportar curación a la ceguera del ejercitante, sugerida en el carácter invisible de la composición de lugar de los pecados. Ahora, en el llamado del Rey, deberá vencer la sordera y hacerse capaz de escuchar a alguien distinto de sí. Este ejercicio es para ordenar los deseos vehementes de alguien que quiere ya darse enteramente y que, por lo tanto, corre el riesgo de una caritas indiscreta, como le pasó a Ignacio cuando quedó encendido en deseos de servir al Señor. Su finalidad exacta no consiste tanto en «suscitar» la generosidad, cuanto en aclararla y guiarla según unos principios iluminadores, para que no vaya a ser fácil ni efímera, pero tampoco heroica ni destructora. El autor, en este artículo profundiza con detalle en las diversas partes de este ejercicio.